La Generación del 59, cincuenta años después

La Generación del 59, cincuenta años después

El pasado 14 de junio, el país conmemoró el 50 aniversario de la llegada de la raza inmortal, chispa inspiradora de un proceso liberador de todo el resto del siglo XX, cuya significación sirve para bautizar la generación que inició esa gesta que aunque no llegó al poder dejó una gran impronta en la vida pública. Las otras dos grandes generaciones del siglo XX fueron la del 1899, liberal y guerrillera que apareció con el magnicidio de Ulises Heureaux y hegemonizó hasta  1930; y la de en ese último año, autoritaria y servil, pero no desprovista de nacionalismo y espíritu constructivo, que gobernó con Trujillo hasta su caída, y prolongó su vigencia con el neotrujillismo de Balaguer.

Desde el 14 de junio del 1959, se produjeron sucesivamente movimientos que conmovieron a la sociedad dominicana, primero con más de doscientos hombres, encabezados por Enrique Jimenes Moya. Casi todos fueron exterminados después de algunos días de resistencia heroica. Entonces un sector  de la clase media urbana y rural, se organizó para enfrentar al régimen, tomando el nombre de esa fecha memorable. Las prisiones, torturas, y muerte de muchos de esos jóvenes, encabezados por Manolo Tavárez, fueron también determinantes en la formación de esa generación.

El 30 de mayo del 1961, un tercer grupo de conjurados,  compuesto por  civiles y militares,  asqueados de la represión imperante, decidió recuperar la libertad del pueblo dominicano, mediante el único recurso que parecía posible: el tiranicidio, liderados  por Antonio de la Maza. A la caída del Trujillato se  produjo una reorganización política y las primeras elecciones libres, las cuales fueron ganadas por el PRD y Juan Bosch en 1962.

En 1963 tuvo vigencia el gobierno más democrático que conoce la República, pero también un golpe de Estado que entronizó un Triunvirato, nuevas persecuciones y levantamientos armados contra el golpismo, que desembocaron en el fusilamiento de Manuel Tavárez Justo y muchos insurrectos. El 1964 fue de agitación y huelgas contra el Triunvirato,  de conspiraciones y  corrupción galopante; seguido en 1965  de un estallido revolucionario y triunfo de la revuelta popular; pero también de una intervención militar extranjera y de paz forzada, y poco después se produjo el Movimiento Renovador Universitario  que transformó y democratizó la UASD. Luego hubo que resistir el hostigamiento político-militar y la represión selectiva de la contrarrevolución balaguerista, hasta la llegada del PRD  al poder en 1978.

Esa generación fue perdiendo vigencia por el divisionismo y la inmadurez de no pocos de sus actores, fruto de represión y las disputas  interminables por liderazgos. 

El siglo XXI se inició marcado por el estigma de la degradación cívica, la corrupción, y las peores formas de pragmatismo político que amenazan con hundir a la República en la insolvencia y la de desorganización política. 

Pero es evidente que el país  puede y debe preparar una nueva generación que sea capaz de alcanzar su destino histórico, con  los cambios, políticos y económicos que requiere  nuestra sociedad, para detener la descomposición social a que lo ha llevado un liderazgo insensible, avaricioso e  incapaz.

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