La gesta del peregrino de Dajabón

La gesta del peregrino de Dajabón

JUAN BOLÍVAR DÍAZ
Lo que al principio pareció una actividad folklórica o la iniciativa de un aventurero buscador de publicidad, terminó convertido en una verdadera gesta nacional, seguida por cientos de miles de personas, a su paso por poblados y ciudades, o a través de los medios de comunicación. El gesto de Angel Sosa, “El Hombre de la Cruz”, fue interpretado correctamente por una gran parte de la ciudadanía que reconoció la forma innovadora en que reclamó del Presidente de la República el cumplimiento de promesas de obras para su comunidad, especialmente la reconstrucción de la carretera que une a Dajabón con Loma de Cabrera, allá en la caliente Línea Noroeste, fragmento patrio relegado de las inversiones y los servicios.

Durante 11 días, Sosa recorrió los 305 kilómetros que separan a Dajabón del Palacio Nacional, cargando una cruz de madera de más de 30 libras, cuyo peso iba en aumento en la medida en que el cansancio y hasta el malestar físico se apoderaban de él, tras soportar lluvias, sol y sereno.

Al completar la primera semana tuvo que ser hospitalizado en una clínica de La Vega, afectado por problemas pulmonares.

Pero su fuerza de voluntad le permitió reanudar la marcha al día siguiente, hasta llegar exhausto a la capital.

Cumplida la meta sufrió un mareo sintomático de que se habían agotado sus energías físicas, por lo que volvió a requerir internamiento clínico. Sosa no es un aventurero ni un oportunista, como lo demostró al rechazar la oferta de la Oficina de Desarrollo de la Comunidad para que trabajara en Dajabón por 10 mil pesos mensuales, y los cinco mil pesos que de inmediato quisieron avanzarle funcionarios del gobierno, con lo que hubieran anulado su ejemplo.

En vez de tomar con humildad y sentido humano el gesto de Sosa, en ámbitos gubernamentales se pusieron dramáticos, celosos de una nueva iniciativa para reclamar cumplimiento de las promesas del presidente Leonel Fernández, renovadas poco antes de los comicios de este año cuando, buscando votos, movieron algunos equipos para simular que comenzaban la reparación de la carretera.

Con un poco de sensibilidad y hasta sentido del humor, los funcionarios del gobierno lo hubiesen recibido en una oficina o salón del Palacio Nacional, con jugos y ponches calientes para él y sus más cercanos acompañantes y con atenciones médicas. No pasó de la oficina de recepción ubicada en el estacionamiento de vehículos de la sede gubernamental. Su presencia sirvió para que el país se enterara que las obras del interior estaban paralizadas desde mayo, obviamente por el gasto abusivo de la campaña electoral.La peregrinación tampoco fue una improvisación. Sosa llevaba meses llevando su cruz cada día 4 desde su casucha del poblado de Los Miches hasta Dajabón, para hacer una parada frente a la Gobernación, reclamando el arreglo de la carretera.

Llama la atención el interés de los medios de comunicación y la comunidad nacional por el peregrino, lo que conlleva un meta-mensaje al corrompido sistema político: debajo de cualquier yagua vieja cualquier día puede salir tremendo alacrán.

Es también un desafío a la originalidad y la constancia de cuantos en el país tienen reclamos colectivos pendientes, como esa mitad de la población que vive bajo niveles de pobreza. Es también una demostración de que con sacrificios se puede desafiar un sistema que cada vez se torna más insensible y excluyente.

Toda la comunidad debería mirarse en Angel Sosa.

 No es un desquiciado ni un exhibicionista. Un agricultor humilde que tuvo la capacidad de descubrir un método eficiente para llamar la atención sobre los reclamos de su comunidad, sin violencia y sin poner en juego más que su propia vida, que le pertenece.

Sobre él dijo el padre David Pantaleón, párroco de Loma de Cabrera y Restauración: “comparto casi llorando las hermosas experiencias de solidaridad que ha vivido de tanta gente buena y sensible a lo largo de su vía.

Yo solo pude estar en la salida para la bendición de la cruz y tuve el honor de caminar un rato con él.

Pero desde ese día me persigue hasta en los sueños este gesto valiente, heroico y noble, la silueta de un padre de familia desempleado, arrastrando por todos esa cruz fronteriza hacia la gran ciudad de los megaproyectos”. Cientos de compueblanos de Sosa le acompañaron al entrar a la capital la tarde del martes 15, entonando la salve que cantan en la parroquia La Altagracia de Loma de Cabrera: No le temo al sacrificio Agua, sol, lluvia o sereno. Desde lejos vengo andando Peregrino del Dios bueno.-

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