y IV
La Física, por lo menos la Mecánica del Universo, ha tenido las siguientes eras: Pitágoras (más breve) Aristóteles, Galileo, Newton y finalmente la que se deriva de la Teoría de la Relatividad de Einstein, modelo vigente. Todos estos científicos son reconocidos como excepcionales e iluminados. Newton que hoy tratamos y termina esta serie, nació seismesino en Woolsthorpe, el 25 de diciembre de 1652, quedó huérfano de padre muy joven, no se llevaba bien con su madre que se volvió a casar con el reverendo Barnabas Smith, éste quería una joven esposa, no un hijo. Barnabas murió cuando Isaac tenía 10 años. Su madre Hannah lo envió entonces a una escuela puritana: Grantham. Estudiando en esa escuela se hospedaba donde un farmacéutico llamado William Clark. Newton y Clark se estimaban, quizá porque el farmacéutico lo puso a trabajar con el mortero mezclando químicos.
En la escuela, siendo intelectualmente superior, sucedía lo que suele pasar, los otros niños lo odiaban, tampoco no faltaron maldades y burlas. Estos años lo prepararon para la solitaria e intensa vida que llevó posteriormente, es posible que le agriara el carácter. Ante esta situación, su madre lo mandó a vivir con un tío campesino; estar criando vacas, paleando estiércol y sembrando los campos no cuadraba con Newton. Finalmente, ese tío y el director de Grantham, reconociendo el genio de Isaac, lo despacharon para Trinity College, Cambridge, una de las universidades cimeras en el mundo. La pensión que le otorgó su madre era tan baja que tuvo que contentarse con ser “subsizar”, el rango más bajo entre los estudiantes del College, para subsistir limpiaba las botas y las bacinillas de los estudiantes ricos. No obstante, Newton había llegado a su casa, nunca más salió de esos claustros, de “subsizar” alcanzó la prestigiosa silla de “Lucassian Profesor of Mathematics”, la misma que ocupa hoy Stephen Hawkin, famoso cosmólogo.
Los científicos formamos una comunidad especial; poco antes de morir Newton escribió: “No sé cómo le pareceré al mundo, pero para mí, creo que he sido un niño jugando a la orilla del mar, divirtiéndome buscando piedrecillas y caracoles, ojalá que el gran océano de la verdad yaciera descubierto ante mí”.
Los lectores saben la anécdota de la manzana que cayó del árbol cuando Isaac Newton meditaba en su sombra y según se cuenta lo llevó a proponer las denominadas Leyes de Newton que rigieron la Mecánica del Universo, es decir, el movimiento de los astros de nuestro sistema solar, válido hasta que Einstein propuso su citada teoría, aunque Newton se aplica todavía a “circunstancias normales”. La manzana cayó pero la teoría necesitó que Newton dedicara muchos años de meditación e intenso trabajo. Aun así, antes trató de descubrir los secretos de la óptica y de la luz e inventó el cálculo infinitesimal que también se atribuye a Leibniz.
Como los cuatro otros mencionados, alcanzó fama en vida, recibió los más altos honores y distinciones pero pasó mucho de su tiempo en rencillas y discusiones, con Leibniz entre otros. Fue la clase de persona que si uno decía el cielo está gris, él diría: “No, en realidad el cielo es azul” y lo probaba. Richard Feynman, a quien conocí, escribió un libro titulado: “¿Qué le importa lo que otros piensan? El libro de Newton que nunca escribió tendría un título más agresivo. En todo caso, la personalidad de Newton no parece haber sido sociable, antes al contrario, quisquilloso y difícil para decirlo suave. Algunos científicos parecen compartir rasgos similares del carácter, cuenta Leonard Mlodinow que en una ocasión Stephen Hawking le dijo que tenía un sentimiento de alegría porque su paralización le permitía enfocarse con más intensidad en su trabajo
Isaac Newton no era muy dado a compartir y publicó poco pero, afortunadamente, guardó todo lo que escribió y mantuvo correspondencia con científicos de donde nos viene todo lo que sabemos de él.