La familia: factor protector y fortaleza emocional

La familia: factor protector y fortaleza emocional

José Miguel Gómez

El modelo socioeconómico, la tecnología, el sistema financiero, las migraciones y las nuevas necesidades existenciales han decretado la guerra a la familia. De forma inteligente y sostenida han elegido varios frentes; primero, desde fuera les fueron cambiando su orden social y jerárquico, su forma de relación, su dinámica y su prioridad como necesidad existencial.
Desde dentro, los cambios económicos, el trabajo, la dinámica social, el avance industrial, las comunicaciones y la tecnología, fueron modificando y creando nuevos roles y dinámicas en las relaciones de los padres, los hermanos, los vecinos, la escuela y los amigos.
Hoy, con los celulares, la televisión, las redes sociales, cada miembro de la familia se va individualizando, se va haciendo egocéntrico, aislado, poco afectivo y poco expresivo, o sea, alexitímico (personas incapaces de expresar emociones positivas) pero también, esos medios ejercen una influencia en el comportamiento, en las emociones, en la conducta, los valores y la forma de pensar y de comunicar sus necesidades. Hasta hace unos años la estructuración y dinámicas de la tipología familiar eran: familias nucleares, aglutinadas y sobreenvueltas, otras numerosas y extendidas; ahora, existen las familias monoparentales y las reconstruidas, que son más del 50% de las familias, además, de las familias diseminadas por el mundo, las rotas y las disfuncionales.
Para no angustiar, nadie tiene la familia ideal ni perfecta; se debe construir familias democráticas, reflexivas, afectivas, de apego y vínculos sanos, comprometidas, solidarias; pero tolerantes, que respeten las individualidades, que apoyen y estimulen el crecimiento y que practiquen el altruismo social. El tipo de dinámica o de estructura no las hace más funcional o menos patológicas, sino el tipo de comunicación, la transparencia, la responsabilidad y el proyecto de vida de cada miembro, la autonomía y la capacidad para buscar la ayuda de forma precoz y preventiva.
Si la familia no contextualiza y no dialoga o discrimina lo que les afecta desde fuera y desde dentro, entonces, es de esperar que los condicionantes de la tecnología, el consumismo, la cultura de la prisa y del relativismo ético, la desmoralización social, les haga su víctima, y les crea sus patologías.
Los riesgos que hacen más vulnerables a las familias son: alcoholismo y consumo de drogas ilegales, muerte por accidentes, embarazo en adolescentes, falta de autonomía y consistencia de los hijos, los que les llevan a ser dependientes de sus padres; el desempleo de los jóvenes, deambulación y vagancia e influencias negativas en los hijos y padres, depresión, divorcios, suicidios y desesperanza aprendida y desmoralización con desesperanza.
Las nuevas patologías posmodernas: adición al consumo, compras compulsivas, soledad en compañía, adición al ciberespacio, narcisismo social, atrofia espiritual, etc. Cada familia debe empoderarse, defender la individualidad, protegerse contra la discriminación, mantener sus valores, apoyarse en la adversidad donde quiera que se encuentre, y nunca permitir que la cultura de lo desechable, el desapego y la desvinculación les afecte en el modelo de la individualidad social como seres integrales, en el amor, la bondad y la reciprocidad.
La familia es el primer espacio para el desarrollo sano, el artículo de mayor consumo y donde se logra graduarse de persona; Pero también, la familia es un factor protector que cuida, previene y protege contra los riesgos y las adversidades.
La familia no está en crisis, en crisis están las personas, los modelos y los estados que han dejado de invertir, proteger y desarrollar las políticas que fortalezcan y dignifican a las familias. Proteger, cuidar y seguir siendo familia, en diferentes condiciones y circunstancias, en las adversidades y vulnerabilidades. La familia es el valor por excelencia, el orgullo, la identidad, la referencia y el símbolo que ayuda a construir la conciencia social y emocional, la afectividad y el amor para vivir con otras personas.
La familia ha cambiado, pero no muere, no desaparece, sencillamente le han desestructurado su dinámica, su tipología y filosofía de existencia. Pero sigue siendo un factor protector contra el riesgo, la soledad, la adversidad y la miseria humana en que se vive en la posmodernidad. La familia construye la fortaleza emocional y social con la que se debe vivir y asumir la existencia. Contar con su familia, sus padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, amigos, es lograr la felicidad dentro de la pobreza relacional, y la felicidad subjetiva.

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