La ficha perfecta
Luis Castillo ejecuta bien en Nueva
York Por Anthony DiComo

<STRONG data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2007/09/1A53720A-D725-4B7B-863C-51B30829FF5E.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=269 data-eio-rheight=390><noscript><img
style=

MLB.com
NEW YORK.-
Luis Castillo se quedó mirando la raya de cal tranquilo y vio como el coach Sandy Alomar Sr. hacía sus señales cotidianas. Unos momentos más tarde, Castillo tenía sus órdenes. La señal era de hacer swing libre. Generalmente es así.

 Pero Castillo no hizo swing libre. Ni siquiera lo consideró. No con José Reyes en primera base, viendo segunda como un objeto a codiciar. Si Castillo hacía swing, podía dar foul, elevarse, o un número de cosas que impedirían que su veloz compañero de equipo se robara otra base.

Así que por el contrario, Castillo ni siquiera levantó el bate de sus manos hasta que Reyes estaba parado en segunda, con su uniforme un poco más sucio y su sonrisa más brillante. Luego Castillo tocó, enviando a Reyes a tercera. Segundos más tarde, Reyes pasaba por el plato.

 Castillo, parece, es un buen tipo para tenerlo cerca de Reyes.

“Yo espero dos strikes”, dijo Castillo. “Lo espero. Si veo una recta alta, no voy a arriesgarme a fallar con un out”.

Ese es el único chance que Castillo no aprovecha. El pasa por el clubhouse como un boxeador adolorido, luego se mueve por segunda base con abandono.

Castillo no está cerca de un 100 por ciento, sin embargo es la pieza que completa el equipo.

Y desde que se unió a los Mets hace un mes y medio, Castillo ha dado la estabilidad que los Mets no tenían desde hace un tiempo.

Nada mal para una resolución rápida.

El gerente general Omar Minaya importó a Castillo para llenar el hueco que se formó cuando José Valentín se fracturó la pierna derecha, poniéndole fin a su temporada antes de la fecha límite de cambios.

Minaya sabe que esos “parches” generalmente no encajan bien. Y también sabe que a veces hay espacio para excepciones.

Así que consideren a Castillo, un brillante en el desierto. Ha bateado .275 desde que se unió a los Mets, con un jonrón y seis robadas. Eso está bien. Pero en el contexto del valor para el equipo, no significa nada.

La verdad es que Castillo podría batear .350 o .200, y su valor no cambiaría mucho. Los Mets lo adquirieron por su defensa y esa sigue siendo su principal preocupación.

Es un trabajo que no se ha tomado a la ligera. Castillo se maneja en segunda mejor que la mayoría, con un guante estable y fuerte y con alcance.

Con Reyes, ha formado un gran dúo de doble matanzas, y hacia su izquierda le ha dado un buen margen de error para los envejecientes inicialistas de los Mets.

Castillo no ha sido muy lumínico en su juego, pero eso no gana partidos, la rutina sí lo hace.

“Pueden ver”, dijo el reemplazo Rubén Gotaz. “Siempre está en el lugar adecuado. Eso se da cuando alguien juega todos los días y conoce el juego”.

Gotay no es un gran fanático de Castillo. Antes de los Mets conseguir al dominicano, Gotay era el jugador de todos los días. Ese experimentó solo duró dos semanas, dejando a Castillo con el puesto de abridor y a Gotay con mucho tiempo para ponderar su futuro y aprender.

“Veo lo fácil que lo hace”, dijo Gotay. “Es buen overlo jugar, así puedo mejorar”.

Castillo también ha comenzado a expandir el vocabulario de los Mets en cuanto a lo que se refiere a jugadas rutinarias. El lunes, con el lanzador Tim Hudson aventurando demasiado lejos de la base, Castillo cruzó miradas con el lanzador Oliver Pérez, se viró a la base y atrapó a Hudson fuera de base.

“He tratado de que haga eso todo el año”, dijo el dirigente Willie Randolph de Pérez. “Le dije, ¿ves? Esto es lo que sucede”.

Esto es lo que sucede ahora que Castillo está aquí para liderar. También lo hace en la ofensiva, dándole a los Mets el segundo bate que han necesitado en mucho tiempo. Reyes le da crédito a su reciente explosión en robos -se estafó 23 en agosto antes de enfriarse un poco en septiembre- casi exclusivamente a la presencia de Castillo en la alineación.

El espera dos pitcheos sin miedo de batear con dos strikes. Si Castillo ve a Reyes correr, no hace swing, sin importar que sea una recta suave por el medio.

Y una vez Reyes está en segunda, Castillo se convierte en un mago con el bate, capaz de tocar y batear hacia la banda contraria cuando quiere, para mover a Reyes.

“Cuando me embaso”, dijo Reyes, “me deja robar. Y luego toca para moverme. Es un jugador de equipo y lo que uno necesita”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas