La guerra de los ayuntamientos

La guerra de los ayuntamientos

Las autoridades de las principales ciudades de la República Dominicana que se dedican a hacer respetar las leyes municipales con seriedad tienen muchas ocupaciones en las campañas electoralesa nte las agresiones permanentes de los partidos políticos al espacio público.

Es un problema medular arrastrado por una larga historia de indiferencia, complicidad y abusos de poder por parte de algunos personajes que entienden que «el poder es para usarlo» aunque no se respete el derecho de los ciudadanos.

Hace algunas décadas las autoridades del gobierno usaban la fuerza pública para impedir que sus opositores usaran las paredes de pueblos y ciudades para propaganda «subversiva». En este tiempo de miedo y represión muchos jóvenes cayeron abatidos en el mismo lugar donde pegaban los afiches.

Luego de una mayor apertura democrática la mayoría de los grupos de izquierda se integraron al juego electoral, con una mayor oportunidad para presentar sus propuestas a los ciudadanos. Este proceso trajo consigo una avalancha de publicidad gráfica en todo el territorio de la nacional, en el que los grupos más pequeños defendían sus métodos de embadurnamiento con el argumento de que no podían accesar a los medios electrónicos por razones políticas, económicas y que las calles eran su único medio de expresión.

[b]Explosión gráfica[/b]

Al final de la décadas de los ochenta y principio de los noventa las ciudades, carreteras y avenidas fueron impactadas por una verdadera explosión gráfica con la llegada de máquinas de impresión en formatos grandes en sistemas serigráficos. En la campaña electoral del año 1994 los árboles metropolitanos fueron forrados de publicidad y las piedras de los principales balnearios fueron rotulados con política. Convirtieron los semáforos en tarantines de grandes fotos que colgaban con las sonrisas de futuros presidentes, impidiendo que conductores y transeúntes vieran las señales de tránsito.

Para entonces en el Distrito Nacional, que abarcaba lo que es hoy provincia Santo Domingo, era gobernado por autoridades cómplices de ese desórden, igual que en otros municipios importantes.

Los sistemas de impresión digital han venido a complicar este cuadro porque permite formatos más grandes y flexibles. A ello se debe que el más mínimo rincón de las ciudades sea ocupado por torres o grandes lienzos políticos.

Este panorama salvaje le abrió el apetito a muchos comerciantes y pequeños empresarios que, inmediatamente termina un proceso electoral, pagan a pintores para que tomen los espacios de los políticos y otros, creando un sistema de embarre permanente del espacio público.

[b]El ejemplo de la Capital, La Vega y San Francisco[/b]

Aunque todo parece indicar que en la moyoría de los partidos políticos no hay una clara conciencia del papel que juega el respeto al medio ambiente y al espacio público en la constucción de su propia imagen como organización moderna, no podemos dejar de reconocer el esfuerzo que han hecho algunos ayuntamientos para cambiar esta situación. Hay que dar méritos al esfuerzo que durante muchos años han hecho las autorizadades municipales de La Vega y San Francisco de Macorís en este aspecto.

Estos ayuntamientos han mantenido a raya a los violadores en los cascos urbanos de estas ciudades, dándole prestigio a su síndico, hecho que se ha ido reflejando en los votos que saca su partido en cada proceso electoral municipal.

Roberto Salcedo está intentando hacer lo mismo en una capital con caciques políticos que lo enfrentan a punta de pistolas en las calles. Y todo parece indicar que lo está logrando, aunque ha tenido la necesidad de aliarse a grupos y organizaciones comunitarias que apoyan el respeto al espacio público. Todo parece indicar que el Distrito Nacional se convertirá un en un referente para todo el país de lo que debe ser una campaña electoral sin ensuciar las ciudades.

Los partidos y movimientos políticos tendrán que adecuarse un poco más a los tiempos y poner a sus encargados de publicidad y propaganda al día en lo que respecta al manejo de los medios frente a la valoración que tienen los ciudadanos de su entorno. Lo que antes se vehía moderno y efectivo hoy puede resultar un elemento de rechazo; la población del ’94 ha cambiado mucho en 10 años, y para los ayuntamientos hacer un buen trabajo deben tener en cuenta «primero la gente».