¿Cómo en un mundo tan diverso, desigual y abusivo, lograremos trabajar, donde se encuentran las coincidencias primero, para luego ocuparnos de las diferencias?
Es difícil, y pocos colaboran, sobre todo, si queremos que las mujeres, víctimas de golpes, violaciones, y maltrato psicológico, también estén de acuerdo con todo lo que exige la comunidad LGTBQI+ y además con el tema pro-haitiano.
En mi caso particular, nada de eso me escandaliza, porque creo en los derechos de todas las personas y me sensibilizan las comunidades más vulnerables. Sin dejar de lado, el derecho que puedan tener las mujeres víctimas de maltrato pertenecientes a otras ideologías o corrientes políticas y religiosas, y aunque vayan en contra de mi pensamiento, es preciso que cuenten con la visibilidad y protección ante el abuso de género, del mismo modo que quienes tenemos un pensamiento más abierto.
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La guerra de los extremos que se ve en las redes sociales, que por supuesto, cuenta con un mínimo de personas de derecha extrema, pero que se hacen sentir, es muy penosa, pero logran cautivar la atención que necesitan, consiguiendo fácilmente que en base a las indignaciones de terceros, se hagan virales, reconocidas y difundidas por los medios tradicionales, emigrando así a otro público que ni cuenta se había dado en un principio.
Ambos extremos juegan en esta sociedad del espectáculo, que cómo he dicho en otros artículos anteriores, parece ser que son más importantes quienes encabezan las luchas, que las causas que defienden.
Para mi es un error aglomerarlo todo cada vez que se presenta una oportunidad conmemorativa y de alguna manera siento que aunque se cuenta con muchas almas con arraigadas convicciones liberadoras, hay intereses más sofisticados detrás que traspasan nuestro deseo de justicia y buenas intenciones.
Difícilmente logremos un mundo donde se erradiquen las diferencias, pero si no avanzamos en alcanzar logros en base a puntos comunes, el desgaste será inevitable