La Guerra Fría en Dominicana

La Guerra Fría en Dominicana

POR NELSON GÓMEZ
Al terminar la última guerra mundial el mundo entró en una etapa de preparación armamentista, propaganda y espionaje entre las principales potencias que se conoció con el nombre de «Guerra Fría». La política universal quedó dividida entre dos grandes bloques ideológicos y en este país sentimos los efectos de ella, actuando en consecuencia con esa realidad global.

Desde el inicio del comercio en el mundo se desarrollan estrategias de venta tomando como modelo la táctica militar, y por esa razón «El Arte de la Guerra», de Sun Tzu, es un libro con más de medio siglo que leen muchos ejecutivos para aplicar sus enseñanzas en los planes de mercadeo.

Pero la guerra que vamos a tratar en esta entrega no es la de los capitalistas contra los comunistas, es la de las «frías» que piden los dominicanos en los colmadones, con ventas a la altura de un país caluroso y de gente que no baraja un trago.

El mercado de las cervezas en República Domincana está bajo el control de la Cervecería Nacional Dominicana con sus marcas líderes Presidente y Bohemia; las demás también son de ellos y las que no, apenas ocupan un porcentaje muy bajo.

Han habido muchos intento por destronar del poder a la cerveza criolla pero hasta ahora no ha sido posible. La gente de la Presidente no se duerme y vive reinventando el marketing y la publicidad para no perder una pulgada del mercado.

Bacardí Dominicana tiene un buen tiempo atacando con Budweiser con el poderoso respaldo de Anheuser-Busch Inc., unos gringos con los juegos pesados en materia de ataque. Todo indica que el control de las calles permanece intacto en manos de Cervecería  con unos precios que rebotan entre Bohemia y Presidente en un juego apoyado en promociones permanentes.

Lo de Cervecería no tiene madre-como se dice en los patios-: representan Heinaken, Miller y Ambar. O sea que tienen material bélico para cualquier tipo de ataque.

Quisqueya no les pertenece y se sustenta en una pequeña cuota con un nivel de consumo rural que le permite apenas sobrevivir.

Todo parece indicar que el año que viene habrá una batalla de gigantes con la llegada de una brasileña que sabe pelear tanto en los cafés como en las fabelas: la poderosa Compañía de Bebidas de las Américas (Ambev). Esta cervecera se unió a la belga Interbrew para convertirse en la más poderosa del mundo y viene a territorio dominicano con el 51 por ciento de las acciones de Embotelladora Dominicana, que tiene la Pepsi en este país.

Arrancaron con una estrategia interesante. Buscaron una agencia publicitaria virgen, que no tuviera muchos clientes grandes ni esté muy ocupada para conseguir ser una cuenta «ñoña» y protegida; de modo que sus marcas reciban toda la energía creativa y el mejor trato en los planes de medio.

Un grupo de talentosos publicistas constituyeron una agencia que bautizaron con el nombre de Shampoo y lograron ganar un concurso que dejó babeando a los mounstruos tradicionales de la publicidad criolla. Interesante la salida que lavará la cabellera de marcas brasileñas.

El estilo siguió su curso a la hora de elegir quién va a hacer la promoción y la relaciones públicas y buscaron empresas para este servicio con los mismos requisitos de la publicitaria.

Consumidores, comunicadores, indusrtriales, banqueros y todo el que vive esta cultura de los negocios y el consumo está atento a los combates que se aproximan en esta Guerra Fría; y desde ahora se nota a los dueños del mercado atrincherándose con estrategias efectivas.

Como si se tratara de una importante partida de ajedrez, las marcas secundarias de Cervecería Nacional Dominicana salen temprano al ataque como arfiles, caballos, torres y peones para proteger al rey: Presidente, la marca líder.

Parece que los brasileños no vienen a inventar y se advierte una entrada inteligente para arrancar con un porcentaje del mercado que les permita enraizarse en la preferencia de los consumidores de esta exitosa bebida que tanto le gusta a nuestra gente.

Con esta crisis de electricidad no hay manera de que las cervezas lleguen frías al gran segmento pobre, donde la cosa está mala, pero siempre aparece para quitar la sed.

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