En referencia al período de Adviento que celebramos, expresa Mons. Jesús Castro, obispo de La Altagracia, que la Navidad tiene un nombre: La Familia. Porque de manera particular están presentes José, María y Jesús, que forman lo que constituye como la Sagrada familia. Padre, madre e hijo. Con la característica muy especial de que ese hijo, que nació en un pesebre o lugar destinado para que los animales reposen y coman, era nada más y nada menos que el hijo de Dios.
Jesús nació precisamente en un pesebre, porque José, junto a María embarazada y a punto de dar a luz, tuvo que ir a registrarse en otro pueblo o ciudad. En este caso a Belén. Pero, no de manera fortuita, Dios, Padre y Creador, quiso que su nacimiento se produjera en un lugar simple y sencillo. Un signo de que lo importante no es donde se nace, sino como se cría y educa. Como se instruye y aconseja. Como se vive.
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El concepto de familia se concibe como el de las personas vinculadas por sangre desde hace mucho tiempo; sin embargo, con el nacimiento del Niño Jesús se convierte, sobre todo para los creyentes, en el símbolo de unidad, de amor y comprensión. Es por eso, que cuando hablamos de Navidad o Natividad, para conmemorar el advenimiento de Jesús, le damos a estas festividades un carácter de integración familiar. El núcleo más importante de la sociedad.
Navidad, por lo tanto, debe ser entendido como un período para festejar o celebrar el nacimiento del hijo de Dios, pero también como medio para fortalecer los vínculos entre las familias. Estrechar los lazos entre padres, hijos, hermanos, familiares, incluyendo a los amigos que forman parte de los canales naturales de relaciones entre los seres humanos. Estrechando la solidaridad, el amor, la fraternidad.
Me gustó mucho lo que dijo monseñor Castro, en el sentido de que, si queremos vivir y tener nuestra Navidad, necesitamos hacer nuestra, la palabra del Ángel en Belén: “Gloria a Dios en el Cielo”. “Paz en la tierra a los amados por Dios”, porque hoy como nunca nuestras sociedades necesitan vivir en paz y requieren de la gracia de Dios.
El espíritu de las navidades crea innegablemente ambientes diferentes. De apaciguamiento. No importa si mucha gente se ajetrea producto de la dinámica propia de nuestros tiempos o tiene que aguantar tapones o hacer largas filas. El ambiente durante Adviento es especial. Se respiran aires de alegría y solidaridad de diferentes maneras. Se producen cambios positivos de animosidad e incluso de temperamento. Y eso hay que asimilarlo o entenderlo como algo proveniente del mensaje que se transmite en las navidades. Del nacimiento del Niño Jesús. De deseos de felicidad, amor, comprensión, prosperidad.
Que las familias, constituidas por padres, hijos, hermanos, incluyendo los familiares y amigos, sigan siendo el núcleo fundamental de la sociedad. Que el concepto familia se mantenga, además, como símbolo de cristianismo y buenas costumbres. Que las enseñanzas y ejemplos de la Sagrada Familia se confirmen como pilares y se mantengan más sólidos frente a los nuevos tiempos y retos. Que estas navidades contribuyan a fortalecer el espíritu cristiano en la sociedad dominicana y de todo el mundo