La Habana al instante

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 Es una osadía mía condensar, en algo más de  700 palabras, una visita de 48 horas a La Habana frente a la inmensidad  de un país con una historia  tan llena de acontecimientos, que muchos de ellos, son compartidos por los dominicanos, pero la impresión que se grabó en mi mente, bien vale la pena que los lectores compartan estos rasgos a vuela pluma.

 Pese a sus calles destruidas por falta de mantenimiento, y sus edificios  descacarándose por falta de pintura, hay una belleza singular de ver sus calles limpias con la circulación de una población alegre como es la de los países caribeños.

 Contrastando con esas calles en mal estado, resalta la belleza de los jardines en torno a la Plaza de La Revolución en el Vedado, donde  la vegetación y cuidado de los jardines hace olvidar la aridez y soledad paisajística del malecón habanero, tan solo destacado por el gris  de concreto y el asfalto de la avenida, por donde circulan cientos de autos con más de 50 años, mezclados  con los nuevos modelos del siglo XXI, teniendo como marco el bello mar norteño que bate sus aguas frente al histórico sitio de la fortaleza de La Cabaña.

 Al menos pude visitar El Floridita, el famoso bar habanero que inmortalizó  Ernst Hemingway con su daiquirí diario en un rincón de la barra, que alegrado por un conjunto musical de hermosas jóvenes  cubanas, permitía  compartir con extraños un ambiente de cordial  hospitalidad cubana.

 Es impresionante que por varios años ver lo que se lleva a cabo en la restauración del Capitolio, majestuosa  estructura neoclásica del cual copiamos  nuestro Palacio Nacional. Cuando concluyan los trabajos de restauración, financiados por la Unión Europea, será quizás la estructura más emblemática  del paisaje habanero, que cuenta con sus altos edificios de la década del 50 del siglo pasado como el Habana Libre y el Foxas, entre otros.

 Intentar disfrutar de un sabroso helado de Coppelia es una tarea de paciencia, ya que mucho antes de abrir por la mañana, la heladería registra  en su exterior una larga cola de clientes que aguarda su turno por más de una hora para poder disfrutar del helado emblemático de Cuba.

 El hecho singular de no ver patrullas de militares o de policías en las calles motiva una seria reflexión acerca de la seguridad  de la ciudad, que todavía a altas horas de la noche  mantiene una alta circulación de ciudadanos, que sin temores,  pueden llegar a sus lugares  de diversión  o de residencia. Tan solo existe  una discreta vigilancia en el aeropuerto,  que ni siquiera  se observa una exagerada proliferación de autoridades como ocurre en Santo Domingo, que el exceso afecta  la creencia de que no vivimos en una democracia plena. La lección es que el cubano posee una cultura del orden, disciplina y del respeto pleno, mientras aquí el bullanguero desorden innato se impone en todas nuestras actividades.

 Una mención muy especial y destacada merece el Hotel Nacional, que desde hace 83 años es un hito  universal de la hotelería,  ya que sus 500 habitaciones  conservan la historia de  los destacados visitantes, artistas, mafiosos,  políticos, intelectuales, que han pernoctado en el mismo, y que por su ubicación en la colina  de Taganana, se enseñorea sobre el malecón de La Habana, y con  sus hermosos jardines, obliga a que el huésped no quiera salir de sus instalaciones, se mantiene un acelerado ritmo de actividades con presentaciones de artistas en diversos salones, escenarios de importantes eventos internacionales y nacionales culturales, políticos y científicos,  con una variada afluencia de personas de todo el mundo. Su ambiente impresiona por su cuidado mantenimiento, también se destacan los dos famosos cañones Krugg de 280 milímetros, que en la guerra Hispanoamericana de 1898 hundieron buques de guerra norteamericanos.

 El Terminal Tres  del Aeropuerto Internacional José Martí es una monumental  obra arquitectónica mal lograda exteriormente,  contrastando  con su belleza interior del acero en rojo chino y cristal y una buena  distribución, pero  que la vía de acceso tiene una parte a oscuras lo cual hace su tránsito peligroso a altas horas de la noche. De día esa avenida representa una visión de la Cuba emprendedora con sus múltiples industrias,  cooperativas, escuelas e instalaciones deportivas.

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