La fuerza indestructible de la historia está más
allá de un ADN y de probetas documentales

La fuerza indestructible de la historia está más<BR> allá de un ADN y de probetas documentales

POR FERNANDO CASADO
La historia no es tan frívola como para prestidigitarla en una mesa de pipetas, vapores malolientes y tubos de ensayo. Por ese camino los historiadores habrían de ser sustituidos por estridentes terroristas de laboratorio. Una cosa es la irrefutabilidad de la objetiva verdad histórica, determinada por la ocurrencia de hechos rotundos innegables y otra cosa es lo que se suele denominar: pruebas documentales_ papeles.

Parece no ser suficiente para la neurasténica frustración española, en su crisis agónica de pataleteos, lo que ha declarado abiertamente el Sr. Marcial Castro, “que lidera la línea de estudio antropológico de la investigación”, quien “desveló que “los restos de Sevilla corresponden a los de un varón grácil, que no desarrolló su musculatura y que murió con una edad aproximada de 45 años”, descripción que no se aproxima a la que se posee de Colón, que “era un varón robusto, musculoso y que cuando murió tenía entre 55 y 60 años”. El Sr. Castro “quien aunque subrayó que de momento ésta es “una tesis personal” se mostró “convencido de que Colón está enterrado en la República Dominicana”. Difícil será separar su juiciosa “tesis personal” de su íntima convicción científica.

Los desboques exorbitantes e inmerecidos de la Real Academia Española de la Historia contra esta Nación, cuestionando la honestidad de quienes estuvieron presentes en la exhumación en el Santuario de una Catedral, incluidos Ministros de Dios, además del honorable Cónsul de España, el vejado Don José Manuel Echeverri, es un acto deshonroso no solo para la propia institución en términos de su función histórica, sino para la propia nación española. No es la honra de los dominicanos lo que ha estado en juego, es la falta de seriedad en personajes innominables como Colmeiro y López Prieto, de cuya perversidad cómplice no inhibimos la encartonada institución; es la carencia de ecuanimidad académica, es el divorcio de la caballerosidad española y el irrespeto olímpico a hechos históricos que para cualquier institución de esa categoría, hubiese sido elemental y ético, investigar y honrar imparcialmente en favor de la historia. Es la idoneidad insana de la Academia Española y su fatiga moral lo que está en cuestionamiento.

¡Insistimos! Luego de demostrado que los restos de Sevilla no corresponden a los de Cristóbal Colón, como ha sucedido, España no tiene nada que buscar en los restos de Santo Domingo. Su insistencia necia no puede tener otro fin perverso que no sea pretender sembrar dudas sobre una verdad aplastante. De hecho tres países más están involucrados: Alemania, Italia y Estados Unidos. Ninguno ha dado notación de estar interesado en tocar los restos de Santo Domingo, las dudas se resumen en Sevilla. Solo España insiste, luego del descalabro humillante del ADN, moviéndose con sospechosa prisa antes que los laboratorios del FBI y el Instituto Max Planck de Alemania, descarten el basuraje guardado en Sevilla.

¡España cometió un error y se niega a pagar por ello! La República Dominicana no tiene porque ser lesionada por un dislate de la irracionalidad española. Es un absurdo que para justificar la decrépita soberbia española, tengamos que admitir un ADN al hijo que parimos, para saber que es nuestro. A los dominicanos nos importa un pito lo que pueda pensar la Academia Española y sus crispados adulócratas. La Española, como la bautizara con amor el Almirante, es de nuevo injustamente atropellada desde aquella Madre Patria de tantos dolores. El amor bíblico del Almirante por esta tierra no tiene parecido alguno con la pasión imperialista de España –Y del amor lobezno de las “mansas ovejas” de la Universidad de Granada– ¡Dios nos libre!

 La Cadena Univisión, la más poderosa empresa de TV en español en los EE.UU, en su página de internet: (www.univision.com/content/content.jhtml?cid=363596), edición Mayo 3-04, presenta 13 fotos sobre el tema de los restos de Colón. La No. 2 especifica en su pie de foto: “La imagen muestra la tumba en Sevilla, España, donde se pensaba descansaban los restos de Cristóbal Colón”. La No. 3 dice: “Esta es la inscripción del cofre que supuestamente contenía los restos de Cristóbal Colón en Sevilla”. La inscripción de marras, que fuera encasquetada sin ningún pudor a aquellos “restos de algún difunto”, por quien le dio su muy Real gana, reza: “Aquí yacen los huesos de Cristóbal Colón, Primer Almirante, Descubridor del Nuevo Mundo. R.I.P.A.”. No olvidemos que estos restos sin suerte fueron robados y profanados en la Habana, antes de ser llevados a Sevilla. La foto No. 4 dice: “Según algunos expertos, esta bóveda guardaba los restos de Cristóbal Colón en la capital hispalense”. La foto No. 5 es elocuente en su histórica afirmación: “El Faro a Colón, en Santo Domingo, República Dominicana, donde SE COMPROBÓ que descansan los restos del Almirante”. La No. 6 confirma: “La imagen muestra el mausoleo en Santo Domingo, DONDE ESTAN LOS RESTOS DE COLÓN”. Sin comentarios.

Las verdades históricas, son verdades eternas. Hace 60 años, en 1945, se llevó a cabo un profundo experticio de los restos de Colón, que hace innecesaria su repetición. Sus resultados contundentes reposan en la Historical Library Cushing/Whitney Medical Library de la Yale University, en Connecticut. 5 cajas de 2.5 pies de altura, de elocuentes “pruebas documentales”, llevadas a cabo por Charles Weer Goff.

Traducimos: “Charles Weer Goff, cirujano ortopeda, anatomista, y arqueólogo, nació en Illinois en 1897. Después de completar la escuela de medicina en la Universidad de Illinois en 1923, se trasladó a Connecticut para iniciar una larga y distinguida carrera médica. Ejerció como consejero ortopédico en varios hospitales en los Condados de New Haven y Hartford y fue miembro de la facultad clínica de la Escuela de Medicina de Yale hasta su retiro en 1965. En 1945 Goff inició investigaciones arqueológicas sobre las poblaciones indígenas de Centro y Sur América, y más tarde sobre la ubicación de los restos de Cristóbal Colón. Combinando su experiencia ortopédica, forense y arqueológica, él afirmó haber comprobado, por medio del análisis de los restos óseos en Santo Domingo (República Dominicana), que los restos del explorador están localizados en una iglesia en Santo Domingo, República Dominicana, y que el cuerpo en la famosa Tumba de Colón en Sevilla, España, es realmente el de su hijo, Diego. Goff murió en 1975”.

“La colección, dividida en cuatro series, incluye correspondencia entre Goff y colegas (incluyendo al Embajador J. Incháustegui Cabral y Otto Pikaza), borradores de conferencias y documentación, notas históricas, recortes, fotos del lugar del entierro y del examen de artefactos en Santo Domingo, y el film “Perception”, una entrevista de Goff sobre los restos de Colón. Los tópicos cubiertos en la colección incluyen la historia general de Colón, la historia de los restos de Colón, causas probables de su muerte incluyendo sífilis, paraplejia y artritis, y técnicas antropológicas y arqueológicas de antigüedad y tipificación sanguínea de los restos”.

Es Goff quien confirma la edad de los restos de Santo Domingo coincidente con la edad a la hora de su muerte en 1506. La diferencia de edades es argumento sólido, que descarta de plano los restos de Sevilla y confirma los de 1877. Es Goff quien pone en boca de Marcial Castro la cita de la “descripción que no se aproxima a la que se posee de Colón”, porque lógicamente es Goff quien determina que Colón “era un varón robusto, musculoso y que cuando murió tenía entre 55 y 60 años”. Aquellos se suponen corresponder a una persona de alrededor de 40 años, de poca vida activa, para aproximarlos a su hijo Diego. Sin embargo esto no significa que pudieran corresponder a alguno de la familia de los Colones. No olvidemos que se oculta deliberadamente la sustitución de los restos en el robo de la Catedral de la Habana y que esos “restos” pudieran pertenecer a “algún difunto” indeseado, amén de que la tecnología solo garantiza en un 20% las probabilidades de certidumbre. Finalmente es Goff quien confirma la artritis padecida por el Almirante y que no aparece en los restos sin suerte de Sevilla. El sentido común indica que no procede ni se justifica examen alguno.

Los Restos de Colón son parte del alma histórica de esta Nación, símbolo y privilegio envidiado y codiciado. Su altar histórico tiene la estatura y grandeza de un himno nacional colectivo. El himno agradecido de un Nuevo Mundo. Un Nuevo Mundo que nació en su fe y late y perdura con nosotros, no con España. Un sueño del que somos por hechos y derechos, el principio y el fin. Alfa y Omega en la gloria eterna del Gran Descubridor. Exijamos que sea la última vez que grupejo alguno pretenda la insolencia de poner en tela de juicio los valores de esta nación y lastimar nuestras honrosas verdades históricas. ¿ADN para complacer a quien? ¿ADN para convencer a quien? ¿ADN para demostrarle a quien? ¡“HAY COSAS QUE ESTAN POR ENCIMA DEL COMERCIO DE LOS HOMBRES”!

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