La gran evasión

La gran evasión

Los líderes del mundo y organismos multinacionales han barajado fórmulas diversas para tratar de detener la crisis global. Los diagnósticos que han manejado están dominados por los parámetros económicos, financieros, sociales y de regulación.

En el corto plazo, las soluciones de “salvamento” involucran sumas multibillonarias de los contribuyentes y se aventuran estrategias para aplicarlas a mediano y largo plazos.

Pero en todo cuanto se ha hecho hay una gran evasión. Los líderes ni los organismos internacionales han tocado el aspecto moral de esta crisis y el consenso parece orientado a echar debajo de la alfombra la cuestión moral.

Se ha decidido la manera de distribuir las cuotas de “salvamento” y a quienes favorecer con ellas, pero no ha habido el menor amago de empezar a distribuir responsabilidades, aunque hacerlo parezca de vocación suicida.

Hay un sesgo de moralidad en la censura del gobierno de Washington a los ejecutivos de la aseguradora American International Group (AIG) por haberse repartido cuantiosos bonos a costa del dinero de los contribuyentes que le fuera entregado a esa empresa para fines de salvamento. Lo hay también al negarle más fondos de rescate a General Motors y Chrysler por haber fallado con las partidas anteriores.

Lo que el mundo está padeciendo hoy comienza en Estados Unidos con una febril competencia del negocio inmobiliario, que en su afán de lucro inventó instrumentos de cambio carentes de valor y logró que firmas calificadoras de riesgos santificaran esos instrumentos para que fueran inobjetables en grandes bancos en varias partes del mundo, a sabiendas de que los valores eran irrecuperables.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, define la situación actual como una “crisis de civilización”. Realmente es una clasificación benigna, un arranque de indulgencia para lo que, en esencia, es una gran crisis de moralidad que está arrastrando al mundo a un verdadero desastre.

Nada indica que haya intención de tocar la parte podrida de la crisis. No parece previsto que algún foro, llámese G20 o como se llame, vaya a ocuparse de este aspecto.

Hay que ver con mucha reserva la presteza con que se ha actuado para asignar salvamentos multibillonarios, mientras se evade el aspecto moral de una crisis cuyas peores consecuencias están por verse.

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