La familia nos salva

La familia nos salva

Entramos en noviembre, el Mes de la Familia: ocasión para la reflexión, oportunidad para la esperanza. Particularmente no veo salida inmediata en nuestra sociedad que no sea en la familia. Creo que si nos enfocamos en nuestras familias y luchamos porque cada uno de sus miembros tenga valores podremos salvar nuestros hijos y nuestros familiares de esta gran crisis moral de la sociedad del presente.

Es preciso que trabajemos y que realicemos nuestros proyectos, sin suplantar la familia.

Es necesario que a nuestra familia le demos toda la atención que necesita en cada acontecimiento de tristeza, de búsqueda, de inquietud y de alegría. Ahora más que nunca antes.

Mucha gente no acaba de entender que hay que detenerse en cada detalle de los hijos. Que hay que darle importancia a cada reunión de su colegio, que hay almorzar con los hijos y escucharles después que salen de la escuela para descubrir qué traen en sus corazones y orientarlos en el momento preciso. Y no basta con que los hijos se hayan hecho grandes. Un buen padre, una buena madre tienen que estar ahí siempre para apoyar a sus hijos en sus proyectos, en sus luchas, en sus tristezas y hasta en sus frustraciones por esta sociedad que no da tregua.

Si nos apoyamos en nuestra familia y le damos la importancia que ella tiene también podremos ser más felices. Podremos encontrar en ella un caudal de afectos y de satisfacciones que inclusive nos rescatarán de las insatisfacciones que arrastramos al ver una sociedad que se maneja con doble moral, que atropella la dignidad humana, que miente en muchas ocasiones y que cada vez es más inhumana.

He decidido hacer votos por la alegría y sustraerme de las penas que naturalmente se sienten cuando uno vive en medio de un mundo que tiende a no practicar la solidaridad, en el que muchos de los valores se compran y se venden y en el que el poder y el dinero son casi las únicas llaves que abren puertas. Sin duda que hay en cada ser una sensación de aplastamiento y de impotencia. Sin embargo, comparto con Uds. mi experiencia para sobreponerme a ese sentimiento desgarrador: recurrir a la familia, interactuar con la familia, estar con la familia, implicarse en los problemas de la familia, la núcleo y la grande, reunirse con la familia y aunque ella tiene sus problemas también, siente una que no habla en el vacío y que ayuda a rescatar a seres humanos de la angustia e insatisfacción que producen los embates diarios de actuaciones que no acabamos de entender ni de aceptar.

En medio de esta vorágine es fundamental fortalecer la familia y dedicarle tiempo. No todo está perdido. Siempre hay un camino de luz que posibilita que rescatemos la esperanza y potenciemos nuestras fuerzas para continuar caminando en esta vida que Dios nos dio para vivirla con alegría y haciendo el bien.

Que este mes nos ayude a la reflexión para si el trabajo nos ha absorbido o la tristeza se ha apoderado de nosotros, pensemos que tenemos una familia y que ella merece que le dediquemos muchas de nuestras energías y emociones. Con ella y por ella vale la pena siempre. Ella es el inicio y el final. Aunque salgamos de ella cuando algo no anda bien, a ella volvemos. Por eso no podemos abandonarla. La familia es como una matita a la que hay que echarle agua y darle luz cada día. Volvamos a la familia y veremos que podremos tener una sociedad mejor.

 

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