Conversando en el hotel Radisson en Dubái en un alto balcón, en la ciudad principal de los Emiratos Árabes, un grupo de buenos amigos, gerentes de laboratorios, los señores Francisco Guillén, Martín Rodríguez, la Dra. Norma Pourriet y un servidor sentados frente a unas copas de tinto, echábamos unos párrafos sobre la felicidad. Hacíamos la reflexión, en virtud de que en la tarde habíamos paseado por el desierto, montado los camellos y degustado una exquisita cena en las desérticas arenas en un vecindario beduino bajo la luz de la luna, con un hermoso espectáculo con su música y el belly dance. Nos preguntábamos si ese pueblo árabe con su gran riqueza económica en verdad era feliz. La mañana del día anterior había tenido en mis manos leyendo el libro:»Felicidad y positivismos, algunas reflexiones», de la autoría de su gobernante, su excelencia Mohamed Bin Rashid, obra en la que él defiende la campaña de su gobierno de promover, auspiciar y premiar la felicidad. Se premia a los emprendedores, los buenos choferes, los estudiantes excelentes, las madres abnegadas, los empleados eficientes, etc.
En ese conversatorio amigable, pensé en su libro y lo cito: «Mi respuesta para hacer feliz a mi pueblo es sí. El rol de los gobernantes es crear el ambiente adecuado a través del cual cada persona pueda alcanzar sus sueños y ambiciones y que lo pueda hacer por el mismo. Nuestra parte es crear ese entorno y no controlarlo. El trabajo del gobernante es empoderar a la gente y no tener el poder sobre ellos, la función principal del Estado es procurarle al pueblo la felicidad»
Reflexioné sobre ¿qué está pasando en el mundo? el mes pasado me tocó viajar a Ecuador. Allí fui a Quito a dictar una conferencia sobre las adicciones y el cerebro y arribé el día después de la protesta de los cholos, los descendientes de indígenas, la ciudad parecía un desolado campo de batalla. Luego, viajo a Barcelona a una actividad sobre los dolores neuropáticos y por las protestas masivas el tránsito se entaponó y casi pierdo el vuelo de regreso. Vemos hoy que Chile, Haití, Bolivia, Kuwait, Nicaragua, Irak, España, hasta HongKong, etc., están en protestas contra sus gobernantes, donde las condiciones socioeconómicas, la corrupción, la desigualdad social, las injusticias, la impunidad, las penurias y el penoso aumento de la brecha entre ricos y pobres, son los factores comunes de estas protestas. Pensé en el destino de nuestro terruño y en qué nos deparará el futuro como nación feliz ante una tan convulsa realidad latinoamericana y del vecindario.
Como vemos, la felicidad es una aspiración humana de bien estar máximo, una huida de la muerte y también una vida sin enfermedades, miedo, dolor, sufrimiento y frustraciones. En su esencia, la felicidad arranca de la ausencia de dolor y sufrimiento. Y no solo, claramente del dolor referido a cualquier malestar o padecimiento físico, sino también del sufrimiento económico, inherente a no poder ese ser humano vivir una vida aceptable, decente y digna vida social. En una cotidianidad justa, distanciada de: estrés, angustias, carencias, privaciones, frustraciones, envidias, desazón, ambiciones desmedidas, derechos conculcados, desigualdades económicas abismales e inseguridad en todos los aspectos, la del diario vivir y la de su futuro.
Al igual que el monarca de los Emiratos Árabes, yo defiendo los conceptos de felicidad y lo positivo, desde todos los ángulos y perspectivas. Creo firmemente que usted mismo es quien se construye su propia felicidad, nadie se la dará. Reforzando su propio espíritu, valorando y aplicando correctas visiones y estrategias de vida. Tal como decía Immanuel Kant:»Aun cuando todo hombre desea alcanzarla nunca puede decir de manera bien definida y sin contradicciones lo que propiamente quiere y desea para esa felicidad plena. Sustento y lo he repetido en reiteradas ocasiones que la felicidad tiene 5 íes principales: intransferible, innegociable, inmediata, íntima e indefinible. Meditemos todos con sensatez y sabiduría, hagamos el esfuerzo supremo como nación para no caer en esa apesadumbrada lista de pueblos entristecidos, abatidos por la violencia social y sin felicidad. Que tengan todos mis lectores un sábado muy feliz.