La familia y cambio social

La familia y cambio social

En el artículo anterior veíamos como el concepto de familia debe adecuarse a las distintas realidades que encontramos en nuestra sociedad y que por tanto deben definirse desde esa diversidad que apela a la ruptura con la visión de familia como eje de reproducción. La familia no puede reducirse a modelos sino a realidades desde donde se expresan las relaciones de convivencia generadas desde la residencia.

La familia desde sus distintas estructuras es un espacio de reproducción de relaciones de poder que en nuestra sociedad son autoritarias y muchas veces violentas.

Las familias nucleares consideradas como modelo social (hombre-mujer con hijos) son los espacios donde la mujer tiende a sufrir los mayores niveles de violencia que en muchos casos le produce la muerte.

El alto índice de feminicidios y violencia de género así lo muestra.

En todos los tipos de familia (nuclear, monoparental y extensa) encontramos unas relaciones de convivencia violentas en las que las personas adultas desconocen los derechos que tienen niños, niñas y jóvenes a expresarse, a ser respetados y se les maltrata con frecuencia.

 Infantes y jóvenes no son considerados como sujetos con personalidades y saberes propios, por ello el énfasis en corregirlos sin escucharlos, sin tomarlos en cuenta.

En las familias se tienden a mantener las pautas culturales asociadas al status social, a las relaciones de desigualdad racial, de género y de clase social.

Las familias en nuestra sociedad son espacios de resistencia al cambio social y cultural y por ello las instituciones religiosas y sociales preocupadas por la reproducción de las relaciones de poder, el autoritarismo, la exclusión y el conservadurismo apelan al valor de la familia que garantiza su hegemonía en nuestra sociedad.

¿Puede la familia potenciar cambios sociales?

La familia puede convertirse en un espacio de convivencia y aprendizaje para el cambio social. Para ello las personas adultas que dirigen las familias (sean o no padres o madres) deben generar una convivencia abierta y democrática donde todas las personas que la forman tengan iguales derechos y se le respeta sus opiniones y divergencias.

El respeto de los derechos de la población infantil y joven en la familia no debe verse como una amenaza al rol de padres/madres o tutores, sino como una relación distinta donde se aprende el respeto y la igualdad.

Infantes y jóvenes aprenden a respetar los derechos de los otros cuando se le respetan sus propios derechos.

La familia puede potenciar el cambio social si en ella se rompe con las brechas generacionales, las discriminaciones sociales basadas en el racismo, en el machismo y hacia las personas según su opción sexual y cultural.

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