El término farándula se empleaba originalmente para designar un nombre a la compañía de teatro, especialmente aquellas integradas por cómicos ambulantes, que iban de un lado a otro del mapa mundo llevando su performance humorística.
En este caso la endosamos a la política dominicana, que no es más que un teatro, lleno de actores con diferentes roles para entretener a una población que exige al menos que una de las políticas públicas del Estado sea resuelta.
El escenario político de República Dominicana está lleno de actores de reparto, adecuado al guión escrito por el gobierno de turno, que utiliza los poderes del estado como sello gomífero.
Las pantomimas son las de mayor presencia en este teatro, representado por actores secundarios y de repartos, que repiten a voces las obras del gobierno, buscando esconder tras las grandes escenografías la pobreza que nos arropa.
Los partidos políticos que junto al gobierno son los directores en las tablas, se enfocan en las leyes para garantizar sus estabilidades y ante las luces del escenario debaten sobres sus intereses grupales, pero tras bambalinas comparten las mieles del poder, sin importar si su público, en este caso Republica Dominicana, tiene al menos la alimentación garantizada.
Blinda sus acciones bajo la armadura de la justicia, en sus archivos siempre hay un guión listo, para competir en el escenario con una obra que relata su realidad, pero no es de agrado que el público se entere de sus malas actuaciones.
El pueblo como actor figurante, solo tiene una pequeña participación, la que se realiza cada cuatro años. Su rol es tan minoritario que ocupa cinco caracteres en el guión, votar es su papel para la legitimación de los comicios y garantizar una estabilidad en las escenas.
Obras vienen, obras van, los directores comparten con los actores principales en sus camerinos, llenos de buenas comidas y bebidas y dan órdenes a los actores secundarios y de repartos para trazar las líneas graficas del escenario.
La farándula politiquera en República Dominicana, dirige la irreflexiva audiencia, que con golosina y gaseosas camina hacia el abismo, anestesiado por la efervescencia que se vive en las tribunas del teatro.
Las garantías son escasas para los actores frecuentes, las políticas públicas son nulas y la carestía de la canasta familiar, presenta un escenario oscuro para ellos.