La gran sacudida de Medio Oriente

La gran sacudida de Medio Oriente

POR STEVEN R. WEISMAN
WASHINGTON.- En vísperas de la guerra hace dos años, el Presidente George W. Bush dijo que un régimen democrático en Irak «serviría como ejemplo dramático e inspirador para otras naciones en la región». Desde entonces, ha habido elecciones en Afganistán y entre los palestinos que, junto con la perspectiva de autonomía en Irak, han provocado olas de reforma y esperanza en partes de Oriente Medio.

Pero ahora, mientras los iraquíes votan en su primera elección moderna, la guerra en Irak también está transformando Oriente Medio y sus relaciones con Estados Unidos en direcciones que el gobierno de Bush quizá no esperaba.

Incluso muchos de los escépticos de la región sobre la guerra dicen que Irak podría, al final, erigir una democracia relativamente estable. Pero algunos de los aliados más firmes de Estados Unidos, sabiendo cuán débil es su dominio del poder, temen que la insurgencia iraquí pudiera alentar a los disidentes antigubernamentales o a militantes islámicos en sus propios países.

Entre muchos árabes comunes, además, el ejemplo de Irak también ha sido más alarmante que inspirador. Cualesquiera que sean las esperanzas de democracia de estos ciudadanos, han empezado a preguntarse si Irak ha pagado un alto precio para llegar ahí primero cayendo en la violencia, la lucha sectaria y una gran susceptibilidad a quienes predican el odio a Estados Unidos.

Dos preguntas están en su mente: Incluso si la democracia echa raíces y crece en Irak, ¿seguirá un Oriente Medio más estable? Y si la guerra civil consume a Irak, ¿cuán rápidamente la inestabilidad cubrirá a sus vecinos?

«Tuvimos el poder para barajear el mazo de cartas en Oriente Medio», dijo Shibley Telhami, profesor de la cátedra Anwar Sadat para la paz y el desarrollo en la Universidad de Maryland. «Pero nunca tuvimos el poder de asegurar cómo caerían».

Más allá de la preocupación general por la inestabilidad hay una preocupación compartida en los países gobernados por sunitas – Egipto, Jordania, Arabia Saudita y los estados petroleros más pequeños del Golfo Pérsico – de que el mayor beneficiario de la guerra hasta ahora no haya sido Irak, sino Irán, que es dominado por chiítas. Dar poder a la mayoría chiíta de Irak, temen, alentará a los chiítas en otras partes a desafiar a sus propias clases musulmanas sunitas gobernantes. Esto, a su vez, pudiera alentar una propagación de la influencia iraní que fue mantenida bajo control por Irak cuando fue gobernada por reyes y dictadores sunitas.

El gobernante de Jordania, el rey Abdullah II, viajó a Washington recientemente para expresar los temores de la mayoría sunita de la región de que un arco de influencia chiíta pudiera extenderse pronto desde Irán hacia Irak, Siria, aliado de Irán, y al títere de Siria, Líbano.

Funcionarios del gobierno de Bush han estado pidiendo a líderes árabes que no reaccionen excesivamente a esos temores; un funcionario del Departamento de Estado descartó los comentarios del rey recientemente como «paranoia anti-chiíta racista». Pero este funcionario reconoció que esos temores se han extendido en el mundo árabe, y un iraquí que ha asesorado al Departamento de Estado fue más lejos, sugiriendo que pudieran provocar que Jordania y Arabia Saudita – y algunos elementos en Siria – permitan a insurgentes sunitas en Irak ser apoyados desde su territorio.

«Los sunitas en Irak quizá conformen el 20 por ciento de la población, pero son una minoría con habilidades que tiene profundidad estratégica entre los vecinos de Irak», dijo el ex asesor, refiriéndose a los árabes sunitas de Irak (pero no a sus curdos, que también son musulmanes sunitas). «El apoyo desde Jordania y Arabia Saudita es una fuerza multiplicadora para ellos».

Los líderes chiítas de Irak, que han estado entre los simpatizantes más entusiastas de la elección del domingo, han sostenido constantemente que una democracia pluralista, no la teocracia de Irán, es su modelo para el gobierno, y el propio Irán ha bendecido tácitamente ese enfoque. Sin embargo, la guerra fortaleció la posición de Irán en la región eliminando a su peor enemigo, Saddam Hussein, y cualquier nuevo régimen que asuma el control de Irak probablemente tendrá lazos amistosos con Teherán.

Irán también ha estado haciendo una gran inversión de recursos en instituciones de beneficencia social, religiosas y políticas de los chiítas de Irak. «Hay un solo país que realmente está creando una nación en Irak, y no es Estados Unidos», dijo sardónicamente un diplomático árabe. «Es Irán».

Funcionarios del gobierno de Bush toman en serio el peligro potencial de un gobierno cada vez más confiado en sí mismo en Teherán, dada su historia de apoyar el terrorismo contra Israel y de antagonismo hacia Estados Unidos.

Los partidarios de la guerra en el gobierno de Bush dicen que creen que una democracia exitosa en Irak pudiera alentar a las fuerzas democráticas en Irán, que presumiblemente serían menos hostiles hacia los objetivos estadounidenses en la región.

Hasta que eso suceda, sin embargo, parece evidente que Estados Unidos seguirá amenazando con emprender acción contra Irán para evitar que adquiera armas nucleares, aun cuando Francia, Gran Bretaña y Alemania tratan de lograr el mismo resultado negociando un acuerdo con sus actuales gobernantes.

Las repercusiones políticas en los países árabes sunitas difícilmente son las únicas olas que provoca la guerra en la región. La demanda de los curdos en el norte de Irak de una continuación de la autonomía, y para la posesión de la riqueza petrolera de su región, inquieta a Turquía, que tiene sus propios problemas con una minoría curda rebelde. Los turcos temen que el proceso político en Irak pudiera alterar el delicado equilibrio en el norte, especialmente si la mayoría curda ahí expulsa a muchos árabes o se apodera de los campos petroleros ahí.

Para los israelíes, mientras tanto, la guerra ha despertado nuevas esperanzas y temores. La perspectiva de un Irán envalentonado les inquieta profundamente en un momento en que Occidente está tratando de convencer a Irán de renunciar a sus presuntas ambiciones nucleares. Israel ve esas ambiciones como una amenaza mortal.

No obstante, los líderes israelíes se sienten muy satisfechos de que Saddam Hussein haya sido derrocado; como Irak ya no es una amenaza, dicen incluso, es más fácil que los israelíes piensen en permitir un estado palestino en Cisjordania.

No sorprendentemente, la guerra está teniendo un efecto opuesto en la opinión árabe. Muchos expertos y analistas dicen que ha ampliado un golfo en el mundo árabe entre la estrategia de altos vuelos de líderes alineados con Washington y la ira contenida de su pueblo. En Egipto, por ejemplo, la andanada de noticias sobre la violencia en Irak, que es descrita en Al Jazeera y otros medios árabes como un levantamiento contra la presencia militar estadounidense, hace más difícil que el Presidente Hosni Mubarak se alíe con Estados Unidos para negociar el fin del estancamiento entre Israel y los palestinos.

Un sondeo de 3,500 ciudadanos árabes en seis paíes, organizado por Telhami y realizado por Zogby International, encontró el año pasado que la mayoría de los ciudadanos considera a los iraquíes en peores condiciones bajo la ocupación estadounidense que bajo el régimen de Saddam Hussein. La mayoría, encontró, acusa a Estados Unidos de ser motivado no por un deseo de propagar la democracia, sino por un interés en el petróleo árabe, un Israel más fuerte y un mundo musulmán más débil.

Algunos defensores de la democracia en el mundo árabe advierten contra descartar la posibilidad de que cambios lentos pero importantes estén ocurriendo debajo de la superficie de esas actitudes. Señalan la elección de Mahmoud Abbas como presidente palestino, diciendo que podría tener mayores consecuencias a corto plazo que las elecciones iraquíes.

«Las elecciones iraquíes están teniendo lugar bajo una ocupación estadounidense, y las elecciones palestinas se celebraron bajo una ocupación israelí», dijo Hisham Melhem, jefe de la oficina en Washington del periódico libanés As-Safir. «La gente en Oriente Medio empezará a decir: »Dios mío, si los iraquíes y los palestinos están ganando poder incluso bajo una ocupación, ¿por qué nosotros no podemos ganar poder?»».

Funcionarios del gobierno estadounidense también esperan que las elecciones iraquíes y palestinas hayan empezado a hacer que los reyes y dictadores en Oriente Medio miren sobre sus hombros con nerviosismo, lo cual sugiere que los estadounidenses están dispuestos a correr el riego de un periodo de inestabilidad a corto plazo en la búsqueda de una transición a largo plazo a una región democrática.

Pero algunos expertos temen que estos mismos líderes musulmanes autoritarios pudieran responder reprimiento la disidencia, y haciendo un llamado a Washington para que los respalden si la alternativa es el caos y un derrocamiento de sus regímenes.

«Irak es visto en la región como un ejemplo del caos resultante del cambio, no la democracia», dijo Martin Indyk, quien fue formulador de políticas mediorientales en el gobierno de Bill Clinton. «No creo que la gente o los líderes del mundo árabe lo vean como un modelo que quieran imitar. Para los gobernantes autoritarios de la región, el hecho de que Saddam cayera tan fácilmente incrementa su propia sensación de vulnerabilidad hacia su pueblo. Les preocupa que su propio pueblo los vea como tigres de papel, también».

A largo plazo, el desafío más grande para Estados Unidos será trabajar con sus aliados históricos – Jordania, Egipto, Arabia Saudita especialmente y otros estados del Golfo Pérsico – para responder a los cambios en Irak nutriendo sus propias reformas. Pero no es del todo claro que esto vaya a suceder, como demuestran los problemas que esperan a los ganadores en la elección del domingo en Irak y la reciente elección entre los palestinos.

Para los iraquíes y los palestinos, los nuevos líderes tendrán que satisfacer a ciudadanos enojados e impacientes. Los iraquíes quieren más que democracia; quieren estabilidad, pero también quieren que los estadounidenses se vayan pronto. Los palestinos quieren más que democracia; quieren justicia, como la ven, para su pueblo. Muchos en el mundo árabe dicen que los estadounidenses son vitales para lograr ambos objetivos – como intermediario entre palestinos e israelíes, y como un rápido reconstructor de Irak – pero que las recientes políticas estadounidenses han ayudado a empeorar, no a resolver, los problemas que enfrentan los nuevos votantes iraquíes y palestinos.

La democracia quizá sea el objetivo para Bush. Pero si se desea que la democracia funcione, tiene que ofrecer otros bienes. Y ayudar a los líderes recién elegidos a tener éxito, aun cuando sigan a su pueblo y estén en desacuerdo con las políticas estadounidenses, podría resultar ser el mayor desafío para Estados Unidos.

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