La fuerza de los intermediarios

La fuerza de los intermediarios

No se sabría de dónde proviene el daño mayor para los productores de pollos y huevos, si de los haitianos que rechazan los alimentos o de los poderosos del mercadeo que a nivel local se sobreabundan con excedentes pagándolos baratos para venderlos caros. Estamos aparentemente ante un abusivo crecimiento de los márgenes de beneficios en perjuicio del granjero y del consumidor al mismo tiempo. El sector avícola se perjudica doblemente vendiendo por debajo  de sus costos; pero el lucro excesivo de los mayoristas impide que el consumo aumente. La veda impuesta por el Estado vecino no está haciendo abundar la proteína de origen animal con precios accesibles.

Los dominicanos pagan las consecuencias del predominio de intereses poderosos que concurren al mercado. Se trata de pocos entes de comercialización que operan con características de monopolio. Debe ser fácil para dos o tres grupos económicos de sólido capital, grandes frigoríficos, mataderos y  extensas flotas de transportación decidir los precios de la carne blanca y los huevos; y convertir el tranque de exportación en un período de vacas gordas, en lo que, arruinándose, los granjeros contraen su producción. Es probable que una entidad forjada en el coraje de su directora como es el Instituto Pro Consumdior se proponga desvelar el trasfondo de los precios altos, aunque la ley de oferta y demanda indica lo contrario.

Una autovía para prisas mortales

La infraestructura vial que atraviesa la region Oriental acercando considerablemente los paraísos playeros de sus litorales al resto del país permitieron al turismo interno y externo dar saltos cualitativos y cuantitativos en beneficio de los usuarios del transporte y de la comunidad hotelera.

Por desgracia, no pocas veces el progreso ha traído daños colaterales. La flamante autopista,  de amplitud, curvas suaves y bastante señalizaciones, llega lejos, pero en realidad no se sale del territorio nacional. Se queda en un país con muy poco orden en la circulación vehicular, con abudancia de choferes y conductores que no temen a la sanción que podría -y debería acarrearles- cualquier violación a las normas de tránsito. Ya sea de exceso de velocidad o de conducción temeraria. La cultura de lo medalaganario y las debilidades de una ley obsoleta, y de las autoridades, nos condenan a continuas tragedias  al viajar.

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