No hay manera de que una persona con alguna discapacidad sea autónoma si no tiene el apoyo de su familia porque de ella depende su desarrollo.

Así lo sostienen Francia Hungría y José Beltrán, ambos no videntes, de orígenes económicos diferentes pero que contaron con apoyo familiar para lograr su autonomía.

Francina señaló que la forma en que los padres manejen la discapacidad de sus hijos es la diferencia para su futuro. “Si a ti te dicen tu eres una persona que tienes una limitación, una persona extraña, no puedes hacer esto, entonces no vas a poner desarrollar autonomía”, manifestó.

Sostuvo que hace falta una familia que crea en la capacidad de desarrollar la competencia de un niño con discapacidad, algo que cree que cuando es una adquirida, como en su caso, probablemente sea un poco más fácil.

Francina, quien quedó sin visión siendo una persona adulta y profesional luego de ser herida por un hombre en medio de un asalto en la capital, cuenta que en su caso particular sus padres no querían que usara bastón y fuera independiente.

Sin embargo, ella logró reeducar a sus padres en el abordaje de la discapacidad y así pudo llegar al trabajo que hoy lleva a cabo a favor de personas no videntes a través de la fundación.

A esto se suma que su familia contaba con recursos económicos que le facilitaron el acceso a herramientas para su inclusión. “Pude imponerme cada vez que mi mama lloraba y le decía: perdí la vista no la vida, entonces un niño no va atener esa posibilidad”, narró Francina.

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Lamentó que hay padres que no permiten que sus hijos estudien y los dejan encerrados en en sus casas donde se exponen a abusos. “Es importante que desde el principio los padres se involucren en el proceso educativo para que puedan entender que sus hijos pueden llegar tan lejos como se lo propongan siempre y cuando tengan acceso a recursos y herramientas para desarrollarse”, expresó.

En el caso de José, quien perdió la visión a los 13 años, contó con el apoyo de sus padres, dos maestros de escasos de recursos que tenían que llevarlo a la capital desde Monte Plata a un centro especial. Solo el costo por transporte era de 800 pesos a la semana y sus padres ganaban 3,000 al mes, por lo que tenía que endeudarse. Además no podía contar con equipos para su aprendizaje.