La felicidad no es atropellar a los demás

La felicidad no es atropellar a los demás

Inteligentemente, Dios, creó a los seres humanos para que, con sus capacidades de seres racionales, buscaran, de forma armónica y con el amarse los unos a los otros, la felicidad, de forma que la Tierra fuera un planeta adaptado para la convivencia con el aprovechamiento equitativo de los recursos, explotados con equidad.

Después de miles de años de esos afanes divinos, de que los humanos actuaran por la línea de la lógica y del amor, el resultado ha sido desastroso. No hay dudas que el peor ejemplo lo vemos de cómo las enseñanzas del Hijo de Dios se explotaron y utilizaron maliciosamente para que, por dos mil años, la sangre derramada por esas interpretaciones, ahogaran la doctrina del amor. El resultado es el destripamiento de comunidades, de naciones y de continentes, para cada quien imponerse sobre los demás y apoderarse de los recursos que le proporcionen la felicidad.

La máxima aspiración de hombres y mujeres es alcanzar la felicidad a como dé lugar. Las diversas manifestaciones de la misma van de acuerdo a las influencias del medio ambiente donde viven, desde el mismo seno familiar, de la comunidad o de su nación. La amplia gama de alcanzar esa felicidad abarca desde vivir en consonancia con el respeto a las leyes de Dios hasta la adoración del oro que obtienen con el atropellamiento de los derechos de los semejantes.

Un filosofo francés de la actualidad, André Comté-Sponville, ha dedicado su impresionante labor docente para enseñamos a conocer los medios para ser felices, y de cómo alcanzarla, sin tener que abusar de los demás. Incluso él establece: el que se suicida cree alcanzar la felicidad con su auto destrucción y es feliz porque cree que se escapa de sus desgracias al eliminarse físicamente.

Sin embargo, Comté-Sponville lleva su razonamiento de la búsqueda de la felicidad al establecer que cuando en un ambiente tienen de todo sin poder ser felices es porque nos falta la sabiduría. Y esto es debido a que mal interpretamos ladinamente nuestra creencia de la felicidad basada en el bienestar que proporciona el dinero. Así, los cánones morales que antes guiaban a las sociedades, ya no existen y se han transformado para callar las conciencias hacia la obtención de riquezas para sumergirse en una felicidad falseada por nuevos valores antiéticos, donde la corrupción y la maldad dominan, controlan y guían las acciones humanas.

El filosofo francés nos remacha el clavo en cuanto a las esperanzas que nos formamos para buscar la felicidad, la cual siempre buscamos desesperadamente, pero al no aplicarnos con sabiduría nos quedamos en el umbral de la incertidumbre de forma que se modifican todos los patrones lógicos de la conducta para falsear acciones en donde lo máximo ahora es alcanzar una felicidad llena de violaciones a los derechos de los demás sumergiéndose en corrientes, que a final de cuentas, solo producirán desengaños y frustraciones.

Es nuestro derecho como seres y criaturas de Dios, alcanzar la felicidad.

Pero no es arrollando a los demás con acciones corruptas y abusivas, empujadas por las ambiciones desmedidas y que en esta sociedad actual se mide por el disfrute del poder o de riquezas para supuestamente asegurarse un futuro feliz.

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