La fuente inmediata del poder político

La fuente inmediata del poder político

MARTHA PÉREZ
En todos los procesos democráticos conocidos desde la antigüedad existe una esencia que les caracteriza; una esencia sin la cual, grande o pequeña, esos procesos no pueden denominarse democráticos, porque la democracia no es otra cosa que la participación libremente del individuo de todas las actividades que beneficien o fortalezcan a todos.

En su sentido político, la democracia es un sistema de gobierno donde el pueblo mantiene y ejercita, directa o indirectamente, el poder de establecer las instituciones y la política.

En sentido social, la democracia es esencialmente un sistema de vida que se aplica a la reglamentación de la sociedad, dándole las normas de conducta indispensables; es la soberanía del pueblo, y por tanto una de las formas del Estado y del gobierno fundados en la libertad y la autonomía.

 Es -aspecto fundamental- una forma de trabajo, de educación, de costumbres, que se ajusta a la vida del pueblo, y como tal se fundamenta en los derechos del hombre y en la dignidad humana. Deviene, entonces, que en todo proceso democrático la fuente inmediata del poder político (y del equilibrio social) es el pueblo.

 Es el pueblo quien ejecuta la elección de los que le dirigen y le representan. ¿Por qué pretender manipular la elección del pueblo?.

A conciencia de que el pueblo es la fuente inmediatadel poder político, los partidos políticos dirigen a éste sus estrategias de campaña electoral, y lo hacen tomando muy en cuenta la idiosincrasia del pueblo; sobre todo, aquellos que sus conductas los ha colocado en lejano lugar en la oposición, a veces más lejano que su propio partido.

Pero esos partidos y cuadros políticos no se dan cuenta de que el pueblo dominicano es inteligente y calculador a la hora de “arreglar” cuentas con quienes las tiene pendientes.

En las elecciones congresionales y municipales del pasado 16 de mayo, se produjo una consciente voluntad popular que le dijo al Partido de la Liberación Dominicana y sus fuerzas aliadas que el Gobierno que preside el doctor Leonel Fernández merece una mayoría congresional y municipal que le represente verdaderamente, que le duelan sus problemas, que legisle a favor de la nación, para contribuir con el desarrollo del país y el bienestar de todos los dominicanos y dominicanas. Pero la conducta de ciertos perredeístas-pepehachistas, que en franco irrespeto a la voluntad popular han pretendido practicar la equitación con la Junta Central Electoral, a través de cuadros y/o grupos de su partido, ha dilatado el resultado de un proceso que inició el pasado martes 16 con una demostración de civismo, de paz; y empañado el ambiente de la festividad democrática que caracterizó el inicio de este proceso electoral.

Esa actitud ha sentado mal en el seno de nuestra sociedad. Todos apelan al pueblo durante sus campañas electorales para ser favorecidos con el voto; después que no son elegidos, apelan a los métodos más absurdos y a personas insensatas para burlar la decisión del pueblo. Eso no es posible en un sistema democrático que se respeta.

 La forma en que se desarrollaron estas elecciones hasta las seis de la tarde del día de las votaciones, daba la esperanza de que a más tardar el jueves 18 culminaría el proceso.

¿Acaso no podrían reflexionar un poco esos que pretenden, mediante artimañas, aferrarse a un puesto que el pueblo les ha negado con el voto?, por demás, en el marco de su derecho?.

Quienes han intentado entorpecer el resultado electoral deben de tener muy presente, ahora y siempre, que elegir es nombrar a las personas encargadas de representar o dirigir a un grupo humano; que la elección se realiza mediante un sistema electoral, que es un instrumento puesto al servicio de la voluntad popular y su valor debe medirse por la forma en que logre ser el eco fiel de esa voluntad. Nuestro sistema democrático sustenta la libre expresión de la voluntad popular, quienes se aparten de éste, tras la búsqueda de retener cuotas del poder político a como dé lugar, sólo apuestan al caos, al desorden y a la anarquía, revirtiendo un orden que precisamente ha elegido esa fuente inmediata del poder político, que es el pueblo.

Que a nadie le quepan dudas: ¡En elecciones, libres y democráticas como las nuestras, es el pueblo quien pone y quita!, porque está siempre vigilante de la conducta de los políticos.

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