La felicidad y la Navidad

La felicidad y la Navidad

LUIS R. SANTOS
Indefectiblemente tengo que empezar este artículo formulando la siguiente pregunta: ¿Somos los seres humanos más felices durante las celebraciones de las fiestas de Navidad y año nuevo?

La pregunta es válida en virtud de que en esta época la palabra felicidades está rozando nuestros oídos a cada instante, la percibimos zumbando hasta en el frescor de la brisa de diciembre; la radio, la televisión, el computador, el celular, los diarios y revistas están saturados de felicidad. Sin embargo, habría que analizar hasta qué punto somos felices por el hecho de que por todas partes nos estén proponiendo que seamos dichosos, bienaventurados. El hecho de que para esta época se ponga de moda el término, necesariamente tenemos que alegar que para la mayoría la felicidad está asociada a fiestas, a regalos, a vacaciones, a bullicio.

Pero lo que en otros tiempos era una celebración con un alto matiz religioso, donde había una clara intención de sumirse en la reflexión, en el recogimiento, en el reencuentro, al paso de los años se ha transformado en una celebración casi exclusivamente para rendir culto a Baco, al dios Mercado y ejercitarnos en el sibaritismo.

En esta época el dios Mercado es el gran homenajeado; la gente hace lo indecible para adquirir cosas, para comprar alimentos y bebidas en exceso; para sangrar nuestras a veces enfermizas finanzas; para endeudarnos hasta la coronilla.

Lo peor de todo es que año tras años nos condicionamos para repetir las mismas acciones; como corderos nos dejamos conducir por los derroteros del dios Mercado. De manera ciega, como marionetas, nos dejamos arrastrar por caminos taponados de equívocos. Y en muchas ocasiones tenemos la creencia de que somos felices. Pero como he dicho en otras oportunidades, la felicidad es también una creencia; lo malo es que tengamos que esperar determinada época del año para creer que somos felices; lo malo es que para imaginarnos felices tengamos que comer, beber y gastar en exceso. Y esa creencia la podemos poner en práctica durante todo el año, sin incurrir en gastos extraordinarios. Pero para ello tenemos que despertar nuestras conciencias y recordar que las cosas que compramos no son las esenciales para vivir la felicidad, para educarnos en la felicidad.

Algunos podrían alegar que la vida no puede tomarse con tanta rispidez, con tanta austeridad, con tanta sobriedad; que debe tiempo para todo; y es cierto. Sin embargo, lo que intento dejar claro es que tenemos la opción de convertir el período navideño en una constante, en una época sin fin en la que no haya necesidad de irse de bruces comprando para tener la creencia de que somos felices. A diario podemos desearles felicidades a nuestros semejantes por el simple hecho de que estén vivos; por el hecho de que puedan respirar y tener la esperanza de que sus vidas pueden transformarse en un remanso de felicidad.

Retomando el tema de las compras y de la seducción, del embrujo que ejerce sobre nosotros el dios Mercado, debo recordar a mis conciudadanos y conciudadanas que éste no ha sido el mejor año de nuestras vidas. Ha sido un año en el que la naturaleza nos ha pasado facturas por las enormes deudas que tenemos con ella; y muchos dominicanos han sido abatidos, han sido mandados a lo más profundo del abismo en que existen. Son muchos los que tendrán que pasar esta época cargada de ficticia felicidad en un refugio, tirados en un colchón, enfermos de desesperación al no saber dónde pasarán el resto de sus días porque la naturaleza les quitó su mansión de piedra, hojalata y cartón en que soñaban su depauperada felicidad. Así que tenemos que recordarnos de ellos; y en su nombre tenemos que ser más austeros, más comedidos; y sacar un porcentaje de lo que pretendemos dilapidar y armar un fajo de solidaridad para aquellos hermanos y hermanas víctimas de la ceguera de la naturaleza, que les cobra a los que menos tienen a un interés muchísimo mayor del que les cobra a los opulentos.

La solidaridad es felicidad; seamos felices siendo solidarios. Y a pesar de todo, recordemos que hoy es el mejor día de nuestras vidas.

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