La frontera inventada

La frontera inventada

Enmanuel Ramos Messina
Hoy día vemos mucha gente preocupada por nuestra frontera con Haití, y aunque nadie ha pedido nuestra opinión, tampoco se han opuesto a ella, por lo que aquí la expresamos sin remordimientos o preocupación alguna, ya que los pueblos, gracias a Dios, dan poca importancia a las ideas intelectuales. Así, con la garantía de esta impunidad, declaro en voz alta que la frontera como tal ni existe ni existirá. ¡Pueden estar tranquilos! En cuanto a los haitianos, eso es otra cosa…

La frontera no existe y lo que no existe ni tiene ni puede tener sitio ni colindancias con nada y nadie, y menos causar problemas. ¡Qué alivio! Pero… así la frontera en sí ha sido siempre una ilusión, un chiste y un estupendo negocio. Ella en sí es una irrealidad geográfica e histórica, pero como negocito… ¡Cuánto tiempo y dinero se ha desperdiciado discutiendo con juristas e historiadores, trazando una cerca, un valladar, una separación inútil como veremos después, y ¡cuidado! que hay fronteras que no existen pero hieden. Y si Haití no existe, ¿pues qué es? Pues es un desafortunado montón de gente, turistas que queremos, acogemos y cuidamos como cosa obligada (ya veremos).

Ellos son antiguos esclavos a los que se les ha ocurrido inventar un rey disfrazado de Cristóbal Faustino I -una república con minúsculas- ocurrencia que la Europa Aria ha castigado a fuerza de Bastillas: en realidad a Europa no le gustan los inventos oscuros, y si Africa y Europa estuvieran pegadas territorialmente, sus reyes o civilizadas» repúblicas las hubieran alejado a puras patadas, como con disimulo siguen haciéndolo hoy día.

Haití y los haitianos son una obra de la reingeniería de la nueva esclavitud disfrazada de ciudadanía para poseer la blancura suficiente para ser sus propios dueños. Pero la blancura es una enfermedad dermatológica, problemática, y es además una droga que tiene sus dificultades y peligros colaterales.

Aquí de este lado criollo hay otro montón de gente que con otra reingeniería ardientemente intenta blanquearse vía el poder, vía las riquezas o los títulos nobiliarios, y las ilusiones (ver el caso del ridículo Marqués de las Carreras (Santana)). Y si no podemos alcanzar la anhelada blancura republicana, nos conformamos con ser haitianos de segunda clase, «indios claros» o «indios lavados» o «indios oscuros» o «javaos», o «república bananera», con lo que felizmente nos alejamos del «negro azul» haitiano, que es esclavo de sí mismo. Así, la existencia de un sitio anónimo llamado Haití, queda reducido a un oscuro y confuso montón de gente y de nadie. (Gente pegada, montón sobre montón, sin destino; un estar ahí sin que a nadie le importe, nadie sobre nadie, junto a nadie y buscando una blancura imaginaria y metida en un rincón de media isla artificial).

Así, siendo Haití un montón de gente confusa, ¿por qué aterrorizarse? ¿Cómo puede hablarse del peligro de fusión, anexión e indivisibilidad de un simple disparate? Dirán que somos injustos, pero al contrario, somos magnánimos al considerarlos «gente», porque durante el cristianismo español de las santas inquisiciones, de los salamancas y de los papas buenos, se sostenía que «los negros no tenían alma», que su carne de herejes estaba «des-almada» y rellena de vudú; que ellos eran simples cosas, objetos animados, bípedos como ciertos animales, con menos alma que las piedras que algunos hasta sostenían que tenían «almas pétreas».

Entonces el paraíso medioeval era simplemente un club privado, exclusivo de arios (quizás en los infiernos había alguna posibilidad de alojamiento para esos «objetos»). (Estos argumentos «desalmados» en cierta forma ponen temblar a un pueblo como el nuestro de «indios claros», de indios lavaos», a lo mejor, por ese pedacito de blanco que tenemos escondido, poseemos un pedacito de alma y con ella entremos por la puerta de atrás al paraíso: o quizás con el oro, con el poder o con un título nobiliario podemos entrar a ese paraíso ario donde no hay visa para los angelitos negros, como dice el cantar.

Los haitianos y nosotros somos hermanos más o menos oscuros y entre hermanos no puede haber fronteras cuando es sabido que todos los negros tomamos café y que aquí llueve café, y que nuestra Virgen de Higüey nos quiere a todos juntos, y por eso desde Haití le rezan en su creol o patois, porque ella es políglota y habla para todos sin fronteras: y además ella reparte su cariño y milagros y gracias, sin distingos de fronteras discriminantes y otras tonterías y disparates: y también sabe que en la cama y dondequiera, hemos acogido cordialmente al amor africano y su amor indocumentado, y sus frutos están mezclados en tal abundancia, que ni ella sabe cuáles son de aquí o de allá. Así, si se quisiera crear una frontera, ésta estaría en todas partes, entre piel y piel y entre ombligo y ombligo, cosa absurda e inútil.

Con todo esto aclaramos que eran humor negro los falsos líos, pecados de piel y líos de frontera y contrabandos amén… Y aprendemos además, que no hay nada más claro que lo confuso… Y amén doble…

Publicaciones Relacionadas

Más leídas