La Gioconda sigue vigente tras 500 años

La Gioconda sigue vigente tras 500 años

POR MANUEL EDUARDO SOTO
Aunque Leonardo Da Vinci supuestamente pintó la Mona Lisa a principios del siglo XVI, el cuadro más famoso del mundo continúa haciendo noticia. Un erudito afirmó recientemente que la mujer de la sonrisa intrigante que posó para Da Vinci se llamaba Lisa Gherardini, esposa de un amigo del pintor e inventor empedernido.

A lo largo de cinco siglos han surgido numerosas teorías sobre quién era realmente la Mona Lisa, pero eso no es lo que queremos resaltar en este artículo. Sea quien fuere, la cuestión es que todos los que visitan el Museo del Louvre, en París, a orillas del río Sena, van directamente al sitio donde se encuentra la obra, recorriendo una infinidad de largos y bellos pasillos. Y yo no fui la excepción. Cuando visité el museo a fines de la década de 1980, experimenté una sensación muy especial cuando estuve frente al cuadro, el que estaba protegido por un grueso cristal antibalas.

En esa ocasión logré tomarme una foto con la Gioconda de fondo (la que ilustra esta crónica), algo que no pueden hacer actualmente los visitantes debido a las medidas extraordinarias de seguridad vigentes ante un posible atentado terrorista y también porque el flash de las cámaras fotográficas podría dañar el lienzo de cinco siglos.

La Mona Lisa fue tema, además, de uno de los libros más vendidos de los últimos tiempos, «El código Da Vinci», de Dan Brown, en el que se tejen una serie de hechos interesantes que hacen que el lector lea sin parar página tras página hasta desenredar un poco la madeja. Pero las cosas no se quedan ahí, ya que han aparecido otros libros explicando el significado de los temas planteados en la obra y diferenciando la realidad de la fantasía. Mi neumóloga quedó tan entusiasmada con «El código Da Vinci», que tiene un ejemplar en su consultorio, en el Centro Materno Infantil de Santiago de los Caballeros, y otro en la mesa de noche de su dormitorio. Así va avanzando en la lectura cada vez que tiene un espacio entre sus múltiples actividades profesionales.

París fue también la base artística de Picasso a principios del siglo XX, y sus obras se encuentran repartidas por diversos museos y galerías de la Ciudad Luz. En la otra foto que vemos en esta página, estoy en el Museo Georges Pompidou, donde visité una exposición de las obras de su última etapa artística, entre 1953 y 1973. El afiche oficial de la exposición mostraba al pintor cubista español en plena faena en las postrimerías de su vida, en su atelier del sur de Francia.

Siempre se hace corto el tiempo que uno pasa en la capital gala ante tantas opciones culturales y artísticas que se le presentan, ya sea en museos, clubes de cine arte que exhiben películas clásicas y cabarés legendarios como el Moulin Rouge, donde François Toulouse Lautrec dibujó a las bailarinas de cancán en afiches que hoy son apetecidos por los coleccionistas, tanto en sus versiones originales de altos precios como en reproducciones que cuestan sumas más modestas.

Pero París será siempre sinónimo de la Mona Lisa, por ser el cuadro que más se conoce en el mundo. Incluso la actriz norteamericana Julia Roberts protagonizó el año pasado una película con ese nombre, aunque no tuvo el éxito esperado.

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*El autor es periodista chileno, de larga trayectoria internacional, desde hace poco residente en el país.

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