La grandeza de Taiwán

La grandeza de Taiwán

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
A raíz de la visita del primer ministro de la República China de Taiwan, Yu Shyi-Kun, que asistió a la toma de posesión del Presidente Leonel Fernández, su embajada en el país publicó el pasado día 14 una serie de datos que podrían servir de estímulo a los dominicanos, si en verdad queremos sacudirnos de la indolencia y del escaso desarrollo, pese a que en la década del 90 mantuvimos índices de crecimiento superiores al 6%.

Formosa, como era conocida la isla en la década del 50 y había sido posesión de los portugueses, se convirtió en el nido de los nacionalistas chinos que habían escapado de las poderosas garras del comunismo chino, que imbatible, se adueñó de la nación más poblada de la Tierra. En la década del 60 los índices de crecimiento de los dominicanos eran superiores a la incipiente república que iba tomando forma en una isla de 36 mil kilómetros cuadrados, casi 12 mil kilómetros menos que Dominicana.

Los chinos taiwaneses, al igual que los sudcoreanos y otros tigres asiáticos, asombraron al mundo durante más de 30 años cuando sus economías crecieron y elevaron la calidad de vida de sus habitantes, llevándolos a pertenecer a clubes exclusivos de naciones en que sus reservas en dólares eran admirables. Taiwan supera los $230 mil millones de dólares, mientras nuestra economía, al cerrar el 15 de agosto, el Banco Central anunciaba que tenían reservas brutas por unos $800 millones de dólares y netas que no llegaban a los $400 millones de dólares.

El milagro taiwanes, para llevar a su población a registrar una percápita superior a los $13 mil dólares, se ha basado en dos premisas fundamentales de la conducta humana para lograr sus objetivos de bienestar; es la disciplina y la educación así como el amor por el trabajo. En esa pequeña isla asiática se han conjugado muy bien esos factores. Los resultados los vemos de como la China Continental ha ido variando su posición desde querer apoderarse de la isla a como diera lugar, hasta permitirle su existencia como si fuera una provincia más del inmenso territorio de esa gran nación.

Indudablemente que el nivel de educación taiwanes, que tiene un 96% de alfabetismo, ha sido la piedra angular para el desarrollo, y es en ese aspecto que el presidente Fernández ha puesto todo su interés para elevar los índices educativos de los dominicanos y darle más oportunidades de trabajo y contribuir al desarrollo. Pero al mismo tiempo, disminuir una emigración, curiosa en algunos casos, donde vemos a cientos de hombres en los parques de los pueblos, mientras sus mujeres han emigrado al exterior, no solo a trabajar decentemente, sino a ofrecer sus cuerpos, para así enviar sus remesas puntualmente en tanto sus compañeros disfrutan del dominó, los gallos y el ron, en una vida muelle que debería avergonzarnos de ver como aquí no se trabaja como debería ser.

La disciplina, no la proveniente de un gobierno de mano dura, sino la que emana de la convicción de cada individuo, está ausente de nuestras prioridades ya que hay tantas formas de hacer dinero rápido, y más que el país está en la ruta del narcotráfico hacia los Estados Unidos, llevando a muchos a creer que solo con lo ilícito es que se puede llegar al bienestar personal.

Deberíamos estudiar e imitar el milagro taiwanés, que con una población de 23 millones de personas, se aglomera en una pequeña isla, para ofrecerle al mundo un ejemplo de trabajo y dedicación, que podría ser el estímulo para los dominicanos, que tan buenas relaciones mantenemos con ese país, el cual poco a poco se está viendo aislado, mientras crece la apertura y el poder de China Continental; tan solo algunos países centroamericanos y los dominicanos sostienen relaciones plenas con Taiwan.

Lamentablemente a los dominicanos parece que se le está haciendo tarde para reencontrar su sendero del desarrollo, al verse afectado por una desafortunada administración del PRD, que precipitó al país por un despeñadero, en que los valores prevalecientes fueron los del dinero fácil, la corrupción como lo ideal de mucha gente para enriquecerse, mientras se descartaba el esfuerzo sostenido de trabajar laboriosamente como lo han hecho los taiwaneses. Aquí hay empresarios que recuperan el capital invertido, que a veces provienen del lavado para multiplicar sus riquezas, en poco tiempo. Ahora ha surgido la esperanza con el nuevo gobierno recién instalado y con la certeza de que el dominicano recuperará el orgullo de su estirpe original de trabajar con denuedo y tesón para lograr el desarrollo, y poco a poco, equipararnos a lo realizado por Taiwan desde la década del 50.

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