La generación perdida
y los 50 años de APEDI

La generación perdida <BR>y los 50 años de APEDI

Ha sido una constante, en la tesis de los intelectuales liberales y que frecuentemente hacen uso de los medios de comunicación, de identificar a las generaciones de dominicanos, de los décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, como las “generaciones perdidas”, ya que su impacto después de los sucesos de 1961, fueron neutralizados por las metas y propósitos personales de sus representantes más conspicuos.

Sin embargo, en una caldera de inquietudes y en un tremendo remolino de ideas, un sector de Santiago tenía conciencia  de sus responsabilidades,  no solo con su región sino con el país. Prácticamente, cuando la libertad comenzaba a germinar  en el país, brotó en Santiago un arbolito muy tierno y de dudoso desarrollo,  una institución que con 50 años cumplidos,  ha tenido un rol estelar en su pueblo, su región y su país.

La Asociación para el Desarrollo de Santiago, hoy APEDI, conjugó el mejor pensamiento de acción e ideas, que agrupadas, pudieron armonizar  para comenzar a dar sus frutos contando con mentes preclaras  y solidarias como las de  Víctor Espaillat, Gustavo y Arturo Tavares, Jimmy Pastoriza, Alejandro y Arturo Grullón, Modesto Arostegui, Luis Crouch, Sebastián Mera, los hermanos Bermúdez, José León, Jorge Blanco y más luego Manuel José Cabral, José A. Vega,  Arismendi Peralta y otros.

En La Herradura surgió el afamado Instituto Superior de Agricultura (ISA), luego un banco, el Popular, que hoy es el sostén de la banca privada nacional, de una asociación de ahorros y préstamos, al tiempo que surgía otra en Santo Domingo. Apedi ha apoyado el Plan Sierra, el sueño de Monseñor Adames y la familia Ureña,   que es un ejemplo a seguir por sus  intensos esfuerzos para la preservación de la cuenca de la Sierra y ahora es un modelo que es copiado  por otras instituciones nacionales y extranjeras.

Además, Apedi desde 1962 se unió al proyecto de la Iglesia Católica en el estandarte supremo de todos esos esfuerzos de mentes privilegiadas, como lo es la magnífica  Pontificia  Universidad Católica Madre y Maestra, marcando  el rumbo de lo que serían otras instituciones similares de educación superior.

Entonces, las generaciones perdidas de que hablan los intelectuales de avanzada,  se cae en su argumentación cuando se observa el impacto  de los afanes de los santiagueros,  que han mantenido el rumbo del país, que aun con sus errores han sabido tener una firmeza de propósitos que se manifestó en las celebraciones llevada a cabo con motivo de los 50 años de APEDI.

Los hombres y mujeres de APEDI son el mejor ejemplo de esa generación que alcanzó su adultez entre 1950 y 1970. No fue tan perdida, que si bien de la misma no surgió el coronel que se quisiera casar con la gloria, ni un ganador de premios de literatura universal  o aportador de conocimientos científicos de envergadura, al menos sostuvieron y sostienen  una labor silente de consagración desde las aulas, gabinetes o el campo, dándole orgullo a la dominicanidad.

Para el éxito de APEDI no se puede dejar de mencionar el entusiasmo con que el gobierno de Estados Unidos, a través  de la USAID, apoyó y respaldó todos los planes de la institución, sin lo cual la tarea se hubiese hecho más difícil y su consolidación no estaría a la vista de todos en la ocasión de su medio centenario.  

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