La frontera

La frontera

Sería en el 1957 cuando tuve ocasión, por primera vez, de recorrer la carretera internacional desde Dajabón hasta Jimaní, en esos tiempos estaba transitable, aunque no asfaltada. Eran los años posteriores a la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre el gobierno de Trujillo había quedado exhausto y terminó quebrando con las sanciones impuestas a solicitud del presidente venezolano Rómulo Betancourt.

La frontera de esa época era temible, cualquiera se “perdía”, los sucesos de 1937, habían causado terror en la población haitiana, además, era impenetrable pues Trujillo, no confiado en la reacción que pudiera tener el pueblo haitiano, había levantado a distancias variables, torres de observación, construcciones cilíndricas de unos 8 a 10 metros de altura; localizadas para que los soldados se pudieran ver utilizando binoculares.

En aquella época al militar que destinaban a la frontera se sentía castigado puesto que era una franja desolada y la disciplina era irreductible. Desaparecido Trujillo, la actitud dominicana hacia la frontera se fue relajando, no sé si decir que gradualmente, el caso es que hemos llegado al colador que tenemos hoy, donde los guardias, aparentemente, se sienten premiados allá.

Consecuencia de la relajación de la frontera es que cruzan, no solo ciudadanos haitianos sino también armas, drogas, mercancías y quién sabe cuántas cosas más. Nuestro descuido de la línea divisoria no tiene ninguna excusa. He visitado las de países que se consideran “hermanos”, como son: Estados Unidos de América y Canadá, Suiza e Italia o Alemania, e invariablemente se observan, de cada lado, dos aviones caza bombarderos sobrevolándola regularmente. Ni qué decir de las patrullas de tierra con sus respectivos cuarteles y torres de observación.

Pienso que los estadounidenses no esperan un ataque militar de parte del Canadá o viceversa, sin embargo, por ahí van lo cazas inmancablemente. Nuestro descuido nos ha llevado a este tollo, extremadamente complejo; para desarmarlo estamos haciendo concesiones inaceptables o por lo menos que nos pudimos evitar, en un esbozo de plan de regularización vacilante y probablemente con áreas inconstitucionales.

“A lo hecho pecho”, es agua pasada debajo del puente, lo importante es que aprendamos la lección y le pongamos atención a la frontera. Haití dispone de menos recursos que nosotros, sin embargo, ha construido un muro; cuya iniciativa, si la hubiéramos tomado, pocos países, periódicos, programas e intelectuales habría en el mundo para criticarnos.

Custodiar la frontera implica gastos considerables. En los aspectos físicos, entre otros serían: construir una buena carretera internacional, reparar las torres de observación y construir las que hayan derrumbado, electrificar las torres y equiparlas con reflectores, levantar un muro o barrera a todo lo largo de la frontera con las adecuadas áreas para la circulación controlada, vigilarla desde el aire, etc. El aspecto humano resulta más difícil porque, aunque hay un cuerpo especializado del ejército, lograr que hagan su trabajo sin corromperse con las tentaciones propias de esa área, requiere mucho entrenamiento, supervisión constante y variada.

Circunvalaciones, paseos, carreteras, autovías turísticas, canales, presas y demás obras que hemos construido con mucho esfuerzo y dislate, son necesarias para el desarrollo dominicano pero si no controlamos la frontera de nada servirán a los dominicanos, pues estamos viviendo una pesadilla en la cual todo el que no tiene que ver con la RD y algunos que sí, han opinado y presionado al Gobierno dominicano que trata de obedecer el mandato de la sentencia TC-168-13.

 

Publicaciones Relacionadas