La fidelidad en la política es una especie en extinción. La misma encierra todo un universo de elementos que debido a la escasa formación que en términos políticos tiene nuestra sociedad, esta y con el correr de los años, se ha venido prostituyendo de una manera tan vulgar que ha traído como consecuencia el aumento considerable en cada uno de los procesos electorales, tanto del transfuguismo como de las migraciones.
Fidelidad y Política, son terminologías que a la hora de ser analizadas encierran en su interior todo un océano, las cuales si no se saben interpretar para el buen funcionamiento de nuestra sociedad, es muy probable que el barco de la Ética encalle con la primera roca que encuentre.
Fidelidad, es lo mismo que actuar con la verdad y por la verdad, mientras que Política es el arte de servir con eficacia y ética ante el pueblo y para el pueblo.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando estos dos términos son colocados en un mismo carril pero a mitad del camino la primera falla para coger otro rumbo?. Sencillo, la segunda se coloca en una situación peligrosa en donde casi siempre afloran temibles fantasmas por las rendijas de la traición, lo que al final traen como consecuencias, tanto las migraciones políticas como el transfuguismo.
En nuestro ejercicio periodístico, el cual iniciamos en el 1997, específicamente el 2 de febrero, en los periódicos Hoy y El Nacional, medios para los cuales laboramos desde la citada fecha, no había visto un panorama tan sobrecargado tanto del transfuguismo como de las migraciones políticas.
En muy común observar a ciertos actores dentro del presente escenario, a figuras que en la mañana están en un lado, en la tarde en otro, en la noche sirven a un señor diferente y en la madrugada sueñan con otras realidades, es decir, que muchos ni siquiera a sus pensamientos les están siendo fieles, mucho menos a quien dicen seguir y llamarle señor dentro de los partidos del sistema.
Es penoso decirlo, pero hay que hacerlo; en estos tiempos, asistimos a un mayúsculo espectáculo en donde lo que reina es la deslealtad, y en muchas ocasiones, la falta de principios éticos dentro del campo de la política.
El alto grado de indelicadeza, las bajas actuaciones de algunos de los que se creen tener las verdades agarradas por…. más la poca profesionalidad de otros para desenvolverse en medio de las confrontaciones de las ideas con la altura que demandan estos nuevos tiempos, entre otras necedades, son de los elementos que obligan a cualquier mortal, cuando busca el lado bueno de las cosas, a refugiarse dentro de sí mismo y solo hacer contubernio con sus razonamientos, pues, a lo mejor sea uno mismo su mejor compañías para no sufrir los embates de tantas películas fantasiosas como las que se presentan con múltiples caretas dentro de esta difícil sociedad.
«El que tenga oídos para oír que oiga, el que tenga ojos para ver, que vea» Mateo 13:9.