La globalización y sus sinsabores en 2004

La globalización y sus sinsabores en 2004

2003 fue un año desastroso en muchos sentidos para la globalización. Estados Unidos y su «coalición» se lanzaron a la guerra contra Iraq sin el apoyo de la ONU, y la reunión de la OMC en Cancún, que supuestamente habría de generar el ímpetu para cerrar con éxito la Ronda del Desarrollo, resultó un fracaso. 2004 será mejor, casi seguramente, tanto para la globalización política como para la economía mundial. Pero no hay que esperar un año sobresaliente.

Los sucesos en Iraq evidenciaron el fracaso de los procesos democráticos a nivel internacional, y la necesidad de fortalecerlos. El manejo por parte de la administración Bush de la guerra en Iraq y sus secuelas ha estado marcado por el unilateralismo que demostró al rechazar el protocolo de Kioto y el Tribunal Penal Internacional.

En cada caso, cuando la decisión colectiva del mundo fue distinta de los deseos de Estados Unidos, el presidente Bush insistió en salirse con la suya. Que el gobierno de los EU le haya mentido deliberadamente al mundo acerca de la existencia de armas de destrucción masiva en Iraq o que simplemente se haya dejado llevar por su propia retórica es menos importante que la lección que se debe aprender: es peligroso poner un poder excesivo en manos de unos cuantos.

Pero los EU se están dando cuenta al fin de que ni siquiera una superpotencia puede garantizar la seguridad en un país ocupado por la fuerza. Pudieron haberse ganado al pueblo iraquí en los primeros meses de la ocupación, pero ya para estos momentos, sus errores acumulados han condenado al fracaso a la campaña para ganarse los corazones y las mentes de los iraquíes. Estados Unidos también ha reconocido ya la necesidad de condonar las deudas de Iraq, lo que requerirá del acercamiento y la cooperación con los aliados tradicionales de los EU que se opusieron a la guerra.

Estos acontecimientos ofrecen la esperanza de que los EU adopten un enfoque más multilateral hacia la política exterior en 2004. Pero el hecho de que la administración Bush haya excluido a países acreedores como Francia, Alemania y Rusia de los contratos para reconstruir Iraq socava esa esperanza.

Al mismo tiempo, si el enfoque de «terapia de choque» en lo que se refiere a la reconstrucción (liberalización económica y privatizaciones aceleradas) se lleva a cabo, es probable que crezcan el desempleo y el resentimiento. La «terapia de choque» es una estrategia que ha fallado reiteradamente. En 2004 el mundo bien podría conocer de nuevo los riesgos de basarse en la ideología o el liderazgo de un solo país. Iraq será el que más sufra, pero las consecuencias seguramente se sentirán en muchos lugares.

Las pláticas de la OMC en Cancún representaron el otro gran fracaso de la globalización en 2003. Los EU y Europa no cumplieron con su promesa de que ésta sería una ronda de negociaciones comerciales diseñada para aliviar el sufrimiento de los países en desarrollo. Efectivamente, no lograron corregir los desequilibrios de rondas anteriores que habían empeorado la situación de las regiones más pobres del mundo.

Los EU y Europa no sólo trataron de imponer su agenda a los países en desarrollo, sino que siguieron insistiendo en su derecho a subsidiar la agricultura y presentaron nuevas demandas que habrían agravado aún más las condiciones de vida de los países en desarrollo. Por primera vez, los países en desarrollo se unieron y las pláticas se suspendieron.

Después de culparse mutuamente por el fracaso, Estados Unidos y Europa seguirán insistiendo en el 2004 en que quieren reanudar la ronda del desarrollo. Pero a menos que se hagan concesiones significativas en materia de agricultura, barreras no arancelarias y derechos de propiedad intelectual, ¿qué tienen que ganar los países en desarrollo? Las tarifas sobre bienes industriales en los países avanzados ya son tan bajas que los países en desarrollo no obtendrán grandes beneficios, y tienen mucho que perder con otro acuerdo comercial injusto.

Sin embargo, los países en desarrollo ya están aprendiendo algunas de las triquiñuelas del Occidente. En Miami, en noviembre pasado, llegaron a un acuerdo sobre una Zona de Libre Comercio de las Américas que de hecho no estipula el libre comercio, y que apenas fue un poco más allá de lo que ya está acordado en el seno de la OMC. En resumen, parece que cualquier éxito de la ronda actual de negociaciones comerciales se basará en acuerdos sin sustancia.

La recuperación de la actividad económica en Japón y los EU es un buen signo para la economía global en 2004, al igual que la fuerza que sigue mostrando China. Toda desaceleración económica tiene un final, y ya es hora de que la economía de los EU, que comenzó a decaer hace casi cuatro años, se recupere. Esto podría haberse dado antes si la administración Bush hubiera apoyado recortes a los impuestos para las clases pobres y medias, y no para los ricos. Sin embargo, la magnitud de los recortes que promovió fue tan grande que de todas maneras generó cierto estímulo. Pero el costo es enorme: un déficit fiscal colosal que pone en riesgo el crecimiento futuro.

La contraparte del inmenso déficit fiscal de los EU es su profunda brecha comercial. Este déficit gemelo ha repercutido seriamente en la confianza de los extranjeros hacia la salud fundamental de la economía de los EU, y por lo tanto, sobre el valor externo del dólar. Mientras el euro se mantenga fuerte en relación con el dólar en 2004, el déficit comercial de los Estados Unidos se moderará, pero a costa de dificultar una recuperación robusta en Europa.

Mientras tanto, una vez que la recuperación se consolide, las enormes demandas crediticias de los EU y Europa casi seguramente presionarán al alza las tasas de interés a nivel mundial, lo que representará problemas nuevos para los mercados emergentes. Para ellos, sólo será una instancia más en la que tendrán que cargar con los costos de los errores de política cometidos en los países industrializados avanzados, otro caso en que la globalización toma el camino errado.

Joseph E. Stiglitz, ganador del Premio Nobel de Economía, es profesor de economía en la Universidad de Columbia y fue Presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Clinton y Economista en Jefe y Vicepresidente del Banco Mundial. Su libro más reciente es The Roaring Nineties: A New History of the World’s Most Prosperous Decade

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