La fauna marsupial antillana

La fauna marsupial antillana

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATERAUX
Se atribuye a los surrealistas la invención de entes poéticos huérfanos de toda lógica. Los pintores surrealistas aspiraban a la representación plástica de intimidades mentales; los poetas de esta escuela creían que era posible atrapar «el flujo de lo inconsciente». Después de las investigaciones terapéuticas del psicólogo Sigmund Freud se puso en boga entre los artistas un gran respeto por los locos. Se decía que los dementes daban rienda suelta a todo lo que nosotros – burgueses miserables sin intuición – reprimíamos durante la mayor parte de la vida.

Al cabo de la madurez, hartos de retener nuestras peores pulsiones, acudíamos al consultorio del psiquiatra, le hacíamos confesiones terribles reclinados en un diván, y regresábamos a la casa un tanto aliviados, para volver a acumular nuevas frustraciones. Estos «casos simples» no son mas que curaciones periódicas por catarsis.

Pero algunos escritores conectaron al Segismundo de Viena con el Segismundo de Calderón de la Barca; decidieron que el sueño es mucho más «gratificante» que la realidad; que una porción considerable del arte contemporáneo era, en el fondo, una «falsificación» de la realidad, una creación nueva, mas real que la realidad cotidiana que nos llega por los sentidos. Cierto escritor, contertulio habitual de un café de Paris en los primeros años del siglo XX, afirmaba su individualidad especifica diciendo: «yo le llamo tabaco a lo que es oreja». Nunca pensó que esas actitudes artísticas, dominadas por la pura gratuidad del juego, serian imitadas por los políticos cincuenta años mas tarde. Hoy estos últimos llaman perfume a lo que es… orina.

Los esfuerzos racionales dirigidos a aclarar las cosas mediante análisis y comparaciones, experimentos y silogismos, constituían para los viejos surrealistas caminos baldíos trazados por la ilustración en el siglo XVIII. Los enciclopedistas habían confeccionado una camisa de fuerza que nos llevaba: primero a la desventura y después al psiquiatra, sin hacernos enloquecer por completo.

El loco completo, el esquizofrénico, no solo es feliz sino que, además, tiene acceso a la belleza de lo inconsciente, al mundo inédito de lo irracional. La estética del absurdo siempre producirá obras mas bellas que la preceptiva académica, la sensatez o las reglas de la proporción. El único cánon aceptable es la abolición de todos los cánones. También en este aspecto los surrealistas dieron las pautas a los políticos. No hay ley, reglamento ni norma, que los dirigentes de los partidos no hayan transgredido en los últimos veinte años. En la actualidad hay políticos que actúan sin el menor rastro de lógica; existen otros que necesitan psiquiatras que les recomienden confinamiento permanente en un sanatorio. Podrían recluirse, preventivamente, en La ciudad de las gavetas, de Salvador Dalí.

Salvador Dalí experimento con sirenas diseñadas a contrapelo de las tradicionales – como la modosa del puerto de Copenhague -, sirenas con cabeza de pescado y piernas de mujer. Esta sirena pareció a los barceloneses conservadores un adefesio, un monstruo horrible e inaceptable. Una mujer con cola de pescado puede tolerarse; ahora bien, con cabeza de pescado no podría entrar ni siquiera en los clubes de marineros de Cataluña. El mismo Salvador Dalí es el autor del cuadro titulado Familia de centauros marsupiales: animales mitológicos mitad hombres y mitad caballos, pero provistos de marsupias de canguro, como si los griegos de la antigüedad hubiesen pasado por Australia. En ese continente, como se sabe, hay incluso gatos marsupiales. (Los centauros marsupiales que Dalí pinto en 1941 comen niños y si pelean, meten las manos hasta las entrañas). En relación con este tema tan original los políticos han superado a los pintores surrealistas. Son hombres, puesto que sus nombres aparecen en las boletas electorales; son caballos, porque trotan, usan anteojeras, caracolean, piensan poco y dan coces; además, tienen bolsas o marsupias donde guardan el dinero que roban del erario. Son, pues, centauros marsupiales. García Lorca escribió un largo poema dedicado a Dalí. De ese poema saco estos versos: «¡Oh, Salvador Dalí, de voz aceitunada! / Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros. / No alabo tu imperfecto pincel adolescente, / pero canto la firme dirección de tus flechas. /»

Bolsillos, carteras, zurrones, maletines, macutos, bolsas, sacos, árganas, talegas y billeteras, deberían figurar, como si fuesen escudos de armas, en los papeles y tarjetas personales de tantísimos políticos marsupiales que habitan en las Antillas descubiertas por… el gran almirante del mar océano. Las naturalistas todos – clásicos y contemporáneos – afirman equivocadamente que no existen marsupiales en las Antillas.

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