La Habana mantiene su encanto decadente

La Habana mantiene su encanto decadente

Conocida antaño como la «Perla del Caribe», La Habana acusa el desgaste de sus casi cinco siglos de historia y de la desidia de la administración, pero continúa figurando entre las ciudades más atractivas del mundo.

Pese al grave deterioro de la ciudad, con alrededor de la mitad de sus edificios en mal estado, mucho es lo que tiene que ofrecer todavía La Habana, desde la belleza de su zona colonial hasta la elegancia del Vedado pasando por el bullicio de Centro Habana.

Para descubrir su encanto decadente, lo mejor es olvidarse de prejuicios, perderse entre sus calles y dejarse llevar.

LA HABANA VIEJA

Sin duda el barrio más turístico y visitado es La Habana Vieja, declarada en 1982 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que guarda uno de los más bellos conjuntos coloniales de América Latina.

Fundada en 1519 como la Villa de San Cristóbal de La Habana, su estratégica situación geográfica la convirtió en la «llave» del comercio español con el nuevo mundo y en el más importante puerto de América Latina.

La Habana ha sobrevivido al ataque de los piratas, la ocupación de Inglaterra -que dominó la ciudad durante once meses-, las luchas independentistas y hasta al olvido del régimen comunista cubano, que tardó décadas en destinar recursos para su rehabilitación.

Hoy, su centro rehabilitado alberga más de 3.000 edificios de interés histórico o arquitectónico en una extensión de 142 hectáreas y constituye una buena muestra de lo que fue la ciudad en su época de esplendor, aunque queda mucho por hacer y fuera del circuito turístico las ruinas van ganando terreno. La rehabilitación se debe al esfuerzo del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, que al frente del consorcio Habaguanex, uno de los más importantes del país, consiguió los recursos suficientes para salvar el corazón de La Habana Vieja. De su mano llegaron los hoteles con encanto, -a precios no precisamente módicos-, los museos, las galerías de arte y las tiendas de lujo, más frecuentadas por extranjeros que por cubanos.

Un recorrido turístico puede empezar en Plaza de la Catedral, enmarcada por la fachada barroca de la catedral, una de las más bellas de la isla, y rodeada de imponentes palacios del siglo XVIII. A un paso se encuentra la Bodeguita del Medio, probablemente el local más popular de Cuba junto con el Floridita gracias a la propaganda del escritor estadounidense Ernest Hemingway, que según la leyenda acostumbraba a tomar el mojito en la Bodeguita y el daiquirí en el Floridita.

Sin cuestionar los gustos de Hemingway, hoy es posible encontrar mojitos y daiquiris al menos tan buenos como los que él solía tomar entonces en locales menos turísticos y sensiblemente más baratos.

Otra de las paradas obligadas es la Plaza de Armas, la más antigua de la ciudad, donde cientos de habaneros se reúnen cada 15 de noviembre al filo de la medianoche para conmemorar la fundación de La Habana en torno a una ceiba, árbol sagrado para los cubanos.

De la plaza parte Obispo, probablemente la calle más  bulliciosas del barrio, que conduce al hotel Ambos Mundos, donde vivió Hemingway durante una buena temporada.

Hacia el sur, la Lonja de Comercio, con unas impresionantes vistas sobre la bahía, es paso obligado para alcanzar la Plaza Vieja, utilizada en el siglo XVI como mercado al aire libre.

MALECÓN

En una visita a La Habana no puede faltar una caminata por el Malecón, su paseo marítimo, de más de ocho kilómetros de longitud.

Parejas de enamorados, pescadores, paseantes, deportistas, músicos, poetas… nadie escapa al encanto del Malecón al atardecer y al espectáculo de las olas rompiendo contra las rocas.

Construido hace poco más de un siglo, lo que hoy constituye el Malecón fue durante el siglo XIX una zona de pequeñas calas frecuentada por la burguesía cubana para darse un baño fuera del recinto amurallado de la ciudad.   Con la construcción del muro, los habaneros ganaron una amplia zona al mar que las aguas se encargan de recuperar  cuando brincan las olas.

VEDADO

Esta antigua reserva de bosque tupido conservada durante siglos para frenar los ataques piratas se transformó a principios del siglo XX en una elegante zona residencial que, con el tiempo, atrajo la actividad nocturna de la ciudad.

En los casinos del hotel Nacional, un impresionante edificio neocolonial de 1930, y el Riviera, frente al Malecón, sólo por citar algunos, alternaban la mafia, la «jet» de la Cuba pre-revolucionaria y más de un personaje de la farándula de Hollywood.

En la avenida 23, todavía hoy considerada una de las más ambientadas en las noches habaneras, cientos de personas esperan durante horas cada día para degustar un helado en Coppelia, la más popular heladería cubana, inmortalizada en la película «Fresa y Chocolate», del desaparecido realizador Tomás Gutiérrez Alea.

Desde Coppelia se puede ver la fachada del hotel Habana Libre, antes Habana Hilton, cuartel general de Fidel Castro tras el triunfo de la revolución.

Pero el más emblemático monumento del Vedado es la Plaza de la Revolución, con el memorial José Martí, el comité central del Partido Comunista de Cuba, el Ministerio del Interior, identificado por la imagen del Che Guevara instalada en su fachada,  el Teatro Nacional, y a un paso del Consejo de Estado, desde donde Castro ha gobernado la isla durante medio siglo. EFE/Reportajes

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