La feliz ignorancia

La feliz ignorancia

Los viajes tienen la virtud de librarnos de las rutinas de trabajo, de apartarnos de viejísimos problemas locales que conocemos íntimamente: de frente, de perfil, por arriba y por abajo. Cuando paseamos por una calle de nuestro pueblo y miramos las fachadas de las casas, podemos imaginar cómo viven los inquilinos en el interior. Tenemos, en este caso, una idea aproximada de cómo son las cosas “por dentro y por fuera. En cambio, al visitar una ciudad extraña nos quedamos en la superficie de los objetos, no logramos penetrar en lo que hay detrás de las apariencias. Eso despierta nuestra curiosidad, nos estimula a prestar mayor atención al paisaje.

Esta es una de las principales causas de los efectos benéficos” de los viajes; las “excursiones a lugares distantes” producen cambios milagrosos en los ánimos de los viajeros. Al estar libres de la tiranía de los horarios, podemos detenernos a escuchar a un ex-combatiente mutilado que toca el violín en una plaza pública. No sabemos en qué guerra peleó, ni a qué bando pertenecía, ni cómo perdió la pierna que le falta. Solamente vemos a un viejo pobre que toca el violín por las calles para ganarse la vida. Algunos violinistas callejeros interpretan ciertas piezas musicales con gran dulzura o inesperado vigor. Por un momento nos dejan en suspenso”.

Los viajeros, desde luego, podrían tener dolorosas sorpresas. A distancias menores de una cuadra del escenario donde tocan estos violinistas existen cafeterías y fondas. Si entraran en una de ellas les informarían: no se acerquen solos donde haya terroristas inválidos tocando algún instrumento. Son emigrantes balcánicos que actúan en pandillas. La misión del violinista es atraer turistas ancianos para asaltarlos. Los cómplices se esconden detrás de las iglesias, se disfrazan de limosneros. Así como no sabemos quién es “el pobre violinista”, tampoco sabemos nada de los odios políticos, de los prejuicios religiosos, culturales, étnicos.

Podríamos entrar a un museo sin saber que en la explanada de enfrente hubo una matanza de estudiantes, cuyo aniversario será celebrado al día siguiente. Los carteles, la atmósfera inquietante, avisan de manera imprecisa que algo anda mal. La ignorancia ayuda a disfrutar. Quien añade ciencia, añade dolor, decía Salomón. No estaba descaminado.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas