La gran muralla

La gran muralla

PEDRO GIL ITURBIDES
La gran muralla china tendrá su réplica. Surcará los suelos desde un punto al sur de San Diego en el estado de California, en el oeste, y otro en la desembocadura del río Bravo, en el sureste. Ya existe en varios puntos de este largo tramo territorial que divide a los estados unidos mexicanos, de sus vecinos del norte.

Los políticos de los Estados Unidos de Norteamérica que patrocinan su erección, no quieren la entrada ilegal de mexicanos pobres. Dicen estar hasta la coronilla con los diez millones en que se calcula la población que a lo largo de los años ha cruzado esa frontera.

Es conocida la desazón que debido a ello sufre el presidente mexicano, Vicente Fox, quien calificó la construcción como “muro de vergüenza”. Tengo plena seguridad de que no lamenta la imposibilidad de que aumente el monto de las remesas de los mexicanos que laboran con los estadounidenses. Su contrariedad surge por la afrenta emocional que entraña esa estructura.

Aunque debe generarle escozor, igualmente, la impotencia en que se halla su pueblo para impedir esa vejación.

Fox no puede decir a los estadounidenses que suspenderá la asistencia técnica o financiera que éstos no reciben, ni han recibido nunca de los mexicanos. No puede decirle que no le venderá petróleo, pues los estadounidenses adquirirían el hidrocarburo de otros vendedores. No puede advertirles que hará retornar a los mexicanos que como emigrantes legales o ilegales se han radicado entre sus vecinos del norte, pues éstos no le harían caso. Tampoco puede cerrar el mercado mexicano a las exportaciones estadounidenses, pues existe un pacto de compleja revocación.

Podría pedir a los políticos mexicanos que administrasen bien las finanzas públicas, para impulsar a ese pueblo hacia altos niveles de crecimiento y desarrollo. Con este paso se escribiría una página de gloria que repercutiría con bonanzas y progreso en las generaciones futuras. Pero Fox sabe que pedir tanto es imposible. Como ha sido temerario tratar de imponer administraciones honestas en otros países del continente, y en otros países pobres. Justo debido a esa imposibilidad somos países pobres.

Fox no está del todo perdido, sin embargo. Tiene la oportunidad de recordar que el Banco Mundial hizo un estudio en que se pide un intercambio comercial basado en esquemas de justicia social internacional. Si prevaleciesen tales esquemas, los mexicanos pobres no intentarían cruzar esa frontera con riesgo de sus vidas. Como tampoco lo harían otros pueblos pobres que penetran fronteras de pueblos ricos, por todos los medios imaginables e inimaginables. Porque un intercambio comercial más justo redundaría en mayores ocasiones de negocios internos y puestos de trabajo.

Preciso es decir que las gentes tienden a emigrar e instalarse donde se ha logrado desarrollo, de igual modo en que nuestros antepasados se mudaban a los sitios en que había pródiga naturaleza. Hoy es ineludible la emigración para alcanzar la satisfacción de necesidades básicas inobtenibles en tierra propia. Para los mexicanos esas aspiraciones se cumplen entre los estadounidenses, como para los haitianos se logran entre los dominicanos.

La muralla de vergüenza, como la bautizó el presidente Fox, tiende a cerrar el paso a los mexicanos que remedan los nómadas de tiempos viejos. Nadie podrá impedir que esa muralla se tienda sobre los agrestes suelos por donde cruzará. Pero ningún otro pueblo puede hacer lo mismo, so pena de recibir presiones diplomáticas diversas. ¿Quién las ejercerá? El gobierno de la nación en donde esa muralla se levanta. Ese gobierno, justamente, presionará a los gobiernos que pretendan hacer lo mismo en otros sitios, para impedir el paso a inmigrantes pobres provenientes de lares vecinos.

Por eso la desazón mostrada por el presidente Fox, pues sabe que nada puede contra la gran muralla china de nuestros tiempos. Salvo, por supuesto, hablar de ella, denostar el propósito que anima a quienes alientan su construcción. Y tal vez, de alguna otra manera, para su coleto, hablar con el Creador, fuente de misericordia, y de la justicia y de la verdad.

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