La fraternidad de las superchicas

La fraternidad de las superchicas

Yo no creo en la edad.
Todos los viejos
llevan
en los ojos
un niño,
y los niños
a veces
nos observan
como ancianos profundos.

Mediremos
la vida
por metros o kilómetros
o meses?
Tanto desde que naces?
Cuanto
debes andar
hasta que
como todos
en vez de caminarla por encima
descansemos, debajo de la tierra?

Al hombre, a la mujer
que consumaron
acciones, bondad, fuerza,
cólera, amor, ternura,
a los que verdaderamente
vivos
florecieron
y en su naturaleza maduraron,
no acerquemos nosotros
la medida
del tiempo
que tal vez
es otra cosa, un manto
mineral, un ave
planetaria, una flor,
otra cosa tal vez,
pero no una medida.

Tiempo, metal
o pájaro, flor
de largo pecíolo,
extiéndete
a lo largo
de los hombres,
florécelos
y lávalos
con
agua
abierta
o con sol escondido.
Te proclamo
camino
y no mortaja,
escala
pura
con peldaños
de aire,
traje sinceramente
renovado
por longitudinales
primaveras.

Ahora,
tiempo, te enrollo,
te deposito en mi
caja silvestre
y me voy a pescar
con tu hilo largo
los peces de la aurora!
Oda a la edad –
Poema de Pablo Neruda

Somos mujeres de la mediana edad, que se reencontraron después de décadas separadas por la vida y sus senderos. Hace cuatro años decidimos reencontrarnos. Y esta decisión espontánea ha cambiado radicalmente nuestras vidas. Somos muchas, somos pocas, somos todas, somos las necesarias, somos el número justo…
Mujeres que lucharon en sus vidas, ensayando permanentemente la tarea de vivir y sobrevivir. Mujeres profesionales, madres, empresarias, trabajadoras, esposas, divorciadas, solteras… somos una y somos la vida. Cosechamos los frutos que sembramos. Algunos no florecieron como esperábamos… pero los amamos porque fueron hechura nuestra…
Después del encuentro maravilloso que celebramos hace cuatro años, nos hemos reencontrado para siempre y hasta siempre. Nos apoyamos en el dolor y la alegría, en las ansiedades, en la enfermedad, en las angustias cotidianas del vivir. Nos llamamos las superchicas, mujeres heroínas de la vida, sus frustraciones y sus dilemas.
Nos reencontramos en el momento justo, cuando ya no tenemos que correr, porque ya corrimos; cuando no hay necesidad de competir entre nosotras, porque las posibles competencias ocurrieron décadas atrás. Somos como somos: las que les gusta leer, las que odian los libros, las que disfrutan cocinando, bordando, contemplando o escribiendo. Somos y nos aceptamos como somos, sin estridencias ni reclamos ni reproches.
Cada día y todo el día nos comunicamos. El chat (gracias a la maravilla de la tecnología moderna) se ha convertido en el refugio de nuestras almas. Al levantarnos nos inspiramos en las hermosas, profundas y sentidas plegarias de Beatriz, la Superchica del don maravilloso de la oración. Cuando abro mis ojos, lo primero que hago es leer y sentir sus oraciones, siento que me abriga un manto de paz para iniciar el día. Después van apareciendo una a una. Las que están en Santiago, las de la capital, en New Jersey, en Florida, en la Toscana, en Puerto Rico, en cualquier lugar del mundo estamos unidas por la magia de la amistad y la solidaridad.
En este grupo de mujeres de mediana transcurre la vida. Desde el año pasado estamos celebrando el milagro de llegar a la magia de las 60 primaveras. Nos hemos reunido en misas, fiestas, encuentros… nos hemos reído, incluso de nosotras mismas. Y en cada encuentro prima el homenaje a la vida y sus problemas, regalos y dilemas.
A través del tiempo nuestra amistad se ha estrechado. Ya nuestros compañeros de vida (nuestros Ken) se han encontrado también, y con sus presencias amplían el maravilloso círculo de la amistad. Ellos comparten y disfrutan este reencuentro de sus mujeres que celebran todo desde lo más nimio hasta lo más grande, profundo y serio. Los nietos de una son nietos de todas. Los hijos de una, son hijos de todas. La comunidad se ha expandido a las extensiones de nuestras vidas. Ellos comparten nuestra alegría y celebran nuestro reencuentro.
Como la vida, no todo es alegría. Hemos vivido momentos difíciles de dolor y enfermedad. Y en ese momento, la solidaridad y la compañía se acrecientan. Rosalola y su hija aquejada de un mal congénito en el corazón; Virginia y su marido que necesitaba un trasplante; Agueda con un cáncer que casi le cuesta la vida; Roxanna que sufre la enfermedad de su nieto o Edmée que sufrió un ACV; o Rosa y Amelia que vivieron momentos difíciles con su hijo y marido, respectivamente. Todas ellas han vivido pruebas terribles de salud, en las que la vida pendía de un hilo y de la voluntad del Supremo. El dolor repartido es más llevadero. La ansiedad entre todas es menos fuerte. Ellas sintieron nuestra presencia a través de las oraciones, misas y todas las vías posibles. Sus lágrimas fueron nuestras y su dolor también.
Lo mejor de todo es que cada una de nosotras está consciente de que vivimos el inicio de la maravillosa y temible vejez, porque cada día que pase es un acercamiento más a la postrimería de nuestras vidas. Quiero finalizar estas breves palabras con un mensaje que nos envió Lil y que me pareció que reflejan totalmente lo que estamos viviendo en la sociedad de las Superchicas. No dice el autor, parece que es desconocido:
“La juventud de mi vejez.
“Estoy en la edad en que la vida no es más un proyecto. He vivido más de lo que me falta. Los años han pasado y las huellas dejadas en el espacio físico de mi cuerpo y de mi alma, son tangibles y reales.
“Hoy tengo que hacer un esfuerzo mayor para lucir mejor. La esclavitud de pintarme el pelo y cuidar mi cara, me recuerdan constantemente que mis lágrimas y mis risas no han sido en vano, que cada cana y cada arruga tienen su historia.
“He vivido mucho, he reído mucho y he llorado mucho. Sin embargo, a pesar de esto, considero que el gran cambio que los años aportaron a mi vida, se ha producido en mi alma. Los años me enseñaron a priorizar, a conciliar con el amor, a agradecer el regalo de la amistad y a afianzar mi espiritualidad.
“Hoy confieso que un beso de mis hijos, la sonrisa de mis nietos o una celebración familiar, producen más luces en mi vida, que la más deslumbrante constelación de estrellas. He aprendido además, que mi príncipe azul es real. En algún momento cabalgó tan lento, que sentí la necesidad de avanzar por mi sola, en otras ocasiones se me adelantó tanto, que era casi imposible alcanzarlo. Hoy, él y yo estamos en paz.
“Los años que han pasado también me han demostrado, que mis amigos y mis amigas han sido seres de luz que han iluminado mi camino en algún momento y en algún lugar, sin importar el tiempo y la distancia…
“Los años han pasado y la realidad de mi vida ha ido cambiando. Aunque mi cuerpo físico esté envejeciendo, mi alma se está rejuveneciendo y hoy me siento más joven, que cuando era joven. No temo a la vida y mi época de inseguridades y de correr tras la vida ya pasó. He caminado lo suficiente para entender, que no puedo vivir de apariencias, porque si lo hago, dejo de vivir lo que es esencial para mi alma.
“Después de tantos años entendí que el amor verdadero es real, que su presencia en mi vida ha sido el producto de todo el amor y las virtudes emanadas por quienes han pasado por mi vida, dándome todo lo mejor que podían y lo que tenían. También comprendí que no debo más que sentir agradecimiento por haber tenido el privilegio que mis amigos/as me eligieran como una acompañante del alma, en su ruta por la vida…”
Así pues, doy gracias a la vida por el regalo de este reencuentro con las amadísimas superchicas y doy gracias por el regalo de contar con esta hermandad sincera.

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