LA GEOMETRÍA DEL PLÁTANO en pinturas, esculturas y dibujos

LA GEOMETRÍA DEL PLÁTANO en pinturas, esculturas y dibujos

La “cincoañera” Galería District & Co sigue imponiendo su presencia en el arte contemporáneo con exposiciones colectivas e individuales sólidas y un criterio exigente respecto a los artistas escogidos, entre los cuales se destacan creadores dominicanos de varias generaciones.

Tiene espacios abiertos, con ventanales sobre el exterior, y las obras, beneficiadas también con la iluminación natural, se lucen en la claridad. El lugar invita a la visita.

Actualmente se expone allí el trabajo de  uno de los artistas más serios, permanentes y esperados de la plástica nacional,  Radhamés Mejía. Él vive en París desde hace décadas y vuelve a Santo Domingo a menudo, pero sus muestras personales en el país no son frecuentes, mientras expone bastante en la provincia francesa y  en el extranjero. Aparece más en colectivas, por cierto muy bien representado, como fue el caso de “Intimidad de la memoria” en julio pasado.

Hacíamos entonces un comentario del evento, que, en lo particular, concierne a la obra de Rafael Mejía: “…La memoria histórica de un pueblo y su pasado, aquí también intervienen la memoria colectiva –referente a la sociedad actual o parte de ella–, la memoria individual y personal, pudiendo ser expresada más de una modalidad del recuerdo en una misma obra.” Los dibujos, pinturas, esculturas –sin olvidar una instalación–  ahora exhibidos son testimonios de la memoria, no solamente del Caribe desde sus tiempos (pre)históricos, sino del propio artista y la continuidad de su producción e investigaciones.

“Geometría del plátano”. El título de la exposición, aunque no descriptivo, refiere al contenido de la misma:  geometría sensible en las estructuras interiores, plátano como simbolismo de la región, su cultivo, su cultura, aparte de una alusión a los planos y el espacio. A veces, el título importa…

La coherencia, más aún la unidad, rigen el conjunto de las obras –salvo dos excepciones–, bi y tridimensionales, “retratos imaginarios” (sic), rostros de perfil y/o máscaras a la usanza de los frescos en las civilizaciones primordiales. ¿Quiénes son esas extrañas figuras, masculinas, femeninas o andróginas?  ¿De dónde provienen esos hechiceros o hechizados? ¿Cómo se mezclan el surrealismo y el simbolismo, el primitivismo y la sofisticación, la línea y el color, en la plástica –dibujo y pintura fusionados siempre– de Radhamés Mejía?

Su iconografía revela una nostalgia por las figuras ancestrales, el cielo y la tierra, hasta el viaje al centro de la tierra… Su discurso gráfico-pictórico, evocador de mitos y magias, vincula el pasado y el presente en un lenguaje muy propio, evidentemente conocedor de la actualidad artística, pero indiferente a las fórmulas, las modas y la observación insoportable de que “Radhamés no cambia”.

Es que un verdadero creador, como lo es él, tiene la libertad de continuar y no romper… Personal, pero no personalista –no deja de ayudar a los demás–, Radhamés, hacedor omnipotente en el papel (su materia idónea), en el lienzo y el bronce, procrea figuras arraigadas en los misterios precolombinos milenarios, aunque hoy aparece de repente una efigie femenina mestizo/africana entre los indoamericanos.

Las máscaras, –así las califica el autor– se rodean de  múltiples signos y señales en un espacio y sistema de compartimentos. En esos cubículos irregulares, un léxico de formas rudimentarias, una especie de polifonía “polimorfa”, no solo se remonta a fetiches, talismanes, pictografías taínas, sino que irrumpe en nuestro presente de vehículos y… de electrodomésticos. Un ejemplo de esa escolta totalizante se encuentra en el magnífico cuadro de “Tierras calientes”.

No dejamos, al igual que ayer, de evocar las cámaras mortuorias, el hábitat preservado de potentados y caciques de la remota antigüedad, que atravesaban los territorios de la eternidad, acompañados por sus tesoros y objetos rituales: ¿no será el automóvil, diseñado con gran humor, más carrito francés que yipeta dominicana, el imprescindible apéndice de cualquier criatura? Otros signos, a veces ignotos, fragmentados y abstractos, transitan por esos campos cual monedas de peajes inmemoriales. ¡Nos sentimos un poco violadores de tumbas!

Radhamés Mejía suele variar las dimensiones, pero hoy incursiona decisivamente en formatos grandes, que más le resultan cuando él preserva su sistema compositivo y sus máscaras arquetípicas.

Su factura minuciosa, impecable, casi una escarificación cuando trabaja sobre papel,  transmite una paleta identificada con la tierra, a veces fauvista, con espacios estructurados por el trazo y un color siempre vivaz hasta en grises magistrales: cada cuadro se convierte en una orquestación cromática.

 Ahora bien, el artista, agrega algunas esculturas en bronce, íntimamente ligadas a la obra bidimensional, y perfectas en sus pátinas, y, a pesar de que no es un instalador, él se divierte con una simpática instalación de doce plátanos.

No cabe duda de que la “Geometría del plátano” quedará en la memoria de las muy buenas exposiciones de Radhamés Mejía.

La frase

 

 Radhamés Mejía

En estas pinturas intento materializar un mundo de geometrías que me brinda una especie de figuraciones precolombinas con cierto valor arquetípico, como  la presencia del plátano-pan-instalación. El mismo representa un elemento cotidiano de la cultura del Caribe, participando así en la materia que toma sus raíces en esa tierra original y transcendente del espacio simbólico. (…) Los diseños aquí son una combinación entre las abstracciones de formas y las interpretaciones figurativas de conceptos espirituales.”

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