La floreciente industria electoral

La floreciente industria electoral

Los partidos políticos han impuesto su estilo de democracia y el pueblo y los gobiernos lo han aceptado. De ahí que la insaciabilidad de los políticos ha convertido las elecciones en una industria que mueve miles de millones de pesos, con un mercado formal y otro informal que deja muchas ganancias.

El mercado formal está representado por los fabricantes de vallas publicitarias, impresoras de afiches y volantes, creadores de imagen o arquitectos de personalidades, anunciantes en radio, periódicos y televisoras, así como organizadores de eventos políticos.

En el mercado “informal” están los que “comen” con la política o “chiripean” con las actividades proselitistas y que han creado una  clase de obreros  dentro de los cuales se cuentan los depredadores de afiches contrarios, los contratantes de niños y ancianas para que los candidatos los besen frente a las cámaras, los equilibristas de ventanas de jeepetas en los mítines, los compradores de cédulas, los esparcidores de rumores en guaguas y carros de concho, los repartidores de dinero y salamis en caravanas y los coleccionistas de gorras y carnés de todos los partidos para asegurar un empleo con cualquier ganador, entre otros.

Lo interesante del negocio es que algunos del mercado informal, pasadas las elecciones,  dan un salto cualitativo al otro mercado, se convierten en funcionarios, consejeros y asesores con salarios lujosos y numerosas prebendas; ven que el país pasó de infierno a paraíso y a los que eran como ellos, los llaman “chusma” o “inadaptados” sociales, olvidando su anterior y verdadera condición, porque fácilmente se adaptan a su nuevo rol de encorbatados parásitos del tesoro público y creen que han cambiado su baja ralea. 

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