La FAO y la hipocresía gourmet

La FAO y la hipocresía gourmet

Hace algunos días, agencias de noticias internacionales publicaron la información de que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) había recomendado aumentar la reproducción e ingestión de insectos, como forma de contribuir a mermar el hambre, basándose en un estudio de la universidad de Wageningen (Países Bajos) patrocinado por dicha institución.

El entusiasmo por la investigación provino del conocimiento de que en algunos lugares del planeta (no tantos como refieren los autores del estudio) se acostumbra a comer insectos sin aparentes efectos colaterales indeseables en su condición de salud. Es el caso de Japón, Indonesia, Sudáfrica, México, Colombia y otros.

Hace muchos años que el hambre es azote en el mundo, con sus secuelas de desnutrición y muerte. De los clásicos cuadros africanos y de regiones social y económicamente deprimidas de Asia y América Latina, surgió la idea de formar organizaciones como la FAO para enfrentar el hambre y, como era de esperarse, con discursos y  colectas internacionales ante hambrunas vergonzosas para la humanidad, no se ha logrado dominar al monstruo, porque el hambre no es cambiante, como las estaciones del año, sino algo permanente donde hay explotados y explotadores y, sobre todo, el resultado de una distribución injusta o desigual de los recursos disponibles.

Luce como una burda hipocresía gourmet, que representantes de la FAO se reúnan a teorizar sobre el hambre, pasada, presente o futura y lo hagan con banquetes de comidas tradicionalmente costosas, como aperitivos exóticos, filetes, mariscos (probablemente incluido el lujoso caviar) y no preparen sus platos con cucarachas, piojos, garrapatas, hormigas, avispas, gusanos y grillos, para predicar con el ejemplo.

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