El Presidente Luis Abinader se encuentra frente a una gran oportunidad y es el privilegio de poder producir una transformación en la República Dominicana.
Nuestro pueblo está cansado de falsas promesas, de discursos con retórica populista y palabras vacías. La mejor alocución para dejar un precedente en la sociedad dominicana es ejecutar políticas públicas serias y determinantes; de hecho, estas políticas públicas tienen el aval de la Constitución Dominicana, la cual establece como obligación del presidente administrar correctamente los bienes del Estado, con el fin de generar un ambiente de libertad y equidad.
Para que el presidente electo pueda cumplir la promesa de cambio que él promovió durante la campaña política, deberá tomar decisiones neurálgicas que produzcan cambios medibles y visibles; por ejemplo, en el aspecto judicial y ético deberá crear un fiscal anticorrupción y que no esté vinculado al ministerio público, con el fin de promover cero impunidad con los funcionarios y políticos corruptos; además, el presidente Luis Abinader debería tomar en cuenta a las universidades, iglesias y a líderes comunitarios para crear un plan estratégico para reducir la violencia y la delincuencia; algo que serviría de modelo de integridad y empatía inmediata con el pueblo sería la eliminación de los salarios excesivos y privilegios que obtienen los funcionarios y congresistas, y junto a esto eliminiar la práctica de financiar con dinero del Estado a los partidos políticos para que hagan campaña política. Si el presidente Abinader lograse implementar esas reformas neurálgicas, provocaría el inicio de una especie de Perestroika en la República Dominicana.
Sin duda, en este momento el presidente Luis Abinader tiene en su mano derecha el bisturí que corta para sanar, es decir la ley; y en su mano izquierda posee la anestesia para proceder a cortar el cuerpo de la nación sin producir desgarramientos ni dolor. Esta anestesia representa la voluntad del pueblo dominicano que está dispuesto a que los cambios sucedan; cambios como, el acceso de agua potable, energía eficiente, despolitizar las instituciones educativas, tecnificar la agricultura, entre otros. Si esta sanidad se produce, el pueblo dominicano tendrá un antes y un después.
El presidente electo, Luis Abinader, debe recordar que esos puntos neurálgicos para una transformación no son utópicos, sino, que es necesario que él y sus funcionarios tengan visión, pasión, integridad y coraje para crear una transformación. Si la intención del presidente Luis Abinader es transformar el país, entonces llegó la hora de poner los intereses del Estado y de la nación por encima de los deseos ambiciosos, personales, desenfrenados y partidistas.
De lo contrario, el cambio que enarbola no será más que una palabra vacía e infructuosa y dejaría al pueblo en un estado de desconfianza y abandono.