La familia Cuello Mainardi (5)

La familia Cuello Mainardi (5)

POR GRACIELA AZCÁRATE
La banda de música para una película  argentina sobre el exilio de los setenta, a mediados de 1980, decía: “Somos hijos del exilio, dentro y fuera del país”.

En los setenta, para los uruguayos, los chilenos y los argentinos, el que se iba era el más sufrido, era el que perdía las raíces, la patria, lo cotidiano, la familia,  los olores, la vida misma, pero para el que se quedó el horror era de otra índole.

Es una constante, en cualquier exilio, en cualquier época, y con cualquier grupo humano  el enfrentamiento entre los que se fueron y los que se quedaron.

Como la generación de los setenta en Latinoamérica  que se fue al exilio,  lo mismo ha pasado con otros grupos que por motivos políticos ,  de persecución  o económicos  iniciaron  la diáspora. Hoy día los grupos de adentro y afuera se enfrentan en una pelea por ver quién es el que más se sacrificó, o cual de los dos, el de afuera o el de adentro soportó más penas y dolor.

Los treintaiún años de envilecimiento  que significó  la dictadura de Tujillo dejó también marcado al país  y su gente por esa constante del que se fue y del que se quedó.

Como bien dice Roberto Cassá en la semblanza del Dr. Leovigildo Cuello Hernández: “ La historia dominicana ofrece un panorama de esfuerzos tenaces por la libertad y el progreso social.¡Cuánta sangre, cuánta entrega y cuán aparentemente infructuosas  han sido si miramos los contornos desoladores de la realidad presente!”

Es posible que en momentos de desánimo se pueda pensar si valió la pena tanto sacrificio y dolor, sin embargo la vida es ese escalonado transcurrir del día  a día, colmado de luz y sombra, de encuentro y desencuentro,  de honor y vileza.

Si Leovigildo Cuello Hernández es el paradigma del luchador, del patriota, del pionero en la lucha antitrujillista, si es el ejemplo rotundo  de lealtad  a las convicciones más profundas, es también la vida de su familia, de sus hijos y de sus ancestros  el ejemplo certero de que el exilio tiene  como la moneda, dos caras

Es el exilio que en una cara dibuja el éxodo del que se fue a París, a Puerto Rico, a La Habana o a E.E.U.U. y es  también la otra cara de la moneda.

La marca oscura, lo silente, la historia no contada, la siempre trágica arista del que no pudo salir, del que se quedó, del que sobrevivió en el exilio interior.

LOS DOS EXILIOS

Cuando Leovigildo Cuello regresó después de treintaiún años de exilio, ni él era el mismo,  ni el país era igual y los que se quedaron  y  sobrevivieron   tuvieron que aprender a  contar lo que les pasó en esa larga noche del trujillato.

Leovigildo Cuello  nació en 1888 y fue educado en la escuela de Eugenio María de Hostos. Fue un joven cultivado en la buena educación, la cultura y en la ascendencia política  heredada de su padre el abogado Lic. Leovigildo Cuello.

En la lucha política de 1912 a 1914 fue hecho prisionero en la Torre del Homenaje donde pasó varios meses. Al salir  estudió medicina, y al recibirse de médico ejerció en la provincia de Baní y en San Cristóbal. Poco después viajó a París para seguir la carrera.  En Francia estudió la carrera completa de medicina, hizo su especialidad de oftalmología y otorrinolaringología y se desempeñó como ayudante del Dr. La Personne, que era en esos momentos en Europa, una eminencia en oftalmología. Representó al país en distintos  congresos internacionales como por ejemplo el de Lepra en Suiza. Permaneció trece años  en Francia y regresó en 1926. En realidad se desterró de Santo Domingo en protesta por la intervención norteamericana.  Entusiasmado por las cartas de sus hermanos que le advertían de los nuevos aires de institucionalidad, libertad  y democracia que soplaban en el país desde 1923, decidió regresar.

Ejerció su profesión de médico pero como venía de una cepa donde la política era el pan de cada día se lanzó de lleno al accionar político.  En 1930, después del asesinato de Virgilio  Martínez Reina y su  esposa Altagracia,  aconsejado por el general Desiderio Arias, que un año después sería asesinado por Trujillo, decide ocultarse. Al salir de la consulta le dijo a su esposa: “Me voy, tengo que ocultarme porque no me voy a dejar sacrificar, voy a tratar de salvarme”. Su hermano Pablo Cuello lo acompañó durante los días que se escondió preparando la huída.  Fue ayudado  por la familia Hernández, por Benjamín Hernández, por los padres de José María Hernández y los hermanos Almánzar. Las familias  de Bocho Cabrera y Huberto Bogaert también ayudaron escondiéndolo  pero para no comprometerlos regresó y le dijo a doña Conina: “El río de sangre que habrá en el país será incalculable. Trujillo acabará con todo el mundo y hay que combatirlo. No hay más que dos caminos: o dejarse matar dentro del país o irse afuera a combatirlo. Yo he decidido esto último, me voy, no tengo recursos ni sé como hacerlos , pero ahora lo pensaremos”.  Logró embarcarse para Puerto Rico, el 10 de julio de 1930.

Carolina Mainardi de Cuello se quedó en Santiago con Luis Rafael, un pequeño  de un año y medio y Leovigildo nacido el 3 de junio de 1930.

Dos meses después, su  madre Juana Reyna intercedió ante Trujillo para conseguirle los pasaportes y el permiso de salida. Después de un accidentado trámite doña Conina vendió  a precio vil la clínica al Dr. Lorenzo Pellerano y se embarcó con sus hijos, el 14 de agosto de 1930.

En el término de pocos meses los Cuello Mainardi empezaron a dibujar una cara en la  moneda del éxodo.

En República Dominicana,  quedó el primogénito del Dr. Leovigildo Cuello Hernández: Vinicio Cuello Castillo.

VINICIO CUELLO CASTILLO: EL OTRO EXILIO

El empezó a dibujar la otra cara del exilio. Fue “el hijo de su padre”, el rehén, el silenciado,  el que pagó  por todo el odio de Trujillo hacia el Dr. Cuello.

Si las páginas dedicadas por doña Conina al que consideraba un hijo propio son de ternura desarmante, no menos emblemáticos son los textos escritos por el Dr. Jottin Cury en el periódico El Caribe, en 1984 y  por Indiana Pichardo en el Listín,  en 1987.

Los dos relatos son la radiografía de un viacrucis que recuerda el poema de una exilada sudamericana: “La única forma de que el sacrificio  no haya sido inútil. Es darlo a conocer, referirlo¼/Si vence el enemigo/ ni para los muertos habrá seguridad./ Y ese enemigo no ha cesado de vencer.”

Este  poema de Luisa Block de Behar  sintetiza lo que contaron los testigos de ese calvario  y empieza a dibujar la contracara  del exilio interior de Vinicio Cuello Castillo.

Al salir su padre al exilio forzado  es encarcelado en la fortaleza San Luis de Santiago de donde salió meses después enfermo de pleuresía. Hizo la carrera de Derecho  y se dedicó a los estudios históricos, políticos y económicos. Casado con Carmen Pereira Goico tuvo dos hijos: Dana  Teresa Cuello Pereira fallecida  a los trece años, y Martín Vinicio Cuello Pereira, nacido el 19 de julio de 1953, también abogado como sus ancestros.

Marginado y confinado con su esposa  y su hija en Azua, el Dr. Cury narra:  “Entre los funcionarios  de Azua se hallaba un hombre tan solitario como yo, pese a que su mujer y su hija lo acompañaban. Vivía con extrema humildad  en una casita de madera frente al parque central. Salía únicamente a cumplir con sus obligaciones  judiciales (¼) Su mutismo, ese apartamiento casi obligado que se imponía a sí mismo y que los demás no hacían nada por quebrar, me llevó a conocerle mejor. Supe que se llamaba Vinicio Cuello y que se le tenía virtualmente marginado por su proximidad  familiar  con el Dr. Leovigildo Cuello, uno de los opositores de Trujillo  que más duramente combatía el régimen desde el exilio. Alguien me apuntó, que Vinicio Cuello era también como su padre, un exiliado pero con la diferencia de que el hijo estaba bajo la mira directa de fuerzas policiales vigilantes”

Años después lo encontró en Barahona donde seguía  desempeñando cargos en la judicatura pero donde el régimen extremó la persecución  y   lo quebró anímica y moralmente  al internarlo en el manicomio de Nigua, donde le anunciaron la muerte prematura de su hija Dana Teresa, de 13 años. Después vino el ajusticiamiento de Trujillo.  Vinicio Cuello sobrevivió  y llegó a ser una figura destacada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.  Encabezó el Tribunal que enjuició los crímenes del trujillato y se dedicó a forjar generaciones de estudiantes desde la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Diez años después,  como Decano de la Facultad de Derecho, se reencontró con el Dr. Jottin Cury en una sombría tarde de represión de “los doce años”  mientras hieren a los estudiantes y “Sagrario Díaz alcanzada por una bala es conducida agónica a una clínica cercana”.

Es designado embajador en Portugal, asesor y consultor del gobierno del Dr. Salvador Jorge Blanco, dejó la docencia universitaria para  servir de garante en los procesos comiciales  como miembro de la Junta Central Electoral.

“Su presencia, así como la del Dr. Julio Genaro  Campillo y Rafael  García Lizardo despejaban temores de fraude y le otorgaban una elevada jerarquía moral a las consultas populares”. Las habituales torpezas de la política nacional lo empujaron “a renunciar a su posición  a la que dio dignidad  y brillantez”.

Recluido en su casa por indignación  ante la mediocridad  política, murió prematuramente, el 12 de septiembre de 1984.

A Vinicio Cuello Castillo  “los años de la tiranía le habían pasado  como un rodillo”. También lo marcó lo que vino después,  pero con dignidad y  en silencio  labró a conciencia la otra cara de la moneda y en el dibujo de su ostracismo interior grabó la última estación en el calvario del exilio.

g.azcarate@verizon.net.do

—————

Fuentes:
Investigación genealógica, documentos y archivos de la familia Cuello Mainardi.
Cuello Mainardi, Carolina: “Vivencias”Santo Domingo, 1999.
Dr. Marcos Hernández: Arbol genealógico familia Mainardi y familia Cuello.
Archivo de la familia de  Vinicio Martín Cuello Pereira.
Bibliografía:
Cassá, Roberto: “En busca del tiempo del exilio: Semblanza del Dr. Leovigildo Cuello”. Santo Domingo, 1999.

Publicaciones Relacionadas