Existe una condición que tienen muchas personas de poder socializar adecuadamente y otras que no pueden manejarse en correcta convivencia con los demás, ¿Qué nos diferencia? En la parte delantera del cerebro yace la corteza prefrontal («CPF»), una gran extensión de corteza. Si usted se pone la mano sobre los ojos, ahí está esa región anterior que se encuentra detrás de la frente.
Es en la CPF, así como sus vías de conexión con las demás estructuras emocionales del cerebro, es allí donde se produce «la inteligencia» de la conducta social humana; es la estructura cerebral que nos hace seres sociables. A lo largo de la evolución del cerebro de los homínidos (los bípedos), esa área se agrandó, de modo que en los humanos es mucho mayor en relación con el tamaño del cuerpo que en nuestros parientes mamíferos.
Ese territorio cerebral de la CPF, no solo difiere en tamaño aun entre los mismos humanos, sino también en la densidad neuronal de las principales vías de conexión con las áreas sensoriales de las partes posteriores de la corteza cerebral. El Dr. Antonio Rosa Damasio es un neurocientífico de origen portugués que investiga en los Estados Unidos. Ha sido uno de los neurólogos que más ha trabajado en eso de la conducta biológica del humano. En su opinión, hay algunos sistemas cerebrales alterados que interactúan deficientemente y dan lugar a cierto tipo de comportamientos no acordes con la convivencia civilizada.
Opina que en ese comportamiento de una mala socialización, tal vez violento, etc., intervienen distintos componentes, muchos a niveles de acción desde los genes, a la altura de las moléculas que operan entre las neuronas, los conocimientos, la crianza y las emociones.
Está demostrado que las emociones de amor, de cariño, de colaboración con los demás «ilumina felizmente» nuestro cerebro. Es decir que nuestro cerebro funciona mejor cuando estamos trabajando de manera óptima con emociones buenas y positivas. Si somos felices, si somos amables y compasivos con los demás, tenemos mayores posibilidades de nutrir nuestro cerebro para que produzcan buenos resultados. Si estamos tristes, enfadados, disgustados o profundamente molestos, de hecho nos estamos haciendo daño a nosotros mismos y no digamos a los demás, en opinión del distinguido ciudadano de Lisboa.
La investigación neurofarmacológica sobre la función de la dopamina, la norepinefrina y sus receptores se relacionan con las funciones de la corteza prefrontal y ella es altamente sensible a los cambios de esos neurotransmisores. Estas son alteraciones que inciden en la atención, el estado de ánimo, la conducta social armónica y las respuestas normales al estrés. Imaginemos como andan esas sustancias en nuestros cerebros en este tiempo de virus, pandemia, encierro, angustias y temor. La serotonina, también desempeña un papel importante, especialmente en las cuestiones relativas a la autorregulación y la elección impulsiva, es decir que esta sustancia tiene que ver con el autocontrol que podamos tener para manejarnos en lo social de manera adecuada. Esa área cerebral frontal mencionada, madura más tarde que las demás áreas del cerebro, no es total, sino hasta la edad adulta, es por esa razón la conducta agresiva y temeraria de algunos adolescentes, dado que estos tienen menos autocontrol por la inmadurez de dicho territorio frontal.
Si se pudiera explicar toda la conducta humana solo en base a estos elementos que conocemos fuera muy fácil, pero hasta hoy no hay una explicación científica que logre reunir todos los elementos conocidos desde lo genético, lo hormonal, hasta lo social, que pueda darnos un explicación completa y satisfactoria de la conducta humana.
Sabemos que el cerebro humano es un sistema abierto y con procesamientos en paralelo que interaccionan con el mundo físico y social exterior. Analiza, integra, se excita y sintetiza información y extrae generalidades de ello. Cada neurona está viva y se modifica por las experiencias y su entorno, es decir, que la conducta humana es una complejidad que va desde la herencia, la crianza hasta lo emocional.
Tal vez la inmadurez de esa área orbital de la corteza cerebral, la carencia o excesos de esas sustancias mencionadas en la llamada corteza prefrontal y sus conexiones, sea el común denominador a los comportamientos de los que no se adaptan a las normas de civilidad inteligente, respetuosa y a una conducta ética, tan necesarias hoy para un correcto convivir en una adecuada socialización.