La FAO #1020

La FAO #1020

1020 millones es la cifra que ofrece la FAO de personas que están pasando hambre en el mundo. Una sexta parte de la humanidad. La crisis financiera internacional impulsó el crecimiento del hambre en un 11%. O sea, más de 100 millones se han sumado a la extrema pobreza, producto de la crisis.

La pregunta es ¿se necesita una organización extremadamente costosa a nivel mundial para que recopile estadísticas de otras fuentes y nos diga lo que ya sabemos? Es un momento apropiado, ahora que se discuten nuevas regulaciones y controles para el sistema financiero mundial, que los países grandes que financian esas organizaciones internacionales, promuevan reformas estructurales que las hagan más barata y eficiente.

La mayoría de ellas, incluyendo las de financiamiento multilateral, no justifican el gasto que realizan para cumplir su tarea, generalmente de pobres resultados. Se requiere un cambio de paradigma en esta materia y es el momento de hacerlo. Son los mismos organismos que impulsaron grandes proyectos de reforma del Estado, pero sin mayores éxitos. El mejor ejemplo es este país, donde cientos de millones de dólares en préstamos se invirtieron para reformas institucionales de todo tipo, que hoy el gobierno deshace para manejarse sin transparencia.

Es hora de reorganizar estas entidades internacionales, reducir sus costos, incrementar su eficiencia y concentrar sus operaciones en los países que la necesitan o la demanden puntualmente. Inclusive, muchas deberían desaparecer. ¿Por qué un Banco Mundial por un lado y por otro un Banco Interamericano de Desarrollo, otro africano y otro asiático? ¿O una OPS y una OMS y un IICA y una FAO, todas compitiendo entre sí o trabajando en paralelo?

A diferencia del pasado, las autoridades locales ya no le paran bolas a estas instituciones. Las manejan con indiferencia excepto cuando los invitan a Roma, París o Buenos Aires, con gastos pagos, para asistir a una costosísima reunión donde nada se resuelve. Y ya ni eso es un atractivo para un alto funcionario de un país pobre como República Dominicana, que se da el lujo de ganar mensualmente entre 20 mil y 30 mil dólares, con una tarjeta corporativa para comprar lo que se le antoje.

Estos organismos internacionales han perdido su espacio en muchos países subdesarrollados, donde se ha llegado al cierre de sus oficinas locales. Otros, como el nuestro, aun teniendo gente pasando hambre y necesitando ayuda, no disimulan su desencanto. También los representantes de esos organismos, mantienen un bajo perfil y rara vez ponen en juego sus relaciones armoniosas con los gobiernos de turno. Su misión es pasarla bien hasta que lo manden a otro país ya que cualquier imprudencia puede malograrle la vida. 

La FAO, que es noticia mundial cuando ofrece estas estadísticas espeluznantes, debería reducir su presupuesto a la mitad, dedicar el dinero ahorrado al Programa de Alimentación Mundial (WFP) y concentrar su trabajo donde el hambre es dominante y la capacidad técnica muy limitada. Para el resto, lo mismo.

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