La República Dominicana, igual que otras islas del Caribe, está situada en la ruta tradicional de los huracanes, y por tal razón, es frecuentemente afectada por fuertes vientos e inundaciones que provocan cuantiosos daños materiales y pérdidas de vidas humanas.
Tradicionalmente, el sector agropecuario resulta el más afectado por esos daños, especialmente en infraestructuras, caminos vecinales y reducción de la producción y productividad de sus renglones productivos, lo que termina generando problemas de inseguridad alimentaria y nutricional en la población más vulnerable.
A fin de prestar ayuda para resarcir los daños que causan las diversas catástrofes y conflictos, produciendo graves efectos para la población urbana y rural, especialmente para los grupos más vulnerables a través de un menor acceso y disponibilidad de alimentos y pérdida de medios de vida de los pequeños productores, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) creó su programa de emergencia, el cual va más allá de atender los problemas ocasionados por fenómenos naturales adversos en el sector agropecuario.
A través de ese programa, promueve la transición del socorro a la recuperación de los sistemas alimentarios y agrícolas, ayuda además a los países a prevenir, mitigar y prepararse para las situaciones de emergencia e interviniendo en situaciones de desastre repentino o de lenta evolución, así como en crisis prolongadas.
En este contexto, durante los últimos años, la FAO ejecutó varios proyectos en el país, los cuales en su conjunto buscaron y lograron mejorar la seguridad alimentaria a través de la recuperación de los medios de vida de pequeños y medianos productores y productoras agropecuarios, afectados de manera negativa por desastres naturales y por la situación causada por el déficit alimentario provocado por las alzas de precios de los alimentos e insumos productivos en el periodo 2007 y 2008.
Dos de los más impactantes proyectos de emergencia fueron ejecutados durante el periodo 2008-marzo 2011 a través de una inversión aproximada de RD$97.5 millones (US$2,695,337), y que fueron implementados en las regionales Nordeste, Noroeste, Sur y Suroeste del país. Dichos proyectos fueron financiados por el Gobierno de España a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y el Ministerio de Agricultura la contraparte nacional principal.
En su ejecución jugaron un rol muy importante varias ONG locales y asociaciones de base de las áreas de influencia de los proyectos. Ambas iniciativas mostraron cómo una buena coordinación y sinergia puede poner a actuar de manera efectiva una estructura interagencial conformada por varios tipos de organizaciones, gobierno, ONG y organismo de cooperación internacional. A través de las actividades implementadas en el marco de estos proyectos se beneficiaron más de 30,000 productores, superando en 20,000 personas que se planificó favorecer en el momento de diseñar las propuestas.
Los productores involucrados recibieron la donación de semillas de maíz, habichuela, hortalizas, material para el fomento y rehabilitación de plantaciones de musáceas, herramientas, animales menores, plántulas forestales y frutales, recursos para la construcción de viveros, entrega de fertilizantes orgánicos y químicos, entre otros. También los proyectos estimularon el acceso de ingresos monetarios a pobladores pobres de las comunidades de impacto, a través de su integración a brigadas organizadas para apoyar el proceso de rehabilitación de plantaciones, de caminos vecinales y de obras de infraestructura de irrigación. De esa manera, unos 3,800 jornaleros ganaron dinero que les permitió adquirir alimentos y cubrir el pago de otros servicios esenciales para la supervivencia.
Durante 2008-2009 se ejecutó el primero de los dos proyectos, el OSRO/DOM/801/SPA, con una inversión aproximada de RD$50.4 millones y destinada especialmente a la recuperación de los productores tras la etapa de emergencia provocada por las tormentas Olga y Noel, y las actividades realizadas se enfocaron en los componentes de distribución de insumos agrícolas, material de siembra, entrega de animales menores y rehabilitación de parcelas e infraestructura de riego, todo esto acompañado de un programa de capacitación técnica que permitió el uso eficiente de los insumos entregados e impactó de manera efectiva en la recuperación de los medios de vida de los beneficiarios del proyecto, que se ejecutó en las regionales Sur y Suroeste.
En el segundo proyecto, OSRO/DOM/802/SPA, la FAO amplió su radio de influencia a las regionales Nordeste y Noroeste del país y las actividades implementadas fueron diseñadas bajo sus tres principales componentes: i) restauración de los sistemas de producción y medios de vida de las familias afectadas; ii) generación de fuentes de ingresos a través de trabajos de rehabilitación, y iii) generación de capacidades para el uso de buenas prácticas agrícolas y gestión de riesgos ante desastres en el sector agropecuario.
Este último componente con el propósito de lograr una disminución de la vulnerabilidad climática a la que constantemente están expuestos los productores agropecuarios del país, en especial durante la temporada ciclónica que recién acaba de comenzar. Con las intervenciones realizadas en los dos proyectos se entregaron 4,694 quintales de semilla de leguminosas, cereales y hortalizas, cubriendo un área de producción de 72,240 tareas, a las que hay que sumar 500 tareas sembradas de tubérculos.
También se plantaron 2,688 tareas de plátano y guineo, para lo cual se distribuyeron a productores 271,000 unidades de plántulas y cepas para cubrir un área productiva de 2,693 tareas. En la segunda etapa del proyecto se invirtieron RD$17,319 millones solo en entrega de insumos a los beneficiarios. La introducción del uso de abonos orgánicos a través de los proyectos, acompañado de un programa de capacitación sobre su elaboración y uso, fue una alternativa de impacto significativo en la reducción de los costos de producción de los cultivos que fomentan los beneficiarios al dejar de utilizar o reducir el uso de abono químico en sus plantaciones, sin contar con los efectos positivos que se lograron en recuperación y preservación de suelos agrícolas. Con las intervenciones se entregaron 20,525 quintales de lombricompost y 2,925 quintales de fertilizantes convencionales (triple 15 y úrea). A través del apoyo al establecimiento de huertos caseros y comunitarios se contribuyó a que más de 1,500 familias de 88 comunidades mejoraran sus niveles de seguridad alimentaria y nutricional.
En este tipo de actividad fue determinante la participación de grupos de mujeres, quienes constituyeron cerca del 95% del total de los beneficiarios. Además, en la primera fase se entregaron 406 unidades de animales a mujeres jefas de familia, así como una incubadora con capacidad para 300 unidades de huevos de guinea ó 200 unidades de huevos de gallina. Esto ha permitido que los beneficiarios dispusieran de una mayor cantidad de animales de corral y por tanto de una mayor posibilidad de tener en sus mesas alimentos ricos en proteínas de buena calidad. Para trabajos de rehabilitación se entregaron a productores y jornaleros más de 14,000 unidades de herramientas y se formaron 40 bancos de herramientas en las asociaciones de base de agricultores.
En el marco de la gestión de riesgos se realizaron acciones encaminadas a la conservación, fomento y manejo de recursos forestales, beneficiando productores de la parte alta de la zona de influencia del proyecto. Este apoyo se materializó a través de la entrega de 347,846 unidades de árboles de café, mango y aguacate, con los cuales se plantó un área aproximada a 4,256 tareas, que además sirven para asociar cultivos y diversificar la producción. La FAO no desea que el país sea afectado por fenómenos naturales en esta época ciclónica, pero si se presenta y perturba el suministro de alimentos a la población vulnerable, es seguro que estaríamos ahí realizando nuestro mayor esfuerzo para contribuir a la restauración de los medios de vida de los productores afectados.
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Beneficios proyectos
Durante la implementación de los proyectos se incluyeron componentes transversales en temas de género, VIH-Sida y reducción de riegos; asimismo, se introdujo un programa completo de capacitación en buenas prácticas agrícolas dirigidas a mitigar y reducir riesgos, manejo de paquetes tecnológicos en cultivos como musáceas, leguminosas y cebolla, orientados a mejorar la producción, productividad y manejo postcosecha. La capacitación no solo contribuyó a mejorar la productividad de los productores involucrados, sino también que los condujo a la implementación de prácticas que les garantizan mayores beneficios e ingresos en el momento de mercadear sus productos. Las capacitaciones también contribuyeron a implementar medidas de adaptación al cambio climático de los sistemas productivos que utilizaban esos productores.