POR SALVADOR CASTRO CALCAÑO
En 40 años desde ocurridos los hechos que narramos a continuación, nunca habíamos querido participar en los medios de comunicación para señalar y destacar nuestra participación en la Guerra de Abril de 1965 en busca de reconocimientos y nombradía, pero escritos inexactos y falseados aparecidos en periódicos sobre esta temática nos obligan a escribir por primera vez para que quede plasmada la verdad de los hechos para la Ciencia Histórica.
Para nosotros estos hechos pertenecen a la Historia, no son nuestros, y tuvieron y tienen tanta trascendencia en la conciencia nacional, por provenir de unas Fuerzas Armadas con el anatema de la tiranía de Trujillo y estar bajo la tutela y orientación del imperio norteamericano; sin embargo, oficiales y alistados de dichas Fuerzas Armadas fuimos capaces de enfrentarlas y enarbolar la inmaculada bandera de la libertad, de la soberanía y de la democracia nacionales por patriotismo. Así que sólo buscamos la gloria en los sagrados Altares de la patria y nada más.
El día sábado 24 de Abril de 1965 estábamos en la fragata amarrados en el muelle No.6 de Santo Domingo, eran las 2:00 p.m. cuando oímos disparos y ráfagas de armas de fuego en Villa Duarte y en el mismo muelle. El oficial de servicio era el alférez de navío Salvador Castro; como es lógico en situaciones como esta el barco se prepara militarmente contra abordajes y se ordena levantar presión en las máquinas (Calderas), eso hizo Castro Calcagno, pues el personal había salido en libertad al ser sábado y quedábamos de servicio en la unidad el 30% de la tripulación.
Como a la media hora de iniciarse los acontecimientos, llama el jefe de Estado Mayor Francisco Rivera Caminero y le ordena al oficial de servicio, Castro Calcagno que «prenda» el barco, «llame al comandante y a la tripulación en libertad y salgan cuanto antes al antepuerto», me dice Rivera, además informó que en la Jefatura de Estado Mayor del Ejército hubo una insubordinación de algunos oficiales y alistados. Se refería a los hechos del capitán Peña Taveras y del sargento mayor Polonio Pierret y sus valientes y aguerridos compañeros.
Antes de la hora ya estaba abordo toda la tripulación de 18 oficiales y 130 alistados, salimos e iniciamos un patrullaje desde Punta Palenque a Punta Torrecilla; al día siguiente ya había 15 unidades patrullando como fuerza de tarea en máxima alerta y de la cual nuestra fragata era el buque insignia (el que comandaba la flota).
Transcurrido el día 24, ya para el 25 de Abril las tripulaciones de los barcos se alegraron mucho cuando Rivera Caminero llamó por teléfono a Rafael Molina Ureña, presidente provisional, para indicarle que la Marina de Guerra apoyaba su gobierno incondicionalmente en sustitución de Juan Bosch que fue derrocado en septiembre de 1963 y se encontraba en Puerto Rico. Inexplicablemente a las pocas horas el Alto Mando de las Fuerzas Armadas retiró el apoyo al efímero gobierno que nos hubiese evitado la guerra fratricida que nos costó más de 3,000 muertos y destrucción física y moral de la ciudad y en la población.
El día 26 de abril, en la tarde, llega a nuestro barco un emisario de la Jefatura de Estado Mayor, el capitán de corbeta Alejandro Rivas Perdomo, asistente de Rivera Caminero, con un mensaje verbal; para confidencialidad subimos al puente de mando el comandante Lara Matos, el emisario Rivas Perdomo, Rafael Valenzuela y Salvador Castro Calcagno; reunidos allí nos dice Rivas: «De parte del Jefe de Estado Mayor que mañana día 27 de Abril a las 7:00 AM La Marina iniciará un bombardeo a discreción con todas las unidades en operación a la margen occidental del Puente Duarte y al Palacio Nacional; luego la aviación entrará en acción con aviones Vampiro y P-51 para aplastar a los rebeldes que operan en esos lugares». El que sabe de armas de alto poder y de tácticas y estrategias militares, puede identificar esas acciones como de ablandamiento o saturación sobre sectores de la ciudad, que culminan con un asalto de la infantería con blindados, morteros y bazukas a las zonas bombardeadas por la Marina y la Aviación y en una cruenta lucha calle por calle y casa por casa. Estas operaciones militares son crueles y deshumanizadas, mueren en ellas niños, mujeres y ancianos inocentes e indefensos.
Para ilustrar al lector sobre el armamento naval que se dispararía desde esas 15 unidades de guerra, se contaba con unos 20 cañones de 3.5 pulgadas y unas 40 ametralladoras antiaéreas de gran efecto y poder de fuego, eran armas sumamente mortíferas y devastadoras para ser usadas contra una población de compatriotas indefensos.
Al retirarse el emisario, el comandante Lara Matos nos convoca a una reunión en su camarote para analizar tan siniestra orden recibida que nos comprometía en un genocidio inaceptable. Una vez allí, los tres oficiales del mando de abordo sostenemos la siguiente conversación: El comandante nos pregunta si estábamos o no de acuerdo con cumplir la orden; Valenzuela le contestó que no y Castro contestó lo mismo; él nos dice entonces, que estaba de acuerdo con nosotros; los tres coincidimos en un asunto tan difícil y peligroso, pues comprometía nuestras vidas seriamente, ya que el Código Militar es inflexible frente a la insubordinación en situaciones de guerra. En este momento Jehová ilumina nuestras mentes y nuestras conciencias para tomar una correcta decisión.
Al estar los tres de acuerdo con no bombardear la ciudad surge la interrogante ¿Qué hacer cuando nos enfrentemos al Alto Mandato de las Fuerzas Armadas?. Teníamos tres opciones posibles:
1- Quedarnos operando en las costas de nuestro país; esto nos enfrentaría a la Marina, a la Aviación, al Ejército regular y además a la flota norteamericana que se encontraba a 5 millas frente a Santo Domingo. 2- Irnos a Venezuela donde gobernaba el Presidente Raúl Leoni, íntimo amigo de Juan Bosch y conveniente, pero imposible, romper el cerco que nos tendía la enorme flota norteamericana. 3- Irnos a Mayagüez, Puerto Rico, y solicitar asilo político para toda la tripulación. Esta última opción era la de más posibilidades y la tomamos, aunque corriendo el riesgo de ser descubiertos durante el trayecto y que nos atacaran la Marina y la Aviación Dominicanas.
A las 6:45 a.m. del día 27 de Abril llama por fonía el contralmirante Rivera Caminero al comandante Lara Matos, le dice que prepare la flota para iniciar las operaciones ordenadas para las 7:00 a.m, creyendo que el barco estaba frente a Santo Domingo. Lara le contesta que la fragata estaba fondeada en Mayagüez, Puerto Rico, y que no cumpliría la orden recibida porque constituía un acto de genocidio y exhortó a los restantes 14 Comandantes de Unidades a no comprometerse con un crimen de lesa humanidad como el que se ordenaba.
Este proceder del comandante de la flota, Lara Matos, atenuó las operaciones de ablandamiento o de saturación de la Marina y de la Aviación. Por informaciones que posteriormente hemos podido obtener, sólo disparó un barco (12 veces, lo fue la fragata, F-101 en la cual se había embarcado el Estado Mayor de la Marina de Guerra, los restantes no hicieron ni un disparo. Rivera Caminero no se atrevió a seguir con el bombardeo masivo a la ciudad porque ya siendo él comandante de la flota de tarea, la responsabilidad de tan abominable hecho hubiese caído sobre su persona, cuando era Lara Matos el comandante de la flota podía atribuírsele la responsabilidad individual a este, pues la orden fue verbal a través de un emisario, no se dio ni por medios electrónicos ni por escrito, como era usual.
En los enfrentamientos de cualquier naturaleza entre personas o grupos, como las luchas militares, un acontecimiento menor, puede afectar a uno mayor. Es el caso que acabamos de describir. Si no se reducen como ocurrió los bombardeos al puente Duarte y al Palacio Nacional, difícilmente el sector constitucionalista hubiese podido resistir tan aplastantes fuerzas militares. Los caminos escogidos por el Señor son misteriosos.
Como indicamos anteriormente, fondeamos en Mayagüez, Puerto Rico, a las 6:00 a.m. del día 27 de Abril, permanecimos fondeados hasta las 2:00 p.m., porque ninguna autoridad del puerto se acercó a la fragata. Pudimos amarrar el barco en el muelle, después que el comandante Lara Matos nos enviara en un bote de motor para que hiciéramos contactos con las autoridades y con profesores y alumnos dominicanos de la Universidad de Mayagüez que eran adeptos a la causa boschista, para que le informaran a Juan Bosch de nuestro apoyo a su causa y de la presencia de la fragata en el puerto. El Presidente Bosh fue informado y envió una comisión especial que no pudo tener contacto con el Comando de la Unidad porque las autoridades locales se lo impidieron. Al barco no podía entrar ni salir nada ni nadie, quedamos bajo la responsabilidad y protección del gobierno puertorriqueño en cumplimiento de sus leyes.