La fe no es estocástica. Tampoco es una apuesta

La fe no es estocástica. Tampoco es una apuesta

Rafael Acevedo

Creer es una decisión racional, no un acto emocional ni de adivinación. El que cree ha decidido lo que piensa y asume respecto a un asunto determinado. Tener 99/100 quinielas no da seguridad de que se obtendrá el premio; aunque la colección de evidencias y elementos de juicio aumente nuestro nivel de certeza.

La probabilidad es susceptible de cálculo matemático. Contrariamente, la posibilidad no es gradual ni proporcional; algo es posible o no lo es. Es asunto lógico, no empírico; no es producto del cálculo ni del experimento. Tampoco de observaciones o experiencias metódicamente diseñadas y controladas.

La fe es, ciertamente, una certeza. Aunque se trata de una derivación de experiencias y emociones, de observaciones y deducciones respecto a lo que se nos ha dicho sobre Dios, lo que hemos leído y lo que hemos “experienciado”.

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La fe es muy diferente a una apuesta basada en el azar o las probabilidades. Es una vivencia y experiencia distinta, que tiene un componente emocional calmo, sosegado, ajeno al corto plazo y al inmediatismo.

Tampoco es una alegría que salta, sino más bien una que sonríe cautamente y sabiamente. Que se sitúa confiada y uniformemente en el presente, el largo plazo y la eternidad.

Pero la fe también está enfrentada a los problemas ordinarios y extraordinarios de la vida. A los que suele sobrevivir sin deterioro, aunque salgamos física y psíquicamente fatigados. Mas, su sustancia no suele deteriorarse, sino más bien tiende a fortalecerse, debido a que incluye expectativas de favores eternos.

“La auténtica fe es la capacidad de conservar un corazón que venere a Dios y se someta a Él, aunque nos topemos con dificultades y fracasos, y tengamos sufrimiento carnal o espiritual’’.

Pablo dice: “(La fe es) la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Y como ocurrió con muchos que también han tenido experiencias trascendentales, la fe ya no se refiere a la existencia o no existencia de Dios, sino a lo que uno opta adherirse en actitud de entrega.

Por lo que la fe no es cuestión de creer o no creer que Dios exista: La cuestión es creerle a Dios.

Satanás sabe, igual que Pablo o cualquier humano, que Dios existe. Otros también lo creen pero poco les importa. O como muchos, acallamos nuestras consciencias para hacer lo que nos viene en gana.

La fe es una vivencia liminar, de primer plano y momento; sobre la cual se ha de construir la relación con Dios.

No basta darse en el pecho, ni decir que teme a Dios. La fe ha de ser robusta, una fortaleza de amor y esperanza al servicio de Dios y de nuestros semejantes.

Por eso Jesucristo pidió al Padre que guardara lugar para los que están deseosos de compartir intimidad y amenidad con él y con el Padre.

Estos días son propicios para pedir, a través del Espíritu Santo, que se nos aumente la fe, el compromiso y deseo de ser parte de ese Glorioso Proyecto.