La gira presidencial

<p>La gira presidencial</p>

Washington está tratando de recomponer su impopularidad regional con iniciativas sociales que se contraponen a la creciente influencia del venezolano Chávez
Escribe Richard Lapper con notas de J. Wheatley

En 2001 muchos latinoamericanos abrigaban esperanzas de que George W. Bush le diera la mayor prioridad al “traspatio” que Estados Unidos, con frecuencia, había dado por sentada. Después de todo, el recién electo presidente había sido gobernador de Texas, un estado en la frontera con México, hablaba un poquito de español, y la “cumbre de vaqueros” en el rancho de su colega mexicano Vicente Fox fue la ocasión para la primera visita de Bush al extranjero. “Algunos miran al Sur y ven problemas. Yo, no; yo miro al sur y veo oportunidades y potencial”, había dicho Bush la víspera del encuentro.

Vinieron entonces los ataques del 11 de septiembre de 2001, y preocupaciones más apremiantes. La aparente indiferencia de la administración hacia el desastre financiero de Argentina más avanzado el año, su torpe respuesta pocos meses después al golpe de Estado en Venezuela, y sobre todo, su invasión a Irak convirtieron a Bush en una figura sumamente impopular en la región.

Ahora, parece que Bush está tratando de recuperar el tiempo perdido. Seis años después de que asumiera el cargo, con su credibilidad al Sur del Río Grande en harapos, el presidente inicia una gira de una semana por Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México, que fácilmente sería su visita oficial más prolongada a la región. Su objetivo es restablecer la confianza en EEUU en momentos en que la influencia del presidente Hugo Chávez, de Venezuela, el principal oponente de Bush en la región, y el arquitecto de una nueva filosofía, el “socialismo del siglo XXI”, está en alza.

Parte de su agenda es predecible. Bush va a ofrecer respaldo a Álvaro Uribe en Colombia -su aliado más leal en la guerras de dos décadas contra el comercio ilegal de drogas-, y analizará con el nuevo presidente de centro-derecha de México, Felipe Calderón, la posibilidad de un acuerdo para legalizar el status de más de 6,5 millones de mexicanos que trabajan ilegalmente en EEUU.

Pero también habrá nuevas iniciativas. Bush programa hablar con Luis Ignacio Lula da Silva, de Brasil, sobre un tema de mutuo entusiasmo: el combustible verde. Entre ambos, EEUU y Brasil producen 70% del etanol mundial, y Bush espera sentar las bases de una cooperación futura en la investigación y el desarrollo.

Lo más sorprendente para un republicano de libre mercado, es que introducirá una serie de iniciativas diseñadas para aliviar la pobreza, que van desde la atención médica de emergencia hasta el apoyo financiero para hipotecas baratas.

En un discurso pronunciado el lunes, marcado por referencias positivas a la “Alianza para el Progreso” -el plan multimillonario de bienestar social e infraestructura para América Latina iniciado por John F. Kennedy en 1961, después del triunfo de la Revolución Cubana-, Bush llamó la atención sobre la “terrible necesidad” que afecta a casi una cuarta parte de la población de la región.

“Muchos niños jamás terminan la escuela primaria; muchas madres nunca ven un médico. En una era de prosperidad creciente y abundancia, esto es un escándalo, y es un reto”, dijo Bush a su auditorio en Washington, el lunes.

El presidente alegó que la pobreza estaba llevando a algunos a cuestionar el valor de la democracia. Un cambio para ayudar a los “trabajadores pobres” es vital. “Es por nuestros intereses nacionales; es en interés de Estados Unidos de América ayudar a las personas en las democracias de nuestro vecindario para que tengan éxito”, dijo.

Todo ello marca el refinamiento de una política largamente dominada por las tres prioridades: el libre comercio, la seguridad en las fronteras y la lucha contra la cocaína.

“Esto tiene una importancia simbólica enorme. Señala hacia dónde debían ir las relaciones hemisféricas”, dice Julia Sweig, jefa del programa latinoamericano del Consejo de Relaciones Exteriores de Washington. “Estamos viendo al hemisferio de una forma sumamente diferente a la forma en que lo veíamos antes”.

Entonces, ¿por qué se cambia el enfoque? En parte, refleja simplemente la senación que aumenta en Washington de que EEUU está perdiendo influencia en una región que ha dicho haber dominado desde la primera parte del siglo XIX.

Los esfuerzos de EEUU por forjar un Area de Libre Comercio de las Américas encallaron. Mientras tanto, en la medida en que los vínculos de comercio de EEUU con México, América Central y el Caribe han crecido desde finales de la guerra fría, partes de América del Sur se han estado expandiendo hacia otros lugares, muy especialmente en Asia. Los mediocres retornos de las reformas pro-mercado respaldadas por Washington redujeron más la influencia de EEUU.

Los dos países más grandes de América del Sur -Brasil y Argentina- han dado la espalda a las perspectivas de acuerdos de libre comercio con EEUU, y ya no dependen del apoyo del Fondo Monetario Internacional, con sede en Washington, ni de otras instituciones multilaterales.

Esa autonomía ha adquirido un filo notable en Venezuela y en un número de países más pequeños, donde una nueva raza de políticos nacionalistas -liderados por Chávez-, han defendido una política más radical, opuesta explícitamente a la influencia de EEUU en la región.

Chávez, un ex oficial del ejército elegido por primera vez en 1998, parece ser imparable. Ha consolidado su poder político mediante una serie de victorias electorales, centralizando gradualmente su poder sobre la sociedad venezolana y haciendo avanzar su programa de cuantioso gasto estatal, inversión en salud y educación, reforma institucional radical, nacionalizaciones y empresas cooperativas. Durante los últimos tres meses, Chávez ha convertido en propiedad estatal las compañías de telecomunicaciones y servicios públicos y pronto asegurará el control de los negocios conjuntos que operan en la franja petrolera del Orinoco.

Con sus partidarios ya controlando la judicatura y la legislatura, Chávez ha debilitado más los mecanismos democráticos al ganar el derecho a gobernar por decreto. Nuevos poderes, incluyendo la capacidad para gravar impuestos, le serán otorgados a los consejos comunitarios -a los que Chávez describió como el equivalente venezolano de los “soviets”, o consejos de trabajadores de la Rusia bolchevique. “¡Todo el poder a los Consejos Comunales, el poder al pueblo!”, dijo el líder venezolano en un discurso reciente.

El mismo ritmo de la radicalización ha sorprendido a los observadores. “Hay una cualidad delirante en esto”, dice Michael Shifter, de Diálogo Interamericano, en Washington, y autor de un nuevo informe sobre opciones políticas para EEUU.

El desplazamiento hacia la izquierda ha ido acompañado por la influencia creciente de Chávez en el extranjero. Tres gobiernos -Bolivia, Ecuador y Nicaragua, todos electos en los últimos 15 meses-, son aliados cercanos del líder venezolano, comparten su hostilidad hacia EEUU, y persiguen reformas políticas y económicas similares.

La economía venezolana refuerza sus relaciones con cuatro aliados claves: Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Una red de programas sociales -principalmente, con el protagonismo de médicos y trabajadores de las salud cubanos, y mediante el pago del dinero del petróleo venezolano-, se ha extendido a otros países no comprometidos formalmente con este eje radical. Caracas vende el petróleo en términos concesionarios a un grupo de países más pobres en la región y también se ha convertido en uno de los mayores acreedores de Argentina, después de haber adquirido más de US$4 millardos de sus bonos.

Lo más preocupante para Washington es que Chávez y sus aliados han sido partidarios ruidosos de los enemigos de EEUU en cualquier parte del mundo, y se destaca la defensa del derecho de Irán a desarrollar la energía nuclear. Otros miembros del eje radical se sienten bien con vincularse a Irán, cuyo gobierno envió una delegación de 75 personas a la toma de posesión de Rafael Correa, en Ecuador.

El creciente almacenamiento de armamentos es otra preocupación. En un testimonio reciente ante el Congreso, un funcionario de inteligencia de la agencia de defensa de EEUU destacó la compra por parte de Chávez, desde 2005, de aviones de combate y miles de fusiles de asalto a Rusia. “Chávez, realmente, está haciendo incursiones, y los estadounidenses están perdiendo terreno”, dice Jorge Castañeda, un politólogo mexicano y ex ministro de Relaciones Exteriores.

Sin embargo, todavía EEUU tiene muchas cosas que salvar. El ascenso de radicales como Evo Morales, de Bolivia, el primer presidente indígena del continente, o el resurgimiento del líder guerrillero nicaragüense de los años de 1979, Daniel Ortega, puede que llamen la atención. Pero la historia real de las 11 elecciones en la región el año pasado, más o menos, son las ganancias que lograron los moderados, ya sean de izquierda o de derecha, en especial en los países más grandes. Al mismo tiempo, muchos cuestionan la sostenibilidad económica del proyecto de Chávez.

“Nada de lo que están haciendo gobiernos como los de Brasil y México son antítesis de los intereses de EEUU”, dice Walter Russell Mead, un historiador que ha escrito sobre la política exterior de EEUU. Además, aunque la administración Bush sea impopular, muchos latinoamericanos, en especial en el Norte de la región, todavía aspiran a los valores de consumo de EEUU y sueñan con vivir en el Norte. “Es el caso de `yanki go home,´ pero llévame contigo”, dice Mead.

El viaje y los nuevos planes de Bush parecen diseñados para fortalecer las relaciones con este campo y debilitar el atractivo del radicalismo chavista en los países más pobres. Los servicios primarios de salud que ofrece a los pobres de América Central y el Caribe, por ejemplo, van contra la indudable popularidad de las políticas sociales que están desarrollando Venezuela y Cuba. La iniciativa de la energía, busca, simultáneamente, fortalecer las relaciones con el gobierno de centro-izquierda de Lula da Silva y ayudar a países como Guatemala y Honduras, para que gradualmente vayan reduciendo su dependencia del petróleo importado.  

Sin embargo, los críticos alegan que el esfuerzo es demasiado reducido y llega demasiado tarde. Mientras que Chávez y sus aliados cubanos han establecido una red permanente de clínicas en las áreas pobres de Venezuela y Bolivia, la respuesta estadounoidense trae las sensación de un esfuerzo de emergencia, y por una sola vez. Los servicios de salud primarios se ofrecerán a 85,000 personas desde un barco de la marina de EEUU que atracará en los puertos de 11 países pobres, un gesto -como expresó un comentarista brasileño- más a tono con los años 40 del siglo pasado.

Overseas Private Investment Corporation, la agencia del gobierno que garantiza la inversión de EEUU en el extranjero, va a incrementar el financiamiento de hipotecas baratas asequibles para la clase trabajadora, pero incluso la cantidad disponible no llega a US$400 millones. En un editorial cáustico, O Estado de São Paulo, un diario brasileño, calificó la iniciativa como “miserable”, ”anacrónica” y “totalmente fuera de tono”.

La ambición limitada tambi{en pudiera socavar la iniciativa de los combustibles verdes. El financiamiento inicial, incluyendo las contribuciones de EEUU y Brasil además de los bancos multilaterales, es probable que sea inferior a los US$25 millones. Y todavía no se ve que haya planes para reducir la gruesa tarifa de 54 centavos por galón que carga EEUU al etanol importado, ni el subsidio de 51 centavos por galón para los productores estadounidenses. Defraudado, un crítico del Congreso -un ayudante del mismo Partido Republicano de Bush- dice que el plan “ignora por completo el potencial de transformación: esta política podría ayudar a rehabilitar la imagen de EEUU a los ojos de los latinoamericanos”.

Y esa dimensión es la escala de la desilusión de América Latina, que parece creer necesario mucha mayor atención y dinero para cambiar la marea a favor de Washington. Algunos escépticos creen que la gira podría convertirse en un desastre de relaciones públicas en la categoría de la visita de Richard Nixon en 1958, cuando el entonces vicepresidente fue atacado con piedras por manifestantes en Caracas.

En el mejor de los casos, Bush corre el riesgo de ser superado por la gira de Chávez, quien viaja a Argentina para encabezar la manifestación contra Bush.

La realidad es que EEUU tendría que hacer mucho más para recuperar las posiciones que tuvo una vez. Marta Lagos, cuyas encuestas de Latonobarómetro han registrado el sostenido descenso de la influencia de EEUU en años recientes, dice que aún en países como Chile -un modelo de reforma orientada hacia el mercado que firmó un tratado de libre comercio con EEUU en 2003-, la gente está “irritada”.

“Es bueno que no venga aquí”, dice Lagos. “Tendría una recepción fría”.

VERSION IVAN PEREZ CARRION

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