La gran lección de la crisis

La gran lección de la crisis

Independientemente de lecciones particulares derivadas de la crisis económica mundial, lo sucedido deja una gran lección: las consecuencias de no haber ponderado oportunamente las advertencias formuladas por voces autorizadas mucho antes de su detonación.

Las advertencias se subestimaron y sus voceros burlados y descalificados con epítetos despectivamente estigmatizados entre el pesimismo consuetudinario y/o la agorería.

No es desde ahora que se advertía el riesgo que conllevaba una economía rentista, predominantemente financiera versus la real productora de bienes y servicios, generadora de puestos de trabajo; “rentismo” y sobre-financiamiento hoy denostado como especulativos y  de casino, incluso por quienes se valieron de ellos para proyectar imágenes de bonanzas o milagros desvanecidos.

No es desde ahora que se critica el cultivo de una economía de consumo inspirada en el efecto demostración que ejerce el modelo norteamericano  que para los países subdesarrollados se traduce en detrimento del ahorro y la inversión,  imprescindibles para financiar la producción creadora de fuentes de ocupación.

No es desde ahora que se postulan admoniciones sobre la ostentación que acompaña esta economía de consumo, sobrepasando incluso los estándares de referencia al demandar bienes por encima de nuestras capacidades e incluso hoy descartados en las naciones que nos sirve de referencia.

No es desde ahora que esa ostentación deviene en el  riesgo moral de retroalimentar y magnificar conductas generadoras de descomposiciones sociales manifestadas en delincuencia, lavado de dinero asociado o no al narcotráfico, drogadicción;  encubiertos por calificaciones santificadoras como errores y omisiones dentro de la balanza de pagos y/o de proyectos inmobiliarios.

No es desde ahora que se viene advirtiendo la primacía de la codicia privada que hace predominar el interés particular sobre el general por vía de ganancias  excesivas en perjuicio de consumidores, del usufructo de dinero público administrado privadamente y el condicionamiento de leyes para favoritismos grupales en lugar del Bien Común.

No es desde ahora que se viene observando negligencia pública excusada en la achicamiento del Estado ensanchado por corrientes estatizantes cuando nunca debieron abandonarse roles orientadores, supervisores y supletorios de la iniciativa particular.

Desde siglos se ha postulado el equilibrio demoterritorial entre humanos y medio ambiente, cuyo desbalance ha culminado en pobreza manifestada en indisponibilidad de bienes y precariedades de servicios así como el calentamiento del planeta; temas olvidados bajo el influjo de la crisis.

A pesar de tantas advertencias, no se escucharon hasta la detonación de la crisis. Y otras, como la austeridad y reorientación del gasto público inductor del privado, se siguen desoyendo, evidenciando que todavía no hemos aprendido la gran lección de escuchar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas