La gremialización de los jueces

La gremialización de los jueces

Nadie podría, injusticia, disputarle su derecho. Muy pocos, si acaso, osarán oponerse. La Constitución  los ampara. Al agremiarse, ejercen uno de los tantos derechos fundamentales del ser humano… Libertad de Asociación: “Toda persona tiene derecho a asociarse con fines lícitos, de conformidad con la ley.” (Art. 47). La democracia  condena todo privilegio, todo tipo de discriminación. Generosamente proclama: “todos somos iguales ante la ley”. Idílicamente, el Art. 39 lo consagra: “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y  oportunidades sin ninguna discriminación…” ¡Deslumbrante! Cómo disentir de posiciones harto democráticas, legalistas, exegetas de la mitificación de la Ley, desbordada por realidades culturales y sociales, por patrones  de comportamiento cercanos a la anarquía. Cómo oponerse sin riesgo a los propios interesados que entienden  que ellos,  los  jueces, son  ciudadanos comunes y corrientes, y sus funciones  tan ordinarias como las que ejercen cualquier mortal, a pesar de que todo mortal debe inclinarse ante Su Señoría, y acatar la autoridad de su sentencia.

“El Alma de la Toga”, luce distante. Los intereses la adormecen. Las ambiciones la desfasan. Pasado el Siglo XX, entrado el XXI,  desde la óptica de José Ingenieros, El Hombre Mediocre, o de su tocayo, Santos Discéplo y su tango Cambalache, “ es lo mismo el que labora noche y día como un buey, que el que vive de los  otros, o está fuera de la ley. Da  lo mismo que sea cura, colchonero o rey de bastos…” El Alma de la Toga que engalana la sagrada misión del Juez,  y los coloca por encima de sus conciudadanos, como seres privilegiados con autoridad y capacidad legal para juzgarnos, condenarnos o absolvernos  en nombre de la República, luce desfasada,  sin espacio, a pesar de su valor y su belleza. Mi rebeldía queda plasmada en el asombro: “Siento disentir y declarar que no estoy de acuerdo con agremiación judicial en RD. Aun cuando sea un derecho constitucional legítimo, los jueces son magistrados superiores designados para impartir justicia objetiva,  imparcial y eficiente y nada más. Al formar parte de la acción, el instinto de justicia se pierde. El Poder Judicial se disminuye. Se coloca al borde de una frontera asaz peligrosa donde no hay a quién acudir enfrentado los  intereses gremialistas con la función sagrada de ser justos e impartir justicia. Con la descentralización y la democratización del Consejo del Poder Judicial donde los jueces de la Suprema, también de las Cortes, de los Tribunales de Primera Instancia, los Jueces de Paz tienen representación directa, con voz y voto, en  la toma de decisiones de asuntos tan importantes como cuestiones disciplinarias, traslados, administración financiera y presupuestaria, creación de cargos administrativos, nombramientos, promociones etc., no veo la pertinencia de este gremio y si avizoro una mayor politización de la justicia. No me creo reaccionario, pero le temo más al modernismo a ultranza que al realismo conservador. Bastantes malas imitaciones de sindicatos, de Códigos modernos, y moderna Constitución tenemos aquí para ignorar la práctica, su inadaptación e ineficacia. Me quedo, pues, con el Alma de la Toga.

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