La familia Cuello Mainardi

La familia Cuello Mainardi

POR GRACIELA AZCÁRATE
(Final)
Las simetrías de la dignidad. Cuando las sucesivas generaciones de los Cuello fueron haciendo ajuste de cuentas de lo vivido todos los saldos arrojaban dignidad, valor, austeridad espartana, reciedumbre moral, no a la claudicación, nada de medrar  ni de vender al mejor postor los principios éticos de una tribu.

Toda familia tiene su historiador personal. Un cronista con paciencia milenaria y memoria de elefante.

Ese historiador de la tribu se dice a sí mismo lo que se decía el escritor norteamericano William Faulkner: «Estoy contando la misma historia una y otra vez que soy yo y el mundo… Trato de decirlo todo en una oración entre una letra mayúscula y un punto. Todavía intento decirlo todo, si es posible, en la cabeza de un alfiler. No sé cómo hacerlo. Todo lo que sé es seguir intentándolo de una nueva manera. Tiendo a pensar que mi material, el Sur, no es muy importante para mí. Simplemente ocurre que lo conocí y no tengo tiempo en una vida para conocer otro y escribir al mismo tiempo. (?) la vida es un fenómeno pero no una novedad, la misma carrera de caballos hacia la nada, en todas partes el hombre hiede el mismo hedor no importa en qué tiempo».

Desde hace unas semanas, el Dr. Jorge Cuello Mainardi es ese historiador de un clan  que tiene por escenario el siglo XVIII, en el Santo Domingo español y como protagonista  fundador un negro liberto llamado Martín Cuello. Como otro cronista familiar dominicano: Fabio Rafael Fiallo que escribió el libro: “Final de ensueño en Santo Domingo” comparten la tenacidad de los apasionados y representan esas familias de disidentes que engendraron  admiración pero también un malestar especial entre los conciudanos de esa época inicua iniciada en 1930.

“ En particular, los políticos e intelectuales, que sirvieron al régimen sin un ápice de vergüenza. Mientras estos se enlodaban en la complicidad, los disidentes se mantenían incólumes en el rechazo. Eran la prueba ambulante de que en la República Dominicana del tirano, sí había quienes osaban resistir. Por el simple hecho de no doblegarse, aquellos que resistían   al tirano proyectaban una imagen moralmente insoportable para esos otros, quienes debían de percibirla como una acusación muda, como un negativo fotográfico de su propia miseria ética”.(Periodico HOY Fabio Rafael Fiallo: “Viriato Fiallo no quedará en el olvido”, Noviembre, 2004)

Los dos narradores dominicanos lo vuelven a intentar, vuelven a contar lo mismo desde diferentes ángulos, desde inesperados escorzos, en tiempos distintos, haciéndose eco de otras voces y sumando nuevas experiencias.

A lo largo de las semanas el Dr. Jorge Cuello Mainardi fue desenterrando documentos que tienen más de cien años, como el exequator de su padre firmado por los interventores norteamericanos, fotos de su padre en Suiza en 1925, en un Congreso de enfermedades tropicales, ha recogido la memoria oral y las fotos de las abuelas biológicas y de crianza, ha grabado en video la imagen de su madre en confesión y en una grabadora el testimonio final que convierte en catarsis el relato que hizo Carolina Mainardi al final de sus días como testamento  ético y dote moral para sus hijos, nietos y bisnietos. Dicen que a los ancianos los ayuda  a encontrar una buena muerte el volver a contarse el pasado, revivir a los que amó, comprender a los que lo hicieron sufrir y en definitiva  concluir que valió la pena vivir.

El relato de este médico psiquiatra, historiador del deporte, de la familia y, porqué no, de una sociedad y su tiempo es además el oído y el corazón de su madre, su padre y sus hermanos.

Tiene el ingrediente  de que al ser médico de almas, ese atributo le permitió darme las claves no sólo de su familia sino las señas de una época y la sociedad encarnadas en las ramas familiares que fueron creciendo del tronco fundador.

La escritora puertorriqueña Rosario Ferré escribió una novela corta que se llama “Maldito amor” donde  narra lo que le pasó a las familias puertorriqueñas de tradición en su afán por ocultar el origen esclavo negro, por inventar una heráldica hispana, hipócrita y de doble moral, y por justificar lo que se llamó la “sociedad del dril” que no es más que los grupos sociales enriquecidos con el negocio azucarero.

A diferencia de ese relato lleno de furor y crítica social el relato oral del Dr. Jorge Cuello Mainardi, el libro  póstumo de doña Conina, los documentos apergaminados y amarilleados por el tiempo, las crónicas de periódicos de hace mucho tiempo, los relatos de muchos disidentes, de otros protagonistas de ese gran drama que fue el trujillato toman el giro de un relato de Faulkner, ese “volver a contar lo mismo” para entender la vida, porque “ el pasado no pasa”. El esta ahí, está en nosotros. Si fue transparente y ético; si tuvo principios y coraje; si fue valiente y votó por la dignidad, la rueda de la vida seguirá rodando entre todos los descendientes como un bálsamo, como una corriente de agua pura que augura prosperidad, buenos sentimientos y vida ejemplar.

Cuenta la tradición que en China, las mujeres nacidas en los años del caballo de fuego auguraban desastre y violencia. Esa sociedad patriarcal hacía desaparecer las niñas indómitas y determinadas nacidas en esos años. Si Carolina Mainardi, que nació el 29 de mayo de 1906, hubiera nacido en China hubiera sido silenciada. Pero nació en el Caribe y como cuenta ella con poesía y gracejo encontró en Leovigildo Cuello la yunta perfecta. El que fue el compañero de su vida había nacido precisamente en ese nudo místico, en ese ombligo cósmico que es el sur profundo dominicano. En él confluían distintas etnias, culturas, religiones y grupos humanos llegados de lejos y sometidos a singulares y trágicas experiencias.

San Juan de la Maguana, el Siglo de las Luces, la Revolución Francesa, una mujer nacida centaura en el vórtice del huracán y de los grandes cataclismos. El ancestro de su compañero de vida había salido de la negra noche de la esclavitud, entre las ideas de los enciclopedistas y las proclamas de una revolución que se cimentaba en la igualdad de los derechos humanos.

En el magma de una época cuajó la vida de ese negro liberto que fundó un clan en la transparencia y lo auténtico. Desde ese descendiente de Martín Cuello, llamado Leovigildo Cuello, analfabeto, diestro en el machete y deseoso de  aprender a leer y escribir se fue labrando el derrotero de una familia. Cuando las sucesivas generaciones fueron haciendo ajuste de cuentas de lo vivido, todos los saldos arrojaban dignidad, valor, austeridad espartana, reciedumbre moral, no a la claudicación, nada de medrar  ni  de vender al mejor postor los principios éticos de una tribu. En ese manual de vida, de filosofía, de sociología que es el Iching, el hexagrama de la Tierra es el número dos  y está dominado por el símbolo del caballo. Las líneas del hexagrama describen esa creencia anclada hace mucho tiempo en la memoria de los pueblos que asocia al caballo y a la yegua como la pareja arquetípica, que salida de la noche y el misterio trae vida y destrucción, está relacionada con el fuego que triunfa y purifica y con el agua que nutre y sofoca. En el caballo confluyen la fuerza y el brío y en la yegua se consuma la decisión y la firmeza. Leovigildo Cuello Hernández y Carolina Mainardi Reyna conformaron esa pareja ancestral, esa dupla arquetípica que llevó adelante con brío, el designio de una estirpe, las convicciones profundas del clan, y la firmeza de miras para el futuro de la tribu.

Las leyes, la  política, la jurisprudencia la ciencia, la medicina fueron los ámbitos donde fructificaron las numerosas ramas del frondoso árbol de la familia Cuello.  Como una pareja mítica “oriunda de la noche” reunieron en su tronco  a las distintas mujeres y hombres que le dieron sentido y raíces.

Por las ramas del árbol se desgranan la madre biológica encarnada en Ana Josefa Hernández o la madre nutricia y de crianza representada por Altagracia Perelló de Cuello.

Y sean tal vez esas dos figuras  femeninas del inicio de una estirpe las que pusieron la tierra para que la estirpe creciera fuerte, alta en principios y robusta.

El tronco de los Cuello se inicia con Leovigildo Cuello que fue un importante  abogado y jurisconsulto pero que surgido de humildes orígenes sentó la zapata de principios de una familia. Cuando Ulises Heureaux le ofreció recompensa por los servicios de guerra prestados Leovigildo Cuello no pidió prebendas, tierras,  ni metálico.

Pidió instrucción, aprender a leer y a escribir, para cultivarse y aprender a ganarse con decoro y dignidad el pan de cada de día. Su hijo  primogénito siguió la misma ruta desinteresada y llena de honorabilidad: Leovigildo Cuello Hernández, fue médico, político, humanista y pionero en la  lucha antitrujillista. Pericles Cuello Perelló, fue médico y beisbolista de renombre, Segunda base del primer equipo del Licey allá por el año 1906 0 1907.

Los tres descendientes del Dr. Leovigildo Cuello y de Carolina Mainardi Reyna de Cuello son médicos. Luis Rafael Cuello Mainardi está dedicado a la medicina interna y cardiología. Es fundador y Director de la Clínica Corazones Unidos, sus dos hijos: Luis Rafael Cuello González y Víctor Iván Cuello González ( gemelos) son médicos y están haciendo la especialidad de  cardiología en Marsella, Francia.

El Dr. Leovigildo Cuello Mainardi es una eminencia como cirujano toráxico y cardiovascular. Es fundador y Primer Jefe del Departamento de Cirugía Toráxica y Cardiovascular  de la Escuela de Medicina de San Antonio, Texas. EE.UU.

El Dr. Jorge Cuello Mainardi es médico psiquiatra, genealogista, historiador deportivo y cronista familiar por convicción.

En el mundo de la leyes y la jurisprudencia es pionero el Lic. Leovigildo Cuello. Después se suman el Lic. Julio A. Cuello Perelló, el Lic. Gregorio Cuello Perelló, el Dr. Vinicio Cuello Castillo, quien además de juez y abogado fue Decano del Colegio de Leyes, presidió el Tribunal Penal de Jurisdicción Nacional contra los criminales del trujillato, fue nombrado Embajador en Portugal durante el gobierno de Juan Bosch, y  Decano de la Facultad de Leyes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. A su muerte  ha sido honrado el Departamento con su nombre y fue Profesor Emérito de esa misma institución, además de miembro de la Junta Central Electoral.

Su hijo Vinicio Martín Cuello Pereira se graduó de abogado. Dos de sus hijos,  el Lic. Francis M. Cuello Blanco y la Lic. Martiña Cuello Blanco también son abogados. Su hija Dana Cuello Blanco es médica.

Las ramas colaterales de la familia Cuello como por ejemplo Pablo Cuello Perelló fue farmaceútico, el Dr. Luis Emilio Mainardi Reyna fue médico y en la rama de la abogacía está el Dr. Virgilio Mainardi Reyna.

La tribu de los Cuello está contando una y otra vez la misma historia… tratan de decirlo en una oración. No saben cómo hacerlo pero  lo intentan de una nueva y reiterada manera. Saben que para convertir el pasado en una experiencia válida hace faltar insistir y develar los muchos matices de cada uno de los suyos. Saben que  la vida es una estampida mítica de caballos, es el galope de  una pareja enamorada como la de Leovigildo Cuello  Hernández y Carolina Mainardi Reyna que emergen de lo subterráneo para dibujar de nuevo las simetrías de la dignidad.

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