La fiebre no está en la sábana

La fiebre no está en la sábana

La última medida que ha tomado la Junta Central Electoral, para captar los datos biométricos a todos los dominicanos que salgan o entren al país por los puertos o aeropuertos puede ser complicada. Aunque, supuestamente, resuelva el problema de suplantación de identidad o de identidades falsas, inventadas, que se han puesto de manifiesto. También, deberá completar el patrón electoral.

El procedimiento que se seguirá no ha sido publicado. La noticia indica que se instalarán quince máquinas en los aeropuertos y puertos del país, sospecho que en cada uno quince.

No obstante, quedan muchas dudas y preguntas en volandas. Supongamos que llegue o salga un ciudadano: ¿Deberá hacer la cola de JCE? ¿Si ya se había inscrito bastaría con presentar el comprobante o habría que verificar que está en el padrón? Si está en el padrón y su nombre tiene una letra cambiada, ¿qué pasará? Si no aparece en el padrón aunque tiene el comprobante, ¿qué pasará? Si no se inscribió, ¿se inscribirá ahí? ¿Si no le interesa inscribirse porque reside fuera? ¿Si tiene que ir a la Oficialía o Junta Municipal y vino a pasar pocos días con su familia? Si simplemente no va, ¿qué pasaría? Finalmente, ¿cuál es el porcentaje de dominicanos que viajan y no están inscritos? ¿En qué medida atrasará la salida o entrada de pasajeros esta medida?

¿Resolverá esta medida el problema de triples cédulas y falsas identidades? Si a partir del 2008, nos tomarnos los datos biométricos para la nueva cédula de identidad y electoral, que no se ha hecho realidad todavía, ni ha impedido el delito.

La JCE actual ha realizado esfuerzos interesantes que abrevian los trámites y de seguro tiene la mejor buena voluntad, pero ¿son los puertos y aeropuertos los lugares idóneos para llevar a cabo esta cruzada?

Una acción fundamental en la que podría emplear esos recursos es la educación y depuración del personal que trabaja en las juntas y oficialías, ahí está el meollo. Mientras hayan empleados que no comprendan que darle una cédula a una persona implica darle la ciudadanía dominicana o en otras instituciones darle un carné es hacerlo coronel o miembro del servicio secreto, etc., será más caro o más barato pero las cédulas y los carnés se conseguirán aunque pongan centuriones en cada esquina.

Al parecer mucho del personal que ha laborado y viene trabajando en la Junta Central y especialmente en las Oficialías del Estado Civil son de escasa formación, véanse los ejemplos que me han ocurrido.

1.- Hace unos veinte años necesité un acta de nacimiento, no era la primera. En esa ocasión, mi padre ya no se llamaba igual como lo había consignado el juez Ravelo en aquellos lejanos años sino que le habían cambiado una letra.

Así aparecía en el «libro» por supuesto, una trascripción del que dejó Ravelo, no hubo forma, aunque yo poseía actas viejas que estaban correctas y las mostré a la juez civil.

2.- Más adelante, necesitamos un acta de matrimonio. Cuando leímos la que nos entregaron, ni mi esposa, ni yo conocíamos al cura que nos casó, ni nos casó en la iglesia que fue. La madrina no se llamaba igual.

3. En cuatro ocasiones mi segundo apellido ha aparecido como Callado en vez de Cayado.

4. Mi cédula personal y electoral (el plástico) que siempre había tenido y tiene mi nombre correcto, cambió de Cayado a Cañado. Me di cuenta cuando comenzaron a llegar los recibos de CODETEL con ese nuevo apellido. A resultas de averiguaciones en esa empresa, fuimos a parar a la Junta Central donde lo habían  cambiado en el listado.

5. Hace sólo unas semanas, en el acta de nacimiento de mi hija, yo aparecí con apellido Cayado y nombres Julio Santos.

La corrección de cada uno de estos comprobados errores exógenos, pues tengo actas y cédulas viejas correctas y no he solicitado modificación de mi nombre completo, implica pérdida de tiempo y dinero que incluye visitas personales, cartas y abogados.

Los magistrados de cualesquiera de las juntas u oficialías pueden ser ilustrados, amables, complacientes, si lo son, los resultados que arrojan sus actos, desde luego, van cargados de los errores de sus subalternos.

A menos que estemos frente a casos de malicia: cambiarle una letra para que entre un dinerito, lo que resisto a creer.

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