E l Estado dominicano debe fijarse bien para quién trabaja. Quién realmente se beneficia de algunas de sus decisiones, no vaya a ser que, esencialmente, resulten como incentivos a la industria turística foránea. En México, Cuba y Jamaica (entre otros países) los hoteleros probablemente han celebrado con champaña la insensata codicia de la Junta Central Electoral que elevó a toda intensidad la tarifa de los servicios que prestan jueces civiles a parejas de extranjeros que aspiran a casarse por estas latitudes. Ahora existe un buen motivo para llevar a cabo los enlaces en otros lugares a un costo mucho menor. No ha sido justo en modo alguno tratar al ocasional visitante extranjero como mango bajito, esquilmándolo en dólares en el momento de matrimoniarse.
Por demás, República Dominicana es un país de espanto en materia de cobros por servicios aeroportuarios, impuestos y precios elevados de combustibles para el transporte aéreo. Estamos entre las infraestructuras de viaje más caras del mundo. Hacerles más costosas y complicadas las operaciones a las aerolíneas y a viajeros individuales y de clubes de aeronavegación obliga al turismo dominicano a competir con dura desventaja. No somos únicos con sol, playas y hoteles importantes. Las consecuencias de las alzas petroleras mundiales no deben ser distribuidas desigualmente subiendo con persistencia los carburantes de la aviación.
Protestar sin alterar el orden
Las organizaciones denominadas populares deberían comprender ya que muchos ciudadanos pueden estar de acuerdo con determinados reclamos de las comunidades. Sobre todo cuando provienen de poblaciones maltratadas por la desidia y el olvido de las autoridades o afectadas porque las autoridades optan por concentrar las inversiones en las grandes urbes. Pero con cierta frecuencia las demostraciones callejeras incluyen -aparentemente por una nociva infiltración de terceros- el uso de la violencia, hasta con armas largas y disparos hacia los agentes del orden y daños a la propiedad privada. Los encapuchados de piedras y gasolina no son verdaderos aliados de las causas ciudadanas sino lo contrario. En este país se ha demostrado fehacientemente que las manifestaciones pacíficas son las que mejor expresan el sentir popular y las que pueden crear respetables corrientes de opinión. La campaña del 4% es un ejemplo.